PORQUE SEMOS ASINA
“Porque semos asina, semos pardos, del coló de la tierra…”
Se recogen en el apartado que se inicia a continuación las palabras relacionadas con el carácter y el temperamento de la persona; es decir, con la manera de ser e índole natural propia de cada uno con referencia a su actitud frente a la vida y a su trato con los demás.
Y si palabra y pensamiento son sinónimos, según dijo alguien con el que estoy de acuerdo, lo que pensamos de nuestros convecinos, o lo que opinan ellos de nosotros, a tenor de la recolección llevada a cabo, no puede arrojar un saldo más desfavorable, pues la inmensa mayoría de las palabras de las que disponemos en este terreno son para poner de manifiesto y denostar los rasgos más negativos, denigrantes y ofensivos de nuestra personalidad.
¿Cuáles son estos vicios o defectos que nos achacan, o mejor, que reprochamos a los demás? Principalmente no podemos soportar a los que se encuentra dentro de una de estas categorías:
Entrometido y chismoso: para el que disponemos de un buen manojo de dardos como alcagüete, escusao, alcandora, candilón, candiletero, mandiletero, saquilindón, sopilandón, hablaó, lenguarón, bocarachón, lilayero, liante, enraó, albendera, espaventero, chigüeta, chilraera, chinchorrero…
Bruto, grosero e insolente: con perlas tales como abejaruco, alcaraván, burranco, bicharraco, bodoque, cafre, cárabo, pelillero, alcornoque, castillejo, artillera, desacotao, perigalla, pingona, rabalero, revivo, sátira, sopílfora, chinche, libertoso, raspao, vasija, traste…
Tontaina y alocado: calajanso, abombao, ahilao, bollao, chalao, changao, pajiluso, espasmao, repiao, tirulato, atontecío, tontallo, chirichi, cabezaloca, desenderao, arbolario, vocinero…
Antipático e insociable: aceo, rancio, recio, revenío, ridículo, saborío, beduño, bruño, búhano, buharrón, escuro, escondío, rabisco, vergonzúo…
Informal e irresponsable: calandario, chafandique, chipitón, chirimbaina, tarambaina, cucufate, mojicón, mozangón, cajatruco, cascabel, desinquieto, polarma, méndigo, mendingante, perdulario…
Perezoso y cachazudo: perro, perritraco, aperreao, apotronao, amogonao, camandulón, mostrenco, motril, motrilón, penco, pencato, güevón, pisagüevos, cachorrera, higona, hongo, panguangua, zangandungo…
Tacaño y avaricioso: agarrao, mísero, gañote, mordigoso, ansioso, rafero, lambuzo, hurón, hulandrón…
Tozudo y contumaz: calabazón, calaverón, cabezadura, melón, morrón, morrúo, morrongo, morral, porfioso, cérrimo, téntigo…
Pesado y pelmazo: cansino, pelmoso, pelfa, prejiguera, infastioso, cataplasma…
Cansado o desganado: acibarrao, arrutao, descangallao, desmanganillao, dejuadramillao, esparavanao, cefrao…
Astuto y taimado: agalbao, asolapao, cuco, coscujero, rescualdero, licurdo, hulandrón, camaíta, mansomea…
Impertinente y consentido: descorregible, desmincionao, indicutible, hediondo, puhiede, impúrrido, pujón, quejura, senagüero, semidulce…
Triste o enfadado: cancamurrioso, mantúo, mantamojá, moquicaído, mustio, mangrioso, acibarrao, emburciao, enchis-mao, renegao, relatón, hecho un behino…
Desaliñado y sucio: farragua, sococho, trochón, pitañoso, arrestinoso, cascarria, espeso, guarrindongo…
Inútil e incapaz: abotonao, entumío, esparavanao, helao…
Y otros como: atentón, encebicao, embuchetao, empicao, hundilón, pelavástigas, manflorita, papelón, disparatoso, clisao, relatón, leyista, dominantón, etc.
Queda claro que el vocabulario laudatorio propio (quizá alfayate, espurecha ‘pulcra, esmerada’…) es muy escaso al contrario del inmenso caudal que disponemos para ofender y denigrar (también se critica al creído que se alaba o se presta de sí mismo: airoso, alabancioso). En consecuencia, cabría destacar que el rasgo que mejor nos caracteriza quizá sea éste de la maledicencia o hablar con mordacidad en perjuicio del prójimo (próximo, cercano), denigrándolo. No puede extrañarnos entonces, ni preocuparnos demasiado lo que los demás piensen y hablen de nosotros; sino que debemos ser tolerantes y saber disculparlo.
Aunque me resisto a aceptar esta conclusión tan negativa: Y como una cosa es lo que pensamos y decimos de los demás y otra muy distinta lo que son en realidad (Del dicho y al hecho hay mucho trecho), estoy completamente seguro de que no podemos ser tan malos como nos pintan pues a nada que reflexionemos con un poco de benevolencia o buena voluntad, sabremos descubrir el perfil más favorable de nuestros paisanos o alguna de sus cualidades -que son muchas, aunque nos cueste trabajo reconocerlas- y así nos daremos cuentas de que en el fondo son y somos bastante mejores de lo que reflejamos en nuestro vocabulario.
J.J. B.L.