La canica de cristal


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Está ahí, en el cenicero reciclado ahora en vaciadero y contenedor de bagatelas. Junto a la llave y la moneda. No sé por qué atrajo mi atención ni cómo habrá llegado hasta aquí. Pero parece haberse escapado del bolsillo del niño que me mira desde la vieja fotografía escolar que cuelga en la pared. Lo cierto es que, al fijar los ojos en ella, la bolita me cautivó como una gran bola de cristal en la que puedo divisar los niños de antaño jugando en la Corredera: Las niñas giran al coro o saltan la comba al ritmo de cadenciosos romances, mientras los muchachos  se persiguen o brincan jugando al marro o a entera; en un pueblo bullicioso, rebosante de vida y con afán de futuro. Y ahí está también el niño que fui, el mismo zagal de la foto mirándome desde el fondo de mi infancia…

Pero sólo es una canica de gua. No vale nada.

Anda que no. Por lo menos vale una perra gorda, no te creas. A lo mejor la cambié por un güeso de albarillo, por un pizarrín de manteca o por dos cohetes de esos que chisporrotean tras refregarlos por el suelo. Vete tú a saber… Quizá, por un vale de la dotrina.

Aquellos vales de la doctrina. Asistiendo a ella, uno podía aprender a ser buen cristiano y así ganar el cielo. Pero, por si este premio pudiera parecer lejano y difuso, había la posibilidad de una recompensa más palpable y urgente: Normalmente unos calcetines, una bufanda o un jersey. Según la cantidad de vales acumulados. Los más desahogados económicamente hasta se podían permitir el lujo de canjearlos por juguetes.

Nuestros juguetes… Por lo común eran objetos de desecho: huesos, cartones, chapas, tabas, cuerdas, botes, latas…, o simplemente un tejo o cascajo para jugar a boche o a la rayuela.

En un pueblo sin agua corriente ni luz eléctrica, sin radio ni televisión, sin apenas coches ni carreteras… Ni tan siquiera cine, que ya nos cogió rapagones cuando llegó al pueblo. Nosotros no éramos meros espectadores de aventuras y juegos divertidos, sino los creadores de nuestros juguetes y los protagonistas de nuestras diversiones. Tal derroche de imaginación nos convertiría más tarde en una generación de ilusos que, en la década prodigiosa, hasta imaginó cambiar el mundo y darle la vuelta como a un calcetín, mediante una revolución ganada sin armas ni violencia sino con flores y canciones. Tampoco necesitábamos videojuegos ni un ordenador para jugar a matar marcianitos. Ni maldita la falta que nos hacía.

Teníamos cachivaches mucho menos caros pero bastante más valiosos como la bilarda, el repión, el aro… Lo más importante lo ponía nuestra iginación: Una caña era un brioso corcel, una cuerda atada por sus cabos era un autobús con el que recorríamos el pueblo; un taco de madera o una pelota de trapos se convertían, respectivamente en un coche o un balón de reglamento.

Juegos y juguetes que se sucedían unos a otros con el paso de las estaciones, las faenas agrícolas o las celebraciones festivas: los grillos, el pajar, los campanillos, las juncias… Por la feria de san Miguel, todos aparecíamos con nuestro repión en ristre, dispuestos a escachar de un púazo al de aquel que se pusiera a nuestro alcance jugando al redondel. Enseguida llegaban las canicas. O mejor dicho, los bolindres: Los había de arcilla, los más corrientes, entre otros más escasos y codiciados como eran los de mármol o los de cristal.

El bolindre cristaloso. Gracias a él ya he ganado un buen puñao de bolindres de grea jugando al gua. (Había que ver la cara que ponía cuando iba perdiendo: “Que si metes zanca, que si estás empicao”. Lo que temía era que lo apara). Y lo había cambiao, ya me acuerdo, por dos cartones de una caja de cerillos. Y tanto que fue un gran negocio, ya lo creo. Con una miaja más de suerte, pronto me haré de uno de mármol que podré cambiar por un cuento del Capitán Trueno o del Guerrero del Antifaz.

Aquellos tebeos que pasaban de mano en mano. Mil veces hojeados, cambalacheados, manchados, repasados y recosidos. En ellos aprendimos una historia fabulada que se mezclaba y confundía con la dudosa historia escolar de héroes y supermanes hispánicos tales como Viriato, Don Pelayo, el Cid Campeador, Pizarro, el Gran Capitán… Entre los que descollaba el más grande de todos: el Generalísimo Franco, Caudillo de España, disputándole la supremacía a Dios en nuestras ingenuas y tiernas cabecitas infantiles. Y aquellas canciones patrióticas: Nos traían los ecos airados de una guerra que no conocimos y cuyos rescoldos aún no estaban apagados.

Lo puedo ver a través de esta bolita de vidrio: Ahora, el chiquillo y sus amigos está reviviendo bajo las murallas del castillo el asalto a la fortaleza,  junto a Crispín y Goliath. Gastando las energías que les proporciona la leche américana. Aquella leche en polvo que tan “generosamente” nos enviaban a los desnutridos españolitos de entonces nuestros nuevos y ricos amigos los yanquis. Completaba nuestra dieta con los nutrientes que la matanza no aportaba. Por la tarde, el pan con aceite y azúcar contribuía a reponer energías. Con los higos pasaos, bellotas, almendras, albillas, chumbos, moras, acinojos y acerones hacíamos buen acopio de vitaminas. A la vez que nuestra mente se nutría con la cartilla de Rayas, el libro de Nosotros, el catecismo Ripalda y la enciclopedia de Grado Medio. (Aquellas pizarras, aquellos tinteros…, los secantes). Un buen coscorrón o un palmetazo en toda regla sería el premio por nuestra “aplicación”. Cuando no, quedarnos encerrados sin comer en el cuarto de las ratas.

Ahí estamos reflejados, en la canica de cristal. Jugando a ser mayor: Fumando furtivamente un cigarrillo de papel de estraza o un “ideal”. Alguien está tramando salir a tirar los cascos esta noche. Es un juego arriesgado y hay que tomar precauciones.

Las imágenes pasan veloces: los tosantos, la matanza, el rebusco, la feria de san Miguel, la primera comunión, la misa del alba, la cruz de mayo…  Y al fondo, el paisaje: Entre el Pico la Horca, el Pilar de Arriba, el Castillo, la Albuhera y el Llano de don Ángel se encontraba nuestro mundo conocido. (Nos los sabíamos palmo a palmo: la sacristía, la era Mencía, la mina de Moriche, la madre del agua, el camino del Peón, la piedra peligrosa, el charco manantío, la fuente de los perros…) Un inmenso territorio cuyos límites en contadas ocasiones lográbamos traspasar y por donde, un día de rondón, se nos coló el progreso.

El “progreso”.  arrinconó el candil, el carburador y los cuentos al amor de la lumbre y nos fue dejando toda una ristre de cables, vehículos y aparatos interminables. Chatarra y plástico. Mucha chatarra y mucho plástico. Pero a cambio, se llevó lo mejor de nuestras gentes: los jóvenes. Y fue a nosotros, ya mozos y mozas a la sazón, a quienes nos tocó la china. Mal negocio hizo esta vez nuestro pueblo. Peor que aquellos indios, que cambiaban su oro por los espejos que los conquistadores les ofrecían, deslumbrados por el falso resplandor que los cegaba.

El valioso bolindre cristaloso por el cartoncito de nada. Sí, es el mío. Lo podría reconocer entre un millar. Así que ya me lo puedes devolver. No, yo no lo vendo. Ni siquiera por un duro de esos tan raros que tienes. Además tu dinero me serviría de bien poco. Yo no lo vendo por nada. Pero, si tanto interés tienes, te lo empresto. Quédate con él hasta cuando quieras, pero no me lo pierdas. Es mi talismán: Me da suerte. En esta bolita el futuro se abre como en una bola mágica:  A través de él puedo verte, un tío viejo que no acierto a reconocer. También se ve el pueblo. Hay muy poca gente. ¿Adónde se han ido?. Apenas hay niños. Niños que no juegan a entera ni al marro, que no cantan romances ni alborotan las calles. Están pegados a una pequeña pantalla. Ya ves, mediante ese bolindre puedo ponerme en contacto y comunicarme contigo. Si es que dispones de un poco de tiempo para perderlo con un mocoso como yo.

LA TROJE DE LAS PALABRAS

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La canica de cristal

Un Somiedo de cuento


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HISTORIAS BAJO TEITOS

Veigas (Somiedo), V. DÍAZ PEÑAS (La Nueva España, 22 de Mayo de 2009)

Un Somiedo de cuento

Los escolares somedanos y sus maestros, junto a los participantes en el filandón celebrado ayer en el Ecomuseo de Veigas.

En la foto, Alegría Feito y Santina Fidalgo, con los escolares participantes en el filandón.

UN SOMIEDO DE CUENTO

Dieciséis escolares de Somiedo tuvieron ocasión ayer de conocer su pasado a través de la historia de viva voz narrada por dos mujeres de otra generación. El Ecomuseo de Veigas se sumó así a la celebración del “Día Internacional de los Museos” y los escolares se acercaron a tiempos que ya les resultan lejanos. El encuentro sirvió para trasmitir y enseñar a los escolares de Somiedo sus raíces y unir dos generaciones distintas en un mismo acto. Este fue uno de los objetivos del filandón celebrado ayer en el Ecomuseo de Veigas dentro de los actos del Día Mundial de los Museos. El acto, en el que participaron 16 niños de tercero, cuarto, quinto y sexto de Primaria, y sus maestros; fue organizado por el Ecomuseo, en colaboración con la red de museos etnográficos de Asturias y el programa rompiendo distancias del área de servicios sociales del Ayuntamiento de Somiedo.

Alegría Feito y Santina Fidalgo, dos mujeres mayores pero jóvenes de espíritu, participaron en esta reunión en la que explicaron a los pequeños el motivo y las características del filandón, una tradicional reunión en la que además de trabajar, se contaban historias y cuentos y se transmitía una cultura ancestral y arraigada: la somedana. Las mujeres recordaron tiempos pasados, y los niños, boquiabiertos, escucharon historias, cantares, juegos e incluso bailes.

Los escolares, se acercaron un poco más a sus propias raíces. Y lo hicieron como antaño, bajo un teito y conversando en su dialecto.

En una brañas de Somiedo

El Viajero

Hasta la vista


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¡Un abrazo, a todo el mundo!

Despedida

Desde esta pequeña parte del mundo pido un deseo:

«Dame por patria el mundo entero».

Imagine there’s no countries

It isn’t hard to do

Nothing to kill or die for

And no religion too

Imagine all the people

Living life in peace.

Despedida

Donde bien me va, allí mi patria está.

Despedida

La amistad no conoce fronteras ni límites.

Despedida

Es bueno saber que estás ahí:

Amigo, gracias por tu compañía y que te vaya bonito dondequiera que estés

Free counters!

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Porque no te conformas con vivir a ras de tierra.

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Recuerda:

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Trapos sucios


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Trapos sucios

Para empezar, un libro y una flor como regalo.

Trapos sucios

Basura por todas partes.

Trapos sucios

Contenedores atiborrados por el suelo, gracias a otros «deportistas» de juego sucio.

Trapos sucios

Cuando vas llegando a Feria,

lo primero que se ve:

Suciedad por todas partes

y basura por doquier.

Trapos sucios

Coto «deportivo» de de cazadores zarrapastrosos.

Trapos sucios

Paisaje después del fragor de la batalla.

Trapos sucios

Todo un símbolo de de la desidia que nos invade.

Trapos sucios

Cloaca máxima donde antaño corrían cristalinas las aguas.

Trapos sucios

Antiestética proliferación de chatarra afeando el paisaje.

Trapos sucios

Aquí tenemos de todo, menos cultura ambiental y consideración con nuestro entorno.

Trapos sucios

Rodeados de alambradas que dan al entorno un aspecto de campo de concentración.

Trapos sucios

Proliferación de alambradas de espino de forma incontrolada, que convierten el disfrute de la naturaleza en una actividad de riesgo porque te puedes dejar la piel en el intento.

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Basurero

Agresiones varias


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♥ SIN ÁNIMO DE MOLESTAR sino de poner a la vista con la mejor voluntad aquellos aspectos manifiestamente mejorables de nuestro pueblo.  Nadie vea animadversión ni malas intenciones en las siguientes imágenes tomadas de paso y las observaciones hechas siempre pensando en el bien común. En cualquier caso, toda precisión, sugerencia o discrepancia será bien recibida y tenida en cuenta.

Quizá con la sana intención de hacer reflexionar.

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Sierra Vieja en erupción y su consecuencias.

Agresiones varias

Por culpa de un malnacido desde hoy desterrado en la lista negra de las personas indeseables del pueblo.

Agresiones varias

Danza ritual del fuego.

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Erosión del terreno

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Coto deportivo de caza: Pervivencia de una  atávica y ancestral actividad.

Agresiones varias

Coto vigilado por guardas de caza: La zorra al cuidado de las gallina.

¿Quién vigila a los guardas de caza?

Basurero

Noble y benéfico deporte de la caza: Lazo en Sierra Vieja para eliminar alimañas.

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VIVO

Vivito y coleando. Tarde o tempranos caerás, raposín.

No todos te persiguen. Algunos te queremos vivo.

Pero lo tienes crudo: Nuevas trampas y alimañeros te aguardan en el camino.

Otro lazo… Coto deportivo infestado de trampas.

Basurero

Alimaña capturada y muerta en un lazo.

Agresiones varias

Trampas y más trampas

Agresiones varias

Zorro atrapado en un  lazo y pudriéndose en Sierra Vieja.

Por la ruta de los tRAmPOSOS. Los alimañeros campan a sus anchas.

Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas

y en traje de cañón, las parameras

donde cultiva el hombre raíces y esperanzas

y llueve sal, y esparce calaveras.

Miguel Hernández

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Lazos que condenan a la fauna a una lenta y cruel agonía.

Agresiones varias

Coto deportivo: Deportista, juega limpio.

Agresiones varias

En los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.

Agresiones varias

Temprano estás rodando por el suelo.

No sólo se abaten animales. También se derriban árboles sin consideración alguna.

Agresiones varias

Reserva de la nada. El desierto a la vista.

Agresiones varias

Perros peligrosos sueltos.

Disfrutar de la naturaleza: una actividad de riesgo.

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En los carteles han puesto un nombre: PELIGRO.

Y es cierto: Disfrutar de la naturaleza de tu pueblo, una aventura arriesgada.

Agresiones varias

¿Otro camino (vía pública) cerrado y privatizado por el aprovechado  de turno?

Prohibido el paso: Con cerrojo, llave y candado.

El expolio se ha consumado y a la luz del día.

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Y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo. (Quijote, II-XV)

Agresiones varias

Chapuceros y antiesteticos tendidos e instalaciones por  todas partes

estropean la fisonomía de nuestro hermoso pueblo.

Agresiones varias

Como esta impresionante y modelna construcción  al pie del antiguo castilo.

Agresiones varias

Vamos progresando.

Agresiones varias

Oveja malherida y acosada de insectos, atrapada en una maraña de alambres abadonada en el campo seguramente por el propio ganadero.

(Otra vez los animales resultan las víctimas propiciatorias de nuestra depravación).

Agresiones varias

Al fin libre: Aunque malherida y exhausta, la oveja se aferra a la vida a toda costa.

¿Conseguirá sobrevivir?

Agresiones varias

No sin mi madre

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Cuidemos y juguemos limpio con nuestro pueblo.

Es tarea de todos.

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Basurero

Feria vista por sus visitantes


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Imágenes de Feria

Panorámica de la Sierra de Feria con el pueblo y el castillo.

Autor: Marbregal

El pueblo de Feria (Badajoz, España) se encuentra en las estribaciones de Sierra Vieja defendido por su castillo.  La población se asienta en la vertiente meridional de la Sierra Vieja, a medio camino entre Santa Marta y Zafra. Pertenece a la comarca de Zafra – Río Bodión y al Partido judicial de Zafra.

Imágenes de Feria

by Ronconcolas
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La localidad de Feria, clasificada con carácter de Villa como entidad local, se encuentra situada en la zona centro del conjunto provincial de Badajoz, en territorio extremeño, perteneciente a la comarca de Zafra-Río Bodión.

Feria ocupa una extensión aproximada de 73 kilómetros cuadrados y dista de la ciudad de Badajoz en unos 63 kilómetros en dirección noroeste.

El conjunto de la población se estima superior a los 1.370 habitantes. El gentilicio que se aplica para identificar a éstos es el de “coritos

La villa de Feria fue señoría perteneciente a los Suárez de Figueroa, más tarde duques de Feria, en la vertiente sur de la Sierra Vieja, paraje montañoso.

Imágenes de Feria

Este precioso pueblo denominado «Feria» se encuentra en Extremadura. Se asienta sobre una pequeña colina, de ahí su peculiar adaptación al relive. Debido a esta característica, en ocasiones las puertas de algunas casas se encuentran a la altura del tejado de otras. Tiene un castillo cuya sombra se refleja en la foto en lo alto de una montaña (torre). Si tenéis oportunidad no dejéis de visitarlo. Por Monreal
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Imágenes de Feria

Feria (Badajoz), 30 de Enero de 2006.- © José-Elías Rodríguez.

Imágenes de Feria

Temporal en Feria

Llueve. Por fin llueve sobre los campos. Acabamos el año y acaba la sequía, las nubes que tanto se resistieron por fin llegan generosas, demasiado en algunos lugares. Se acercan por las sierras, pasan descargando y se van hacie el este, esponjan las tierras y dejan brillantes hilos de agua que corren hacia los arroyos. A veces truena y el cuerpo se estremece, a veces entre las nubes aparece el añil y el sol pinta siete colores en arco, también me estremezco entonces. © José-Elias Rodríguez.

Imágenes de Feria

FERIA: Rincón de la Cruz. Por abfotografi

Imágenes de Feria

Castillo de Feria

Feria es una población de orígenes muy antiguos, posiblemente prerromano. No obstante, el origen del castillo es fundamentalmente árabe y se erigió en lo alto del cerro que domina la población de Feria. Luego se edificó el castillo entre los siglos XV y XVI. Tuvo dos recintos del que se conserva el segundo más interior y la enrome torre del homenaje.Esta torre del homenaje es de planta casi cuadrada con esquinas redondeadas y construida en fuerte mampostería. Tiene cuatro pisos en altura y su remate es amatacanado.

Imágenes de Feria

VISTA DEL CASTILLO DE FERIA DESDE LA MURALLA

http://www.vadehistoria.com

En la provincia de Badajoz (Extremadura) podemos encontrar la pequeña población de Feria. Reconquistada en el siglo XIII, pasó a depender de Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de la Orden de Santiago, que instituyó el ‘Señorio de Feria’. Destaca el ayuntamiento, la iglesia gótica de San Bartolomé y el castillo de doble recinto construido en el siglo XV.

Imágenes de Feria

Castillo de los Duques de Feria (Feria, Badajoz)

Banco de imágenes  del CNICE

Imágenes de Feria

Sello: Castillo de Feria

Fotografía y diseño: José Valiente Tejado.-  Grupo Filatélico Emeritense

El castillo de Feria se encuentra en la provincia de Badajoz, en un extraordinario punto de observación desde donde se domina la localidad de Feria, situada en el llano y, desde donde se obtiene una amplia panorámica que se extiende muchos kilómetros a la redonda.

Feria fue entregado a Lorenzo Suárez de Figueroa de manos de Enrique IV, quien además le otorgó el título de Conde. En época de Felipe II se elevó el rango de la familia y le fue concedido a Don Gómez Suárez de Figueroa el título de Duque.

Lo más importante del conjunto fortificado debió ser promovido por Lorenzo Suárez de Figueroa, según puede deducirse por la presencia de las armas de Figueroa y los Manuel que se representan en sendos escudos heráldicos que campean en la torre semicilíndrica del recinto, que son asociados con el mencionado Lorenzo Suárez de Figueroa y con sui esposa María Manuel. Al menos esta torre y el conjunto del recinto debieron ser construidos antes de 1461, fecha en que fallece este personaje, que también fue constructor del castillo de Zafra y de parte del de Nogales. Posiblemente sus descendientes y herederos pudieron terminar la fortaleza construyendo durante el último tercio del mismo siglo XV la gran torre de Homenaje que se eleva en el centro.

El recinto amurallado con un trazado irregular, está jalonado por torres o cubos redondos y prismáticos. En el interior se levanta otro muro transversal que a modo de muralla diafragma divide el cuerpo principal del castillo en dos partes.

En el medio de la muralla diafragma se alza la torre de Homenaje, prismática de base cuadrada y con chaflán curvo en las esquinas. Con independencia del gran volumen y contundente presencia de la torre, no faltan los detalles constructivos de apreciable elegancia. Como los finos enmarques y recercos de algunas de sus ventanas, la puerta de entrada gótica, con un arco mixtilíneo cuyos vértices se rematan con rosetas y, sobre todo, la cornisa volada sobre canecillos que se sirven de coronamiento y donde se sustentaría el almenaje, asó como el matacán redondo sobre cuidadas filas de ménsulas escalonadas de diferente trazado.

Como la parte inferior de la torre es maciza, se organiza un sistema de acceso de apreciable interés en lo que a seguridad se refiere ya que la entrada se realiza a través del andén de la citada muralla transversal, desembocando en la planta segunda que aquí actúa como principal, desde donde se facilita bajada al primero y subida al tercero y desde éste al cuarto piso y luego a la terraza.

Creemos que desde el piso inferior debía de haber algún acceso a lo que ahora está macizado y que en un principio serviría de ubicación a un aljibe o mazmorra como solía ser costumbre y puede verse en otras fortalezas medievales.

Dadas las grandes dimensiones de todas estas plantas, se hallan debidamente compartimentadas y dotadas de distintos servicios: letrinas, chimeneas, cocina…

Imágenes de Feria

Castillo de Feria en día nublado. Por LUCASTAR

Imágenes de Feria

Fiesta de la Santa Cruz en Feria, Badajoz.

Estas entrañables fiestas están declaradas de Interés Turístico Nacional y de Extremadura. En ellas se rinde culto a la cruz florida como símbolo de salvación.

Durante los meses anteriores a Mayo, las mujeres “coritas” confeccionan en secreto flores artesanales de distintos materiales (papel, tela,…), con las que adornan sus cruces siguiendo unas normas establecidas por tradición popular.

Al acercarse la fecha, las niñas pasean las cruces por las calles del pueblo al compás de unas coplas con un tonillo de acentuado sabor mudéjar.

Y al llegar el tres de mayo,
de la noche a la mañana
viste de fiesta mi pueblo
como mocita galana.

Y el día de la Cruz (3 de mayo), Feria se torna flor, canto, primavera, color aroma, devoción y alegría. Todas las cruces, incluida la de la Iglesia , salen a la calle en un desfile de una belleza sin precedentes. Todo el pueblo de Feria y visitantes disfrutan en este día de un maravilloso espectáculo de color y bullicio alegre y primaveral.

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En pintura


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Alrededores del castillo de Feria  (Galería de Bruxtx)

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Ribera del Guadajira (Galería de Bruxtx)

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Feria y su castillo (óleo) Teodoro García Noriega.

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Feria (acuarela) Teodoro García Noriega

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Los Portales Antonio Luengo Noriega

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Encina del camino Antonio Luengo Noriega

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LAUDA SEPULCRAL ITALIANA DE D. LORENZO SUAREZ DE FIGUEROA.

BRONCE. PRINCIPIOS DEL SIGLO XVI. CLAUSTRO DE LA CATEDRAL DE BADAJOZ

Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza fue embajador de los Reyes Católicos en Venecia hasta que falleció el 2 de mayo de 1506. Casado en Badajoz en 1481 con  doña Isabel de Aguilar, de la familia de los Sánchez de Badajoz, no tuvo descendencia con su esposa. Tuvo, sin embargo, don Lorenzo un hijo que le sucedió en la embajada de Venecia: Gonzalo Ruiz de Figueroa, que también solía llamarse Gonzalo Ruiz de la Vega, hijo éste, según declara don Lorenzo en su testamento, de su amante vallisoletana doña Isabel Enríquez. Tuvo, además, una hija natural: Doña Leonor Laso de la Vega y Figueroa.

En 1974, en la Revista de Estudios Extremeños, tomo XXX, núm. III, pag. 503, don Alfonso de Figueroa y Melgar, Duque de Tovar, persona bien documentada en el Archivo de la Casa de Medinaceli, de Sevilla, nos dice: «Razón tenía la pobre de doña Isabel de Aguilar, pues además de dejarla abandonada, no tuvo con ella, pero sí en su bella amante Isabel Enríquez, una hembra, doña Leonor de la Vega, Fundadora y Abadesa del convento de Santa Ana, de Badajoz, fallecida en 1558, y Gonzalo Ruiz de Figueroa, también llamado Gonzalo Ruiz de la Vega…». (Historia del Real Monasterio de Santa Ana, Sor María Celina Sosa Monsalve. Badajoz, 1995).

Lo cierto es que  D. Lorenzo fue sepultado en Venecia y nunca utilizó su lápida sepulcral y su esposa, Dª  Isabel de Aguilar, que se había quedado sola, abandonada en Badajoz, quedó dicho en su testamento de 1519 lo siguiente: «Dentro de la capilla en que yo estuviere no se entierre otra persona sino la mía, pues es justo que quien tan sola fue en la vida no tenga compañía en la muerte». Está enterrada en el Real Monasterio de Santa Ana.

En la parte inferior, la lauda de D. Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza y esposa tiene una inscripción, al parecer, redactada por el propio D. Lorenzo, que dice así:  «Sepulcro de Lorenço Suarez de Figueroa y de Mendoça con doña Isabel de Agvilar su mvjer. Este en la juventud hizo según la edad y en las armas vso lo que convenia. Fue hecho después del Consejo de svs altezas y enviado embaxador diversas veces. Asi confromo el exercicio con los años y dexa para despues esta memoria: lo que del mas sucediere dígalo su sucesor».

Como el monumento nunca se utilizó, se desmontó el sepulcro y la lápida pasó a la Catedral de Badajoz, donde se puede contemplar en su claustro.

La profesora Schulz comentaba que era una lápida de un millonario del siglo XVI, que pocos se podían permitir esta obra en bronce de esa calidad.

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SOR ANA DE LA CRUZ PONCE DE LEÓN

Ana Ponce de León, Hija del I Duque de Arcos de la Frontera, casada a los 14 años de edad (1541), con el cuarto Conde de Feria, Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa, hijo de la Marquesa de Priego y primogénito y heredero de la Casa de Aguilar. Viuda desde 1552, Ana de la Cruz tomó el hábito de monja clarisa en el convento de Montilla, y orientada por el maestro Ávila, ejerció una vida religiosa ejemplar y con fama de santa murió en 1601.

→Vida de Doña Ana Ponce de León, Condesa de Feria.

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JANE DORMER (1538 – 1612) Duquesa de Feria

Dama, gran amiga y fiel seguidora de la reina Maria I Tudor. Casada con un noble español Gómez Suárez de Figueroa y de Córdoba, Duque de Feria. Hija de William Dormer y Mary Sidney. Retrato de Antonio Moro (1517-1576).

«Es muy hermosa, discreta, discretamente hermosa», palabras de Romeo que podrían describir a esta dama, probablemente inglesa, pintada por el flamenco Antonio Moro (Utrecht, 1517-Amberes, 1576). La belleza del retrato deriva tanto de su alegre colorido como de la personalidad de la joven. Destaca en primer lugar su elegante vestido, un corpiño o jubón negro acuchillado, decorado con broches y lacitos rojos y una camisa de seda de color anaranjado, igual que su cabello. Unos lazos rojos como los del traje le sirven de sencillo tocado. Su gesto es amable y lleno de carácter, si bien lo que más fascina al espectador es su mirada atenta, inteligente y un poco traviesa, como si quisiera hacernos sus cómplices. En el brazo izquierdo lleva una pulsera de flores naturales, interpretada de varias formas. Para aquellos que defienden que esta dama es Jane Dormer, la duquesa de Feria (siguiendo la identificación hecha en 1908 por un especialista que se basaba en otro retrato de la duquesa conservado en el Palacio del Pardo), serían flores con significado nupcial. Otros piensan que pudiera también tratarse de una cortesana, hipótesis de momento sin confirmación. Antonio Moro, el gran retratista del momento, se ocupó de pintar en 1554 a la propia reina de Inglaterra, María Tudor, para Felipe II.

En todo caso, ¿quién era Jane Dormer? En 1554 Felipe II llega a Londres para casarse con María Tudor acompañado de un gran séquito. Con él estaba don Gómez Suárez de Figueroa, señor de Zafra y duque de Feria, un destacado noble de la corte española. Durante su estancia en Londres, don Gómez quedó cautivado por la belleza de lady Jane Dormer, una dama de honor de la reina, y se promete con ella. María Tudor ve con buenos ojos el enlace pero retrasa la boda por el aprecio que le tiene a esta joven de tan sólo dieciséis años. A mediados de noviembre de 1558, la reina, ya gravemente enferma, autoriza por fin el enlace.

Los esponsales se celebran en diciembre, tras los funerales de la soberana. Su relación también era del agrado de Felipe II, que había nombrado al duque embajador en Londres, cargo que desempeña hasta 1559. Don Gómez era un hombre sencillo pero de gran personalidad y de espíritu abierto tanto en su vida pública como en la privada. En alguna ocasión el duque llegó a mostrar al rey su desacuerdo por los asuntos de Inglaterra. En cuanto a su matrimonio con Jane Dormer, la decisión no gustó nada a su familia, que le había elegido ya otra esposa y que, además, dudaba de la religiosidad de los ingleses (María Tudor había devuelto Inglaterra a la fe católica tras la ruptura de su padre, Enrique VIII). No había motivos, ella pertenecía a una de las familias más importantes de Inglaterra y como aseguraba alguien que la conoció, se trataba de una muy gentil señora y de muy santas costumbres.

En pintura

Duque de Feria

Gomes IV Suárez de Figueroa y Córdoba (1587-1634), III Duque de Feria (1607-1634)

Retrato del Duque de Feria. Óleo sobre lienzo. De pie y cuerpo entero, casi de frente a la izquierda, sobre fondo oscuro uniforme, bajo pabellón rojo, en traje de campaña, con media armadura, banda y bastón de mando. En bajo a la derecha, «El duque de Feria». Dimensiones: 2055 por 1180. (Anónimo español de la mitad del siglo XVII).

En pintura

Expugnación de Rheinfelden. Vicente Carducho

La expugnación de Rheinfelden conmemora la liberación de esta ciudad suiza por las tropas españolas al mando del duque de Feria, en 1633. Al igual que en las batallas de Constanza y Breisach, el ejército de Felipe IV seguía un plan, diseñado por el conde duque de Olivares para liberar la ruta del Rin del acoso de los suecos, que consistía en abrir un corredor estratégico para las tropas españolas entre Italia y los Países Bajos. Esta acción transcurrió durante la guerra de los Treinta Años, un conflicto de origen religioso que se convirtió en una lucha por la hegemonía europea.

Entre 1618 y 1648 no sólo se enfrentaron las naciones protestantes y católicas, sino también los representantes de los Estados territoriales y los príncipes, las ciudades imperiales y el emperador, los Habsburgo (o Austrias) y la dinastía francesa. Un año después de la batalla, Vicente Carducho la representó de una manera artificiosa y teatral: retrató al duque de Feria de pie y en primer plano, sobre un fondo donde se describen con demasiado detalle las vicisitudes del combate.

Gómez Suárez de Figueroa, tercer duque de Feria y general del ejército español, murió en 1634, poco después de protagonizar la hazaña pintada por Carducho. Nombrado gobernador de Milán por Felipe III, contribuyó decisivamente al fortalecimiento del llamado «Camino español», un corredor estratégico utilizado para las comunicaciones militares y el desplazamiento del ejército español entre Italia y Flandes.

Durante los últimos años del reinado de Felipe III aprovechó la revuelta de La Valtelina (valle de la Lombardia, en Italia, que unía Milán con Austria y estaba entonces ocupado por los suizos frisones), para establecer varias guarniciones y consolidar el control de la Corona sobre esta ruta militar.

En 1622 Felipe IV decidió abandonar La Valtelina, retirar su ejército y dejar el control del valle en manos del Papa para evitar una acción militar en Italia.

En pintura

El socorro de la plaza de Constanza. Vicente Carducho

Conmemora un episodio de la guerra de los Treinta Años, enmarcado en un plan que concibió el conde duque de Olivares para expulsar a los suecos y a sus aliados de la ruta del Rin y facilitar el movimiento del ejército español.
En 1633, y al mando del duque de Feria, las tropas de Felipe IV consiguieron liberar de su asedio a la ciudad suiza de Constanza. En este lienzo, obra tardía de Vicente Carducho (1634), el artista realizó una composición convencional y poco afortunada: en primer plano representó al duque de Feria a caballo, escoltado por sus soldados y por un pequeño paje.
Erguido sobre su caballo en corveta y con la bengala en la mano derecha, el general adopta una actitud triunfal y grandilocuente, que intenta rememorar sin éxito la solemne grandeza de los retratos ecuestres de los reyes pintados por Velázquez. Al fondo se describe la batalla con tal precisión que podemos distinguir los muros de la ciudad asediada y los movimientos de las tropas, aunque la obra pierde frescura y verosimilitud.

En pintura

El socorro de Brisach – Jusepe Leonardo

Leonardo fue el encargado de pintar dos de las doce telas de batallas que decoraban el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid, batallas en las que se ponía de manifiesto la supremacía española en Europa durante los primeros años del reinado de Felipe IV. Maino, Zurbarán, Velázquez o Pereda serán otros de los maestros que también trabajen en el Salón, posiblemente uno de los encargos más importantes realizados en aquellos momentos.
En al derecha de la composición se sitúa el duque de Feria a caballo, dirigiendo su mirada hacia el espectador y con el caballo encabritado, un símbolo del poder. Tras el comandante militar se sitúa la escolta de lanceros. En la izquierda de la escena encontramos un soldado que da informes a su general. El fondo se ocupa con la ciudad renana de Brisach, con el foso inundado y los defensores huyendo. En las afueras se ubica un fortín en llamas mientras las tropas españolas ocupan el campo.
La acción se produjo en el año 1633, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años.

En pintura

Castillo de Feria (ABLFC) Libreta escolar

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  • DATOS GENERALES

Feria (Badajoz) ↔ wikipedia.org

Sucinta exposición de datos histórico-geografícos registrados en el breve artículo que sobre Feria recoge Wikipedia.

Municipio de Feria ↔ dip-badajoz.es

Espacio de escaso contenido sobre el municipo de Feria asentado en la web de la Diputación Provincial (Sección: Municipios y comarcas).

FERIA en el Diccionario de Madoz ↔ cervantesvirtual.com

El «Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar» es una magna obra publicada por Pascual Madoz entre 1846 y 1850. Compuesta por 16 volúmenes (Madrid, 1845-1850), analiza todas las poblaciones de España. Feria aparece en el tomo VIII (Faba – Guadalajara) páginas 34 y 35. Las abreviaturas que aparecen en el texto pueden consultarse en la pág. 5 de este tomo. 

FERIA en el Diccionario de Madoz ↔ juntadeandalucia.es

También se puede consultar en este sitio la entrada de FERIA en el Diccionario de Madoz. El texto se reproduce igualmente en el enlace que sigue a continuación.

Andando por Feria ↔ nuevoportal.com

Página personal que según su autor pretende dar a conocer la riqueza de la tierra extremeña. Recopilación de datos generales sobre cada uno de las poblaciones de la Comunidad  Autónoma agrupadas por comarcas, dentro de la categoría de Andando por España, solo está disponible parte de Extremadura. Destaca los apuntes históricos recopilados de diversas fuentes anteriores.

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  • TURISMO

Feria (Badajoz) ↔ pueblos-espana.org

Feria, faro de Extremad. ↔ elpaisquenuncaseacaba.blogspot.com

Feria, Faro de Extremadura ↔ farodeextremadura.es

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  • DOLMEN (CUEVA DEL MONJE)

Dólmenes y menhires extremeños ↔ celtiberia.net

Artículo sobre los dólmenes en Extremadura con referencia al situado en nuestra localidad: Este dolmen no está como dicen los folletos, en los alrededores del castillo de Feria sino al final del camino de las viñas, en la carretera que va a Burguillos. En este pueblo todo el mundo sabe lo que es un dolmen y donde está éste en concreto. Es de pizarra, tiene siete ortostatos inclinados hacia adentro, parte del corredor y no tiene cubierta. Por supuesto, no está señalizado y hay que saltar una alambrada.

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  • CASTILLO DE FERIA

Castillo de Feria ↔ castillosnet.org

Castillo y fortaleza de Feria, con situación, historia, descripción, protección, alrededores y fotografías: El castillo de Feria se encuentra en la provincia de Badajoz, en un extraordinario punto de observación desde donde se domina la localidad de Feria, situada en el llano, y desde donde se obtiene una ámplia panorámia que se extiende muchos kilómetros a la redonda…

Castillo de Feria ↔ monumentalnet.org

Escasa información (incluye álbum fotográfico) dentro de una web destinada a proporcionar información sobre monumentos y lugares de interés de toda España: fotografías, localización, descripción y características, historia, estado de conservación, visitas, historias y leyendas de personajes y lugares, y algunas cosas más…

El castillo de Feria ↔ viajarporextremadura.com

Fortaleza datada en los siglos XIII al XVI. Destaca la enorme torre del homenaje de planta cuadrada y esquinas redondeadas. Las vistas desde lo alto de la torre son impresionantes. Con acceso a información complementaria sobre la fiesta de la Santa Cruz. Forma parte de una guía para conocer la historia, arte, fiestas y gastronomía de Extremadura, realizada por el diario Hoy.

El castillo de Feria ↔ alextur.net

Artículo de José Muñoz Gil, Cronista oficial de la villa, en el número 9 de la revista Senderos de Extremadura, sobre uno de nuestros más señeros monumentos.

El Castillo de Feria (Historia) ↔ palomatorrijos.blogspot.com

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  • SANTA CRUZ DE FERIA

Santa Cruz de Feria ↔ santacruzdeferia.es

Web de la Hermandad de la Santa Cruz de Feria.

Las cruces de Feria ↔ alextur.net

Artículo de José Muñoz Gil para la revista Senderos de Extremadura en torno a nuestras más arraigada y conocida  fiesta tradicional.

La Entrega de la Cruz ↔ dip-badajoz.es

Del mito al rito: Trabajo realizado por la profesora María José Porro Herrera: Introducción, orígenes, la representación fontanesa, conclusión y estrofas del libreto.

La fiesta de la cruz ↔ manuelgcano.blogspot.com

«Feria, Faro de Extremadura» es un recorrido por la cultura y las costumbres populares de este municipio. Destaca la celebración a la Santa Cruz declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. El Excmo. Ayuntamiento de Feria ha distribuido 600 dvd entre todos los vecinos como regalo navideño.

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  • DUCADO DE FERIA

Ducado de Feria ↔ wikipedia.org

Casa de Feria ↔ wikipedia.org

Casa de Feria ↔ fundaciónmedinaceli.org

Del sitio wed de la Casa Ducal de Medinaceli, fundación creada por voluntad de la Excma. Sra. Doña Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, actual Duquesa de Medinaceli, con el objeto de conservar, restaurar, reintegrar, estudiar, promover y difundir el patrimonio histórico tanto material (inmueble, mueble y documental) como inmaterial (tradiciones, devociones, rituales, …) vinculado, a través del tiempo, a su Casa.

Genealogía de los Condes y Duques de Feria ↔ geneall.net

El Maestre Suárez de Figueroa

Biografía de Lorenzo Suárez de Figueroa; Maestre de la Orden de Santiago. Por la Asociacion Cultural Encomienda Santiaguista de Estepa.

Feria (Condes y Duques de) ↔ grandesp.org.uk

VI Centenario del Señorío de Feria ↔ dialnet.unirioja.es

Arquitectura eclesial del Señorío de Feria ↔ dialnet.unirioja.es

El Ducado de Feria y su vecindario ↔ chde.org

La Casa de Feria en Cristobal de Mesa ↔ dip-badajoz.es

Vida de Ana Ponce de León, Condesa de Feria ↔ books.google.es

Vida de Doña Ana Ponce de Leon Condesa de Feria, Monja en Santa Clara de Montilla. Con una breve relacion de la del conde Don Pedro su marido i de la de Doña Catalina Fernandez de Cordova Marquesa de Priego su hija. Revista, i acrecentada en esta segunda impresion por su primero Autor, el Padre Martin de Roa de la Compañia de IESVS.  En Sevilla, por Alonso Rodriguez Gamarra. Año MDCXV.

Los Suárez de Figueroa y el Señorío de Feria ↔ dialnet.unirioja.es

Los Suárez de Figueroa ↔ suarezdefigueroa.es

Memorial del linaje de la Casa de Feria, por Juan Carlos Rubio Masa; Trabajo publicado en la revista Intramuros al cumplirse los veinticinco años del Instituto Suárez de Figueroa de Zafra en 1995.

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FRAY PEDRO DE FERIA y otros personajes

Paternidad de Dios en el Catecismo de Fr. Pedro de Feria ↔ dispace.unav.es

Relación del obispo de Chiapas Pedro de Feria ↔ cervantesvirtual.com

Fr. Francisco de Guzmán (Extremeños en la Comisaría General de Indias) ↔ chde.org

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  • ENTIDADES DE FERIA

Bienvenido a Feria ↔ feria.es

Web del Ayuntamiento de Feria.

Colegio Virgen de Consolación de Feria ↔ juntaextremadura.net

Web del Colegio Público Virgen de Consolación de Feria.

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  • PÁGINAS PERSONALES

Feria, donde nací ↔ teodoro.info

La Web de Teodoro García Noriega (Feria y Trujillo).

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  • OTRAS

Vocabulario de Feria ↔ vozdemitierra.wiki-site.com

Rutas de senderimo por Feria y cercanías ↔ es.wikiloc.com

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Pueblo con encanto


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Pueblo con encanto

A la entrada del castillo suele haber un par de señoras con ganas de conversación, que preguntan a quienes suben a visitarlo qué les parece el paisaje; luego añaden que Feria se llena en los fines de semana. La torre del Homenaje impresiona con sus cuatro pisos, ofreciendo desde lo alto una espléndida vista de las posesiones que tenían los duques de Feria en la comarca de Tierra de Barros. Así lo dice la copla:

«Madrecita quien tuviera

la tierra que se divisa

desde el castillo de Feria»

Pueblo con encanto

La importancia estratégica del lugar queda demostrada por el hecho de que ya los romanos edificaron aquí una fortaleza sobre la que los árabes, en tiempos de Abderramán II (siglo IX), levantaron la suya. Luego, en 1460, el segundo señor de Feria mandó construir la actual torre y el recinto amurallado.

En el pueblo se conservan rincones encantadores, como la plaza de la Cruz, casi siempre llena de flores, donde se alza una cruz en piedra y hierro. La iglesia dedicada a San Bartolomé, patrón de Feria, cuya estatua figura en el arco de entrada, se levanta en uno de los laterales de la plaza porticada, donde también se encuentra el Ayuntamiento. Feria es famosa por sus fiestas de la Santa Cruz, una de las más antiguas de Extremadura, en las que se realizan cruces que se visten de flores y se pasean por las calles en procesión. En la noche del día 2 de mayo se escenifica La entrega, una pieza de teatro religioso que recuerda el hecho legendario de la búsqueda del lignum crucis por Santa Elena, en la que se recitan antiguos cantos de influencia árabe. La primera vez que se representó fue en 1545, cuando con motivo de las bodas de uno de los duques, Pedro Fernández de Córdoba, con Ana Ponce de León. éste quiso que se recordara todos los años la fecha del nacimiento de su esposa, un tres de mayo. A ella, debido a sus virtudes, los campesinos acabaron llamándola la Santa Condesa.

En un extremo de Feria queda la blanca ermita de los Mártires y, en las cercanías, el embalse de la Albuera, con fama por sus tencas. Abundan los encinares y son numerosas las piaras de cerdos. En los alrededores podemos encontrar el dolmen de la Casa del Monje, en las afueras de Feria. Ruinas del convento de San Onofre, en La Lapa a 11 kilómetros. Zafra a 19 kilómetros, con el alcázar, actual Parador y un casco antiguo donde destacan la Plaza Chica, llena de gente los fines de semana, la iglesia de la Candelaria y el convento de Santa Clara.

Pueblo con encanto

Biblioteca

Castillo de Feria


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Castillo de FeriaCASTILLOS DE BADAJOZ

María Teresa Terrón Reynolds

Ediciones Lancia

León 1992

I.S.B.N. 84-86204-80-8

FERIA

Se sitúa en el flanco oriental de la Sierra de San Andrés, frente a la penillanura del Guadiana. Se ha hablado de un posible castro turdetano como origen de esta población, también identificada como la Fama Iulia romana. En sus cercanías han aparecido restos que hacen pensar que estuvo habitada en época visigoda. En tiempos de la dominación musulmana se levantó una alcazaba de adobe, que posteriormente fue la base para la fortaleza cristiana. Feria se reconquista en 1241, y fue su liberador el Maestre de Santiago Don Pedro González Mengo. En el siglo XIII fue dominio de la Orden santiaguista, pasando después a jurisdicción de Badajoz, para ser donada en 1394 a Don Gómez Suárez de Figueroa, primer señor de Feria, junto con La Parra y Zafra. El castillo se erige entre los años de 1460 y 1513, en lo más alto de una pronunciada elevación, y junto a la primitiva ermita de la Candelaria, núcleo originario del primer poblamiento. Progresivamente el vecindario se fue extendiendo por la bajante de la ladera, erigiéndose una nueva parroquia, bajo la advocación de San Bartolomé.

Feria ha permanecido en su conjunto como unidad armónica de clara raigambre medieval, tanto en la configuración de su arquitectura popular como en su morfología urbana, lo que determinó su declaración como conjunto histórico. Presidiendo este conjunto desde la imponente altura del cerro se eleva el castillo. La fortaleza tiene planta medieval irregular. Tuvo dos recintos, conservándose hoy en mejor estado el segundo, donde se sitúa la Torre del Homenaje, casi cuadrada y de sólida fábrica de mampostería. Tuvo cuatro plantas, según se deduce de la observación de sus vanos, algunos de tipología gótica bien definida. Se aprecian aún restos de un aljibe cubierto con bóveda de ladrillo en el ángulo NO del recinto.

Castillo de Feria

Torre del homenaje del castillo de Feria.

Biblioteca


Descripción de la Villa de Feria


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PARTIDOS TRIUNFANTES DE LA BETURIA TÚRDULA

Juan Mateo Reyes Martín de Tovar. OFM

Biblioteca del Real Monasterio de Guadalupe.

EDICIONES GUADALUPE 1998

I.S.B.N.: 84-89091-71-8

Descripción de la Villa de Feria

Capítulo LXIX: Descripción de la Villa de Feria:

Situada en eminente lugar con fuerte y bien fabricado Castillo que predomina gran parte de Extremadura, yace la Villa de Feria, cabeza de Condado y sus pueblos son: Zafra, Alconera, Atalaya, Santa Marta, Solana, Villalba, La Parra, La Morera, Nogales, La Torre, Almendral. Dista siete leguas de Hornachos al occidente en 37 grados de longitud y 40 minutos y en 4 grados de latitud. Es fértil de pan, vino, aceite, ganados de todos géneros por sus dilatadas dehesas, especialmente lanar, vacuno y cerdoso de que se abastece de buenas carnes y finísima lana, frutas, legumbres, hortalizas, miel y cera, con muy buenas aguas. Es de la cabida de 400 vecinos en una Parroquia con la advocación de San Bartolomé y una hermita haciendo por Armas las de sus dueños los Figueroas. Su fundación es las de los Túrdulos Celtíberos Españoles de la Vetonia, por los años de 580 antes de Cristo, Señor nuestro, llamándola Seria, donde mudándose la S en F, dice Feria, amplificándola después el gran Julio Cesar, la llamó Fama Iulia, lo mismo que a Ayamonte. Ganóla de moros San Fernando III, los que dejando el nombre de Fama Iulia por no poderla pronunciar le dieron el antiguo de Seria, corrupto Feria. El señor Enrique IV dio título de Conde de Feria a Don Lorenzo Suárez de Figueroa. Es Feria del obispado de Badajoz y en la antigüedad fue del Convento Jurídico de Sevilla.

Ha florecido esta Villa en grandes hombres de fama en Letras, Armas y Santidad. Tuvo por hijo al R. P. Fr. Francisco de Guzmán, que, habiendo sido Provincial de la de San Miguel del Orden Seráfico, fue Procurador General en la Curia Romana, Comisario General de la Orden y después de las Indias, por el Señor Felipe Segundo. Fue Confesor de las Serenísimas Infantas Doña Catalina y Doña Isabel. Erigió las Provincias de Santa Fe en las Indias, la de Nicaragua y las Custodias de Murcia y Valencia. Fue uno de los cuatro Padres que por orden del Remo. Gonzaga, escribieron los Estatutos Generales de Barcelona. Tuvo también esta Villa por hijos al R. P. Fr. Miguel Diosdado, a dos del nombre Bartolomé Guerrero, Lectores Jubilados todos tres, y Provinciales de la Provincia de San Miguel. También fue hijo de esta Villa Fray Pedro Zambrano, del mismo Orden Seráfico todos, que murió en opinión de Santo.

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Orónimos


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  • Topónimos relacionados con el terreno:

Orónimos

El Pico,

El Llano,

Las Vegas,

La Corona,

Los Cascajales,

El Rollal,

La Cañá,

El Carretero,

Sierra Vieja,

Herrachá,

El Chorrero,

La Rayaera,

El Baldío,

El Camorro,

La Horadá

La Cuesta,

Las Cumbres,

Valdemoral,

La Lanchera,

Cabezo Reondo,

Las Vegas,

Piedra Azul,

Piedra Agúa,

Orónimos

Toponimia

Hidrónimos


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  • Topónimos relacionados con el agua:

El Arroíto,

El Chorrero,

La Rivera,

Los Cañitos,

La Mojona,

La Natera,

Del port. nateira ‘tierra enlodada, o cubierta de una capa de lodo y limo que anega un terreno y lo fecunda’, deriv. de nata ‘capa o sedimento de lama fina y fértil’.

El Venero,

Los Atenores,

Del localismo atenor ‘desagüe, drenaje natural del terreno’ Afloramiento del agua en determinado lugar del pueblo cuando la tierra está empapada por las lluvias. Por atanor ‘cañería para conducir el agua’ (Del ár. hisp. attannúr, este del ár. clás. tannūr, horno, atarjea o brocal, este del arameo tannūrā, y este del acadio tinūru[m]), con disimilación de la vocal repetida. Se usa siempre en plural.

La Albuhera,

De albuhera ‘embalse, pantano’ A partir del antiguo embalse –albuhera  vieja, el nombre se extiende al de más reciente construcción –albuhera nueva– e incluso a otros de las cercanías. Para el Drae, ant. ‘albufera, depósito artificial de agua, como estanque o alberca’ (Del ár. hisp. albuáyra ‘la laguna’, y este del ár. clás. buayrah, dim. de bar, mar). Debe tratarse de una  incorporación tardía en nuestro caudal léxico, dada la falta de aspiración de la h. Tomado del nombre que le dieron los árabes al embalse emeritense de Proserpina.

La Pocita,

Charco Manantío,

Hidrónimos

Toponimia

Fitónimos


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  • Topónimos relacionados con las plantas:

Fitónimos

Los Albolagares,

Los Cornicabrales,

Los Antiscales,

El Almendro,

El Pino,

El Álamo,

La Alamea,

Las Alameas,

La Peralera,

Los Plaos,

La Multa (Murta),

Los Carrascales,

Los Naranjos (calle),

El Alcornocal,

Huerto las Guindas,

Las Viñas,

La Romera,

Zumacalón,

El Chaparral (de Farruco),

El Alcornoquito,

Puerto Castaño,

Zumacalón (Zumbacalón),

De zumaque ‘arbusto con tallos leñosos, hojas vellosas, flores rojas y fruto redondo y rojizo’. Los frutos del zumaque tienen muchos taninos que emplean los zurradores como curtiente. (Del árabe hispánico summáq, este del árabe clásico summaq, y este del arameo summaq ‘rojo’, por el color de sus semillas).

Valdemoral,

Los Jaralitos,

La Chochera,

Álamos Durán,

Fitónimos

Toponimia

Zoónimos


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  • Topónimos relacionados con los animales:

Zoónimos

La Zorra,

La Zorrera,

La Bejera,

De abejera ‘colmenar, lugar donde están las colmenas’ y toronjil ‘planta’; con aféresis de la vocal inicial (l’abejera > la bejera).

El Novillero,

El Bramaero,

Huerto Lobo,

Cabecito Borrego,

Borrega,

Valle del Sapo,

Zoónimos

Toponimia

Antropónimos


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  • Topónimos relacionados con las personas:

Antropónimos

Don Blasco,

Martinalonso,

Palonso,

Pavazquez,

Risco Picón,

Tío Picón,

La Pascuala,

La Rangela,

Cerca Flores,

Marina,

Los Giles,

Puerto los Serranos,

Cerca Herrera,

Fuente El Chavero,

Lorenzo,

Mencía,

Valle Los Najarros,

Cabezo Zuare,

La Beata,

La Doña,

Doña Grabiela,

La Pericona,

Antropónimos

Toponimia

Otros topónimos


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  • Topónimos de relación diversa o registro desconocido:

Otros topónimos

Barrasa,

Catameque,

Los Colgaos,

Los Rapaos,

La Candoca,

El Salao,

Cubillo,

La Palacia (Sierra del Palacio),

Sierra Los Pobres,

Sierra del Castillo,

Manceñía,

Las Bramillas,

Pocapena,

La Pericona,

El Rascón,

El Mollete,

Otros topónimos

Esta página está muy incompleta. Participa aportando otros nombres.

Se agradece cualquier explicación sobre su situación, características, etc…

para completar el atlas toponímico de Feria. Gracias por su colaboración.

Toponimia

Cuando los trigos encañan


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Cuando los trigos encañan

Ya se venteaba su cálido aliento. Aunque a veces la primavera la cogía llorona y nos aguaba la fiesta («Agua, Dios; y venga mayo»); aquel año, ya se presentía, agazapao, el verano por llegar. Por eso los zagales ya andábamos en sandalias -cuando las teníamos- a estas alturas de la temporada. Los borceguiles invernales veraneaban en el doblao hasta que los primeros fríos otoñales los impulsaran a embutirse en nuestros piececitos morenos de vereas, de chicharras, de rastrojo y de eras. ¡Qué lejos quedaba la playa! El mar… Desde los cortinales algún burranco acarreaba, verde como el trigo verde, su fascinante carga de forraje. Y aquellos haces, con sus tiernas espigas preñadas de granos de cebá o de trigo, era una tentación inevitable pese a que la osadía te costara un implacable cabrestazo. Del botín dábamos buena cuenta afanándonos en pescar los bagos, una vez pelados y colocados sobre una lancha, con la punta de la lengua. Y había que aguzar la puntería porque si no, perdías y no catabas nada. Ni un bago. Namás con que humedecieras una mijina la lancha con la lengua o cogieras más de uno. Por ansioso.

La playa… Te mataran las helás. Cuando por fin el verano lanzaba su flameante zarpazo sobre el pueblo, y aunque por entonces ni siquiera se había inventado el turismo, nosotros ya veraneábamos. O por lo menos eso decía mi madre: «¡Venga, que nos vamos de veraneo!». Y, con el postín del señorito que se marcha a un crucero por el Mediterráneo, bajábamos de la cocina del doblao, la de junto al chacinero y la troje del picón; y hacíamos la vida en la colá, donde el madero de los aparejos y el cucharro, que se estaba más fresquito. Dónde va a parar. Y dormíamos al raso; sobre una jerga de paja y bajo una manta de estrellas. Mi padre desde la cubierta del barco, digo desde el piso de la zotea, me daba clases de astronomía sobre la pizarra del firmamento: «Mira, hijo, esa que ves ahí es la estrella polar. Aquellas otras, las cabrillas; este, el lucero miguero.  Y ese, el carro; y el camino de Santiago y…» Hasta que me quedaba dormido y soñaba que iba montado en un carro tirado por siete cabrillas y guiado por la estrella polar, por el camino de Santiago. Pasando por remotas constelaciones de estrellas, algunas con nombres tan cercanos como el lagarto o la zorra. Eso sí que era turismo (rural, que diría el otro). No ardiera.

* * *

Pero a lo que iba. Con el tallo del forraje hicimos una pita, y cuando vimos que pasaba una gavilla de zagalas con una cruz de las chiquininas cantándole coplas, las seguimos como si fuéramos una banda y, aporreando un latón herrumbroso, arremeábamos a la mismísima de Barcarrota. Sí, la banda de música, la que acudía al pueblo, tú te acuerdas bien, todos los años cuando las fiestas de mayo, por la Cruz.  Al día siguiente, como ya no había escuela, mi padre me dijo que tenía que ir por la tarde a Valdemoral con la burra. Sonó un cohete, luego otro, y otro. Yo cogí y me olvidé del mandao paterno. Me planté una careta y me fui con la cabalgata de gigantes y cabezudos a esperar a los músicos, que venían en el Brito, si la memoria no me falla, en el autobús de las seis, que hacía su parada en la carretera junto a la cochera del Gallinero. Más tarde, cuando me cansé de hacer el canelo, le dejé la careta a Quico Viruta a cambio de tres perras gordas. Recuerdo que me compré un pirulín y hasta un helao -que un día era un día- en el carro de siñó José Leva después de jugar a las perras en el atrio.

Siñó José Leva era «un empresario polifacético, como decía el otro, que no ponía sus huevos en la misma cesta sino que diversificaba los riesgos»; y así, además de dedicarse a la elaboración de helados, freía jeringos en competencia con Las Pacas y, cuando llegó la luz eléctrica, proyectaba películas de cine en un corralón con gallinas y todo que daba a la Corredera. Pero eso es otra historia. También se dedicaba a la compra de almendras. («No todas te van a salir dulces», le decía  el socarrón de Perrunilla, que era el que se las vendía, si se quejaba de la calidad del producto.) Lo cierto es que, para pelarlas, echaba mano, valga le redundancia, de la mano de obra barata de los muchachos de la calle como yo, que abandonábamos la escuela para tal menester. Porque ya está bien de perder el tiempo aprendiendo la retahíla de los partidos judiciales de la provincia de Badajoz y otras pamplinas como aquel romance que nos hacía recitar el maestro: «Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor…» Por eso yo me escapaba las más de las veces y me iba a poner las balletas o a coger espárragos, según lo que diera el tiempo. «¡A tú edad ya andaba yo con la piara de guarros ganándome la vida, mangante, -me relataba mi padre cuando se enteraba- que vives como un marqués y untavía te quejas! ¡Desde mañana, te vienes conmigo al campo!». Y por eso, como ya te habrás percatao, no sé hacer ni la o con un canuto. A to esto, me se olvidaba contarte que con eso de machacar almendras apenas ganábamos un real y algún que otro latigazo si nos entallaban con una peba en la boca. Pero ahora no estamos en el tiempo de las almendras, sino en el de las albillas.

Llegué tarde a casa por la noche. Al día siguiente, tuve que ir a por albillas. A Valdemoral, como ya te dije. «Porque si no, ¿a ver que íbamos a comer el día de la Cruz?» Y, aunque me perdí la carrera de burros, yo, a mi manera, rivalizaba con los intrépidos jinetes galanteando a lomos de la mi Princesa, que así se llamaba la jumenta, con las aguaeras cargadas de las susodichas legumbres. ¡Y que no corría na!.  Los zagales, por el pueblo, ya andaban medio vestidos de disanto y, como la plaza estaba llena de puestos de confites y otras lambucerías, yo ahilé pa casa por el callejón, por detrás de los corralones para que no me vieran llegar; pero algunos mozangones me estaban acechando y ábate me dejan sin una sola vaina. Cuando llegué a casa, me armaron la marimorena. Me castigaron sin dinero y me quedaron sin comer. Para que espabilara, pos ya se sabe que la hambre es mu lista.

Aquella noche, las lágrimas me impidieron ver las estrellas. Y hasta el resplandor de los cohetes que gateaban en el aire, por encima de la torre, codeándose con los luceros. Para mi consuelo, los cielos me regalaron una varilla -eso que los muchachos de entonces nos disputábamos con tanto ahínco- que fue a parar al mi corral. Con ella, tan pronto me sentía un guerrero masái arrojando la lanza contra Moro, el gato negro, al que hice blanco de mis desdichas, como un indio apache cabalgando la Gran Llanura de mi desolación; pasando por un soldadito desfilando con mosquetón al ritmo del Sitio de Zaragoza que me llegaba interpretado por la banda, para acabar siendo un pirata oteando con el catalejo el codiciado cargamento de una galeón. Y es que, a falta de auténticos juguetes, había que estrujarse la imaginación.

«Este muchacho va a ser un desgraciao -oía que comentaban mis padres-  no vale pa na.»

Al otro día, las campanas anunciaban alborozadas para todos que era el día de la Cruz. Para todos, menos pa mí porque en casa, como te puedes imaginar, estábamos para pocas fiestas. Total que, entre pitos y flautas, las de aquel año pasaron con más pena que gloria. Y por eso no recuerdo gran cosa.

* * *

* * *

Una vez que salí del pueblo a casa de unos conocíos de más posibles que vivían en la capital, para que medrara como otros medraron ya que mis padres no se podía hacer cargo de mi crianza, yo, con las pocas luces que Dios me dio, no alcanzaba a comprender cómo al llegar la Cruz, que era un disanto tan gordo, la gente se quedara tan tranquila como si fuera un día igual que otro cualquiera. Y le decía a todo el que me encontraba: «Pero ¿cómo? ¿No te has enterado? ¡Es el día de la Cruz! Hoy en mi pueblo… » Pero nadie me hacía caso, sino que me miraban como si fuera un bicho raro. (Bien sabía yo que los raros eran ellos).  Y soñaba que iba montado en las voladoras del Fontanés. Y empezaba a escuchar el alboroto de las campanas, que volteaban locas de alegría anunciando la proseción por las empinadas calles del pueblo; y la banda de música, que acompasaba el paso de la cruz. Y hasta fateaba como un podenco el olor de la pólvora de los fuegos artificiales mezclado el del los jeringos de las Pacas y la colonia de las chavalas, que iban pidiendo guerra. Y también oía el restallar de los cohetes y el pregón de los de la tómbola, y el inquieto bullebulle de la gente yendo de acá para allá… y no pararía de contarte. Hasta que me dormía acariciado por el arrullo de una coplina que, como una nana, me aleteaba susurros de cruces de mayo, de esquilitas, de blancas palomas; envuelo en aromas de clavellinas, de tomillo y romero.

Y como desde entonces empecé a marchitarme como si me hubiera caído la mangria, pos ya se sabe que el aire de Madrid mata a un hombre y no apaga un candil. Lo cierto esque yo parecía una pardal de los pelones dando las boqueás de la angustia que tenía, chacho. Así que mis padres decidieron que dejara el asfalto y regresara al pueblo. Y yo encantao porque, como en El Cabezo, digan lo que digan,  no se está en parte ninguna.

Desque pasaba la cruz, la piara de amigos revivíamos la fiesta a nuestra manera: La carrera de burros y la carrera de cintas, los pucheros y la cucaña, los cabezudos y los globos grotescos. La “gran chocolatada”, pongo por caso, la hacíamos en la borcelana, pero con chocolate de mentirijina; bueno, si quieres que te diga la verdad, con agua sucia en la que deshacíamos un cacho de estrato; y con una perra chica, no con pesetas. Metíamos la cabeza y a ver quién cogía la monea con la boca. La carrera de cintas, con tiras de papel. La traca la hacíamos con unas bolsinas de sal que colgábamos en una cuerda a la que prendíamos fuego; Por último, con el carburo de los carburadores hacíamos un barreno, le arrimábamos un cerillo y había que echar a correr a to meter para que no te explotara en la cara. Era el estrumpío final.

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El arrullo de la tórtola

Allí estaba, en el petril. Al principio oteaba el panorama con recelo desde la tapia del corral. Pero al verme, en vez de espantarse, pegó una volandá y se plantó en la zotea. Estaba mu cambiá y no fui capaz de reconocerla a primera vista. Pensé que era una paloma casera. Una de aquellas que se posaban de vez en cuando en la ventana del doblao y a las que les echaba el esportón encima en menos que canta un gallo. Pero éste no era el caso porque su plumaje tenía la brava lozanía de la que carecían las torpes y rechonchas palomas domésticas. Y en sus ojos se reflejaba el brillo luminoso y exótico propio de tierras lejanas. Sin embargo, me resultaba tan familiar y me miraba con tanta confianza que parecía que nos conocíamos de toa la vida. «¿Cómo te atreves, palomita? Si supieras que con el tirador soy un campeón y que donde pongo el ojo, pongo la piedra…». Me acerqué poquino a poco y, del sobresalto, el corazón pegó un brinco y empezó a dar más volteretas que el esquilón de la plaza el día de las juncias.

* * *

Por san Isidro Labrador, se va el frío y viene el sol. Y con el sol llegaban las tórtolas. Yo no sabía de dónde venían pero regresaban cada año. Como aparecían, con el frío, las aguanieves y los sabañones. (O las cigüeñas por san Blas). Y desde entonces, la quietud de la hesa se convertía en un continuo y apacible rruu-rruu-rruu que, al llegar el verano, adormilaba a las ovejas acarrás alreó de las encinas. San Isidro era el santo que sacaban los turras, cuando la romería, con una maná de trigo; y que tenía aquella yunta de bueyes al pie que a mí tanto me gustaba.

«Pídele a la Virgen que te haga bueno», me decía mi agüela algunas veces que me llevaba a los Mártires cuando era más chico. «No, que ya soy bueno», le replicaba yo, «pídele mejor los bueyes que están allí». «Eso no se pide; además, los bueyes son de San Isidro». «Pos entonces, pídeselos a san Isidro…». Y por más que pataleara, no había na que hacer. Ni la yunta de bueyes, ni na. Ni siquiera la collera de tórtolas que tenía otro santo que estaba enfrente de San Isidro y que se llamaba… Bueno, ahora no me acuerdo. (Me se habrá ido el santo al cielo, como decía  mi agüela).

Del que sí me acuerdo es del polarma de san Bartolo. Sobre to, desde aquel día en que el maestro nos preguntó en la escuela que quién sabía lo que llevaba san Bartolomé en las manos. Yo levanté el deo y le contesté que lo sabía, que lo había visto cuando lo sacaban en proseción allá por el mes de agosto los del ayuntamiento, y que lo que llevaba era una navaja y un cacho tocino. «¡Tú sí que eres un cacho de tocino!», bramó el energúmeno soltándome una hostia, «Claro, como en tu vida has visto un libro, qué vas a saber. Así vos luce el pelo, ¡a ti y a tos los de este maldito pueblo de mierda!». Era más malo que el purgón. La madre que lo parió, qué mala leche tenía. Santi el Vareante decía que si te refregabas las mano con un ajo porro, los estacazos que te harreaba ni los sentías. ¡Anda que no dolían! Ni ajo porro ni cebolla almorrana que valga. Y que no dolían na…

Yo me sentaba con el Charquín en el mismo pupitre. Un día va y me larga que tenía un nío de tórtolas. «Sí, con tortolinos recién salíos del güevo; en la Peralera, en la encina que está al lao del pilar de las ovejas cuando se va pa la Rivera; pero no se lo digas a naide». Al día siguiente, me escapé de la escuela y, al otro, ya tenía yo un par de pichones en casa de los que ocuparme durante el verano. «¡Como entalle al cabrón que me lo ha birlao, lo quedo en el sitio!», me contaron que masculló al enterarse del saqueo. Cuando aparecí por la escuela a la semana siguiente, yo me hice el desentendío pero el Charquín andaba con la mosca detrás de la oreja. A lo primero, como la clase ya había empezao, no dijo ni pío; pero apretándose el gañote con la mano, me dio a entender que a la salía me esperaba. Y no precisamente pa jugar a las sardinetas como otras veces.

Cuando nos dieron larga, eché a correr pa casa como alma que lleva el demonio. Y con el Charquín pisándome los zancajos. Pero ni siquiera en casa conseguí escabullirme de él. Al contrario; hecho un bejino, me reclamaba las tórtolas ya que el nío era suyo porque fue el primero que lo vio. Y que, si no se las daba, iba a haber más puños que jugando al marro. Menos mal que intervino mi madre poniéndose esta vez de mi parte y, tras alegar que «en el campo hay un nío, hoy es tuyo y mañana es mío», sentenció a mi favor, dando por zanjada la cuestión. Y así aguantamos por lo menos dos días sin hablarnos hasta que al tercero, el Charquín se arrancó un mechón de la cabeza y me preguntó conciliador mientras me mostraba un cabello: «¿Dónde va el pelillo?». «A la mar», le respondí como era lo convenío en estos casos. «Pelillos a la mar y lo pasao, pasao está», dijo pegando un resoplío, y tan amigos como siempre. Yo, en compensación y para que volviera a fiarse de mí, le propuse salir en busca de otro nío pa esos Colgaos. Que eso era lo que había de más en el campo y que no íbamos enemistarnos por un echa pa allá esas pajas, y que esta vez no se fuera de la lengua. Y así fue como el Charquín se hizo también con su correspondiente collera de tórtolas aquella temporá.

Mi amigo era tan pequeñajo, casi, como el pajarino de quien tomó el apodo; y tan listo, inquieto, ágil y vivaracho como ellos. Además, sabía imitar su canto con sorprendente perfección: «A-gua-quí, a-gua-quí, a-gua-quí». La verdad era que sabía remear como nadie el canto de cualquier pájaro. Tan bien lo hacía, que a veces llegaba a engañar hasta a ellos mismos, ya fuera una gurupéndola o una churumbela, una mierra o un tordal… Más que imitarlos, yo creo que se entendía con ellos. Y así como los pájaros le enseñaron a cantar, él consiguió enseñar a hablar a alguno de ellos: Como a aquel gayo del campo que tuvo una vez en su casa. Se llamaba Perico. A Perico le gustaban las bellotas, los higos pasaos, los grillos y los angostos; y no paraba de repetir con su voz cascada: «Perico Pelota, apareja la burra y ve a por bellotas». También tenía un tabacoso, aunque más bien parecía que era el pajarillo del babaté colorao el que lo tenía a él. Se llamaba Robín y, aunque vivía en libertad, acudía a comer en sus propias manos; además, iba a buscarlo a su casa y hasta le seguía a cualquier parte como un cachorrillo. El día que lo mató un gato, se llevó el sofocón de su vida. Le hicimos un intierro como Dios manda, le cantamos el gorigori y lo pusimos en un nicho que abrimos en la pared del corral con su lápida de cristal. Daba no sé qué ver al angelito. De cura ofició Juan Portero, que era monaguillo. Nunca vi al Charquín lloriquear como ese día y con tanto desconsuelo. Toa la escuela acudimos muy serios a darle la cabezá. Costó Dios y ayuda arrancarlo del nicho, pero durante muchas tardes lo primero que hacía al salir de la escuela era ir a ver a su querido pechirrojo.

A mí también me se murió una de las tórtolas; y es que la probe, por haberla desaniao tan contiempo, siempre estuvo mu debilucha y escuchumizá. Hasta que dio las últimas boqueás. La otra, la mi Rula como yo la llamaba, consiguió tirar palante gracias a los mimos y miramientos con los que yo la cuidaba: Le abría el pico para echarle los bagos de trigo y rebuscaba otras semillas del campo, que ablandaba en la mi boca de donde las cogía, hasta que aprendió a comer sola. También comía pipas de girasol y no le faltaba ni su ración de arena ni su lata llena de agua. Durante la siesta, me entretenía pelándole las mejores pebas. De aquellas que poníamos a secar en el poyo de la zotea, las de los melones que salían más dulces y sabrosos y que reservábamos pa simiente. Y le palpaba el buche atiborrado. Y así, fui notando, durante el calmoso discurrir de los largos días del verano, cómo crecía y cambiaba de aspecto: Primero le apuntaban los cañones y desaparecía la yesca o pelusilla pajiza con la que nacían, luego le salían las plumas y daba los primeros aleteos hasta que se hizo volandera y había que cortarle los vuelos por miedo a que se escapara. Y cómo empezaba a ruar y cómo iba engordando.

Y si a cada cochino le llega su sanmartín, a cada tórtola le llega su sambartó. Y el día del santo patrón había comía extraordinaria en la que no podía faltar un par de tórtolas en escabeche.

«Compréndelo, es ley de vida», le decía pa disculparme, «Si no, te matarían los gatos…, y si te libras de ellos, no te librarás de los tramperos ni de los escopeteros que acechan en los pasos otoñales. O el temporal de levante te haría perder el rumbo arrastrándote mar adentro lejos de tu destino. Además, si al final me enterneces y te perdono la vida, sería el hazmerreír de la pandilla».

Los días iban menguando y, por la Herrera, se asomó la primera nube que nos anticipaba el otoño cercano. Por el Cristo, las alas le habían crecío de nuevo y su plumaje se adornó con un llamativo collar de color rosado vinoso que relucía con la caricia de los rayos del sol de los membrillos. Estaba tan guapa y galana que no me atrevía a tocarla. Algo se barruntaba aquel día porque, antes de desaparecer, recuerdo que andaba como desenderá, más intranquila y rabisca que de costumbre.

* * *

Pero allí estaba otra vez, en el petril.  Era ella. La misma que yo crié, la que comía en mi propia boca. Estaba más guapa que nunca: con el arco iris de la cruz de mayo abrazao a su cuello. Había vuelto, a la querencia, después de pasar to el invierno por esos mundos sorteando peligros sin cuento. Allí estábamos los tres: la Rula, el Charquín y yo. Allí estaba la mi tortolica. Moviéndose postinera de acá para allá. Sin parar de ruar. «¿Has vuelto pa quedarte conmigo, verdad?». «Rruu, rruu, rruu…». «Dice que viene a saludarte y a agradecerte, de paso, lo que hiciste por ella el verano pasao», traducía el Charquín, más que clisao, encandilao ante aquella mirada amarilla, «y que no te enfades pero que debe seguir la llamada del encinar que la reclama». «Rruu, rruu, rruu…». «Que no debe vivir entre los hombres porque los suyos la despreciarían y un ave silvestre aborrecía por sus semejantes es un ave condenada a muerte». «Anda, Ruliña, quédate», le susurraba yo, «Si te quedas, te trataré como a una reina y haré que no te falte de na: Te conseguiré los bagos más tiernos, las pebas más escogías…, y te protegeré de los tirachinas de los muchachos y de las escopetas de los cazaores». «Rruu, rruu, rruu…». «Dice que no necesita na, que con tres semillas de verdolaga y cuatro raíces mal trabadas donde aniar tiene bastante. Que ellas no son como los humanos, que venden la libertad a cambio de unas migajas de comodidad o de un mendrugo de seguridad. Como los perros, como las gallinas… Y que ella no es una gallina». Y remontando el vuelo, añadió con orgullo: «Nosotras, como los lobos, como las águilas, como cualquier animal decente, necesitamos el aire libre del ancho mundo para poder vivir con dignidad».

«¿Y qué más?».

«Que adiós, que te quiere pero prefiere la libertad».

LA TROJE DE LAS PLABRAS

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Ultramarinos y coloniales

Mi madre me había dicho aquel día antes de irse a lavar al güerto las Guindas que, al salir de la escuela, me pasara por casa Carmelo a por una jícara de chocolate pa la merendilla.

El comercio de Carmelo estaba en la callejina del mismo nombre propiamente dicha; en las traseras del ayuntamiento, más arriba de la carnicería tirando pal grifo adonde las mujeres iban con los cántaros a por el agua. (ULTRAMARINOS Y COLONIALES rezaba el cartel que lo anunciaba en la puerta con un par de rotundas palabras evocadoras de un imperio colonial en ultramar en el que, según contaban los libros escolares, nunca se ponía el sol.) Por cima de la taberna de Perenales y por bajo del estanco de Eloy al doblar la esquina de la ca Albarracín. Dos establecimientos, el estanco y la taberna, que yo me conocía de sobra porque era adonde mi agüelo me mandaba a comprarle dos artículos sin los que no podía pasar: el vino y el tabaco.

«Anda, cano, ve al istanco y trae…» «Sí, agüelo, un paquete verde y un librito Bambú.» «Y coge la botella y tráete el vino de paso.» Las perras tenía que pedírselas a la agüela y…

Eso era lo peor. Porque la abuela Brígida era de armas tomar y no estaba dispuesta a que el su dinero, escaso y laboriosamente ganado, se esfumara por arte de birlibirloque, como ella decía.

Yo me acercaba con cautela y le transmitía el encargo balbuciendo: «Que dice… dinero… tabaco y… pal vino.» La agüela, como siempre, ponía el grito en el cielo. Yo esperaba agazapao a que amainara la tormenta. Hasta que al cabo de un rato de relatar y despotricar contra las zacatúas del destino y lamentarse de su malaventura, se arrascaba los bolsillos de la saya y cogía un puñao de moneas que arrojaba a la calle vociferando: «Eso es lo que tú haces, tirar el dinero a la calle; ¡venga, a la calle, a lo loco…!»

Entonces yo salía de mi escondiche, saltaba el lumbral, recogía una tras otra las perras gordas y chicas desparramás por el empedrao y me iba a buscarle a mi agüelo Juan el vino y el tabaco. Ya te digo, al estanco de Eloy y a la taberna de Perenales. Me acuerdo como si fuera hoy mismo: Parece que estoy viendo a Eloy, inexpresivo, parsimonioso, despachando tras el mostrador de madera, sin inmutarse, a éste un sello de correos (de esos que tenían la cabeza de Franco), a aquel una caja de cerillos o una mecha pal yesquero, al otro una pitillera de ideales, un caldogallina o dos o tres pitillos sueltos, que él mismo enliaba… Arrastrando la mano sobre el mostrador, empujaba el género con el revés y recogía el dinero con la palma como quien recoge las miajas de la mesa.

«Y un paquete verde de tabaco y un librito de papel Bambú pa mi agüelo.»

* * *

Pero en esta ocasión, tenía que ir an ca Carmelo a por una jícara de chocolate como me había encargao mi madre: «Cuando salgas de la escuela, coges un cacho pan del cajón de la mesa y le pides a Carmelo una jícara de chocolate; que ya se la pagaré desque tu padre cobre los jornales de la siega.»

«Que me dé usté una jícara de chocolate».

«¿Mande?»

«Una jícara de chocolate», murmuré entre dientes ya con menos seguridad.

«¿Y el dinero? A ver, los cuartos.»

«Que ya se lo pagará a usté mi madre cuando…», logré decir con un hilo de voz antes de que me cortara tajante:

«¡Sí, como los plátanos! Los que se llevó tu hermano la otra noche y que se quedaron por las costas. ¿Vosotros qué vos creéis, que a mí me regalan la mercancía?, ¿que los plátanos los dan las aldefas y el chocolate las albolagas? Miste que coño… Si quieres que te cante, el dinero por delante.» Y espantándome ostensiblemente como si fuera un chucho callejero, remató: «¡Venga, por la puerta se va a la calle!»

Agaché las orejas y salí con el rabo entre las patas, como suele decirse. Qué le vamos va a hacer, otra tarde que me quedé sin merendillar… Maldita sea.

Carmelo, que también tocaba el yamba en las bodas, vendía de to un poco: Tres chicas de sal, dos reales de chicoria, un ocho de aceite, una torcía pal candil, carburo pal carburador, piedra lipe, mitad del cuarto de bonito, una sardina arenque en salazón, cenachos, azúcar, papas, fideos…, media libra de chocolate Matías López (de chocolate, por llamarlo de alguna forma, porque sabía a tierra más que otra cosa). Media libra o… una jícara si la bolsa no daba pa derroches. A mí lo que más me encandilaba de la tienda era un fraile pintao en un cartón que se ponía o se quitaba la capucha según hiciera frío o calor. Y aunque a nadie le llamara la atención, yo me quedaba mirándolo como un pasmarote a ver si movía la mano en la que tenía un palitroque para señalar el tiempo que iba a hacer: nublao, revuelto, ventoso, despejao o algo así.

Pero más boquiabierto me quedaba ante el racimo de plátanos que tenía colgao en la puerta pa envidia del vecindario. Daba gusto verlos.

«¿Qué, te gustan los plátanos?, je, je, je…», se ponía Carmelo con una risita guasona coreada por los demás que a mí me sentaba como una patá en… la barriga.

Un día me puse malo con calentura y, como gomitaba to lo que comía, mi madre como último recurso le dijo a mi hermano: «Anda, Antonio, acércate an ca Carmelo a por dos plátanos, ave si le aguantan a este muchacho en el estómago.» Ave que si aguantaron. Pa una vez que uno comía plátanos no era cuestión de desaprovecharlos. Y es que ya se sabe que cuando un probe come jamón… A decir verdad, fue ésta la primera vez que los comí, pero no la única. Hubo otra vez que me puse las botas.

Eran duros aquellos años y no estaba la vida pa lambucerías y pamplinas. Pero Carmelo, el mu puñetero, no perdía ocasión de refregármelos por la cara cada dos por tres: «¿Qué, estaban buenos los plátanos?»

Corrían malos tiempos, ya lo creo: Tiempos de cartilla de racionamiento y de aceite de ricino, de güevos batíos y de leche en polvo, de cara al sol y de dotrina cristiana, de ayuno y abstinencia, de pan de ángel y de hostias consagradas (y por consagrar). Y de hambre vieja.

Aunque yo, todo hay que decirlo y no es por presumir, mucha hambre, lo que se dice mucha, mucha…, no pasaba. Y es que me las apañaba como podía: con el rebusco o comiendo lo que nos daba la madre tierra de balde, y hasta me sobraba pa venderlo. De esta forma, me ganaba algunas perras vendiendo en la Corredera o de casa en casa berros y conejeras, espárragos y tagarninas, acinojos y algachofas, higo chumbos y… peces. Lo mismo que otros vendían melones, carbón, tierra blanca, ajos, altamuces, garbanzo tostaos, pimienta o tripas pa la matanza.

«¡Peces!, ¿quiere usté peces?» Me acuerdo de aquella vez que fui a la rivera a por peces con Jenaro el Doblao y con Pedro el Chiquino, el hijo de José el Chiquino. El que tenía un bar debajo del Casino.

* * *

Ya era verano y, pa refrescarnos tras la caminata, nos zambullimos empelote en el agua, en un charco que había cerca del puente de la carretera general. Después remontábamos la escasa corriente y con cestas, a embozás o como fuera cogíamos los peces y los echábamos en el cesto que llevábamos. De repente…

Oímos un zambarcazo y una avalancha de plátanos y tabletas de chocolate se precipitó al pie de donde estábamos desparramándose hasta el agua. Una parvá de plátanos, de chocolate y de no sé cuántas cosas más: galletas María, bacalao… Allí mismo, al alcance de la mano y como llovíos del cielo. Muchos plátanos y mucho chocolate. Pero no del que vendía Carmelo y que sabía a tierra, sino del bueno: Auténtico chocolate LA REINA DE LOS ÁNGELES. (Plátanos los probabas alguna vez si tenías la suerte de caer malo, pero pa que cataras el chocolate de La Reina de los Ángeles, tenías que estar medio muerto.)

Después de reponernos de tamaña sorpresa, empezamos a echar mano de algún que otro plátano o de una tableta de chocolate. Primero con mucho disimulo y precaución, pero en vista de que nadie nos ponía trabas ni estorbaba nuestro atrevimiento, decidimos arramblar con to lo que podíamos hasta que llenamos el cesto. Y hasta un saco que llevábamos.

Ya de vuelta a casa y, cuando estábamos a pique de echar los bofes, vimos acercarse por el camino el carro de los hermanos Torongos. Menos mal que se compadecieron de nosotros y, al vernos en plena siesta con aquella carga tan grande, nos dejaron montar en el carro.

En el herradero nos estaban esperando los civiles: «¿De dónde venís? A ver, ¿qué lleváis ahí? ¿Y dónde los habéis cogíos?, si puede saberse.» (Aquel tío preguntaba más que el catecismo.) «Un ca… camión, un camión que sa… sa embrocao», consiguió tartamudear el pobre Jenaro temiendo que de ésta no se libraba de la cárcel. «Allí, en el puente», añadió apuntando con el deo la carretera. Los civiles nos ordenaron que los siguiéramos hasta el cuartel porque nosotros teníamos que declararlo y ellos tenían que dar cuenta. Pero que el producto no lo decomisaban; así que, si nadie lo reclamaba, era nuestro.

Por fin entramos en el pueblo. Delante, abriendo el cortejo, iba la pareja de la Guardia Civil; detrás los hermanos Torongos con el carro mulas y, en el medio, nosotros tres: primero Jenaro con el saco al hombro y a continuación Pedro el Chiquino y yo con el cesto colmao con tan inesperada como sorprendente pesca. La gente se asomaba a la puerta de la calle al vernos pasar haciendo toda clase de suposiciones y comentarios. Y es que aquel no era un espectáculo que se viera tos los días. Es verdad que muchas veces nos vieron llegar del campo sin que nadie se inmutara; pero con acinojos, algachofas, higos, bellotas y cosas de esas. No con plátanos; y menos untavía, con chocolate. «¿Desde cuándo se crían plátanos y chocolate en los campos de Feria?», se preguntaban unos a otro sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Y algunas viejas se hacían cruces porque se figuraban que era cosa de brujería.

Cuando llegamos a la plaza, aquello se había convertío una proseción más que otra cosa. Entonces, camino del cuartel entre aquel barullo de gente, me percaté de la presencia de Carmelo: Allí estaba, en la puerta de la tienda, contemplando la función sin perderse detalle. «¡Mira, Carmelo!», le grité al pasar mientras me zampaba un plátano y le aventaba con las cáscaras, «¡Mira: plátanos, de las aldefas; chocolate, de las albolagas!»

«¡Me cago en la leche que mamaste!», se ponía arrascándose detrás de la oreja, «Si no lo veo, no lo creo; si no lo veo, no lo creo».

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La feria de san Miguel

Desde que la Princesa parió al burranco, no tuve otro juguete que Cigüeño; pues ése era su nombre de pila. Aunque decir juguete, es bien poco ya que pronto se convirtió en mi mejor amigo. Y también me quedo corto porque, más que amigo, era como de la familia. Tanto lo llegué a querer que untavía, al cabo del tiempo…

«¡Cigüeño, cigüeñino!» Y el borriquillo, na más verme, se acercaba trotando, retozón; haciendo cabriolas y dando corvetas como un chivino, más contento que una sonajera. ¡Era generoso y castizo como él solo!

Del nombre tuvo la culpa mi hermano, que al verlo na más nacer dijo, no sé si por las patas o por el pelaje: «Anda, parece una cigüeña» Y con Cigüeño se quedó.

Pero fui yo el que me encargué de cuidarlo y de criarlo tan pronto como dejó de mamar. Mientras mi padre se ocupaba de la burra y de los mulos, yo cogía el cuartillo de las gras del doblao y lo llenaba en la troje del revuelto; después iba a la cuadra y le echaba el pienso en el pesebre chico junto con la paja que recogía en el pajar con un esportón. Algunas veces, me montaba en el burrino de un brinco y él se dejaba llevar sin hacer movimientos extraños para que no me cayera. Y así fuimos creciendo juntos y haciéndonos el uno al otro, sin que se distinguiera quién estaba más encebicao con quién. Y es que no podíamos pasar el uno sin el otro. Otras veces le llevaba a escondiíllas una sandía, que le gustaba mucho: «Anda, cómetela; pero no se lo digas a naide».

Por la tarde, en cuanto me barruntaba llegar de la escuela, empezaba a roznar; y yo me iba con él al cortinal donde lo dejaba a plao, suelto y campeando a sus anchas. Si era preciso, le pasaba la rasqueta pa limpiarlo o lo llevaba a esquilar. Y no hacía falta que le pusiera el acial ni la manea de tan noble y dócil que era. Y si iba con la Princesa a por el forraje o a llenar los cántaros en el pilar de Arriba, él me seguía a to las partes.

En el pueblo to el mundo lo conocía, especialmente los muchachinos, que al verlo pasar, lo llamaban; y él se iba encantao a rehollar con ellos. Muchos días nos íbamos con él a por grillos o a bañarnos en las albercas si era verano, y al rebusco de la acitunas o a comernos la burrica si era invierno. Y volvíamos a casa jugueteando y haciendo piruetas con Cigüeño. Era como uno más de la pandilla: Si había que jugar a entera, él hacía de burro y los demás saltábamos por encima; y si jugábamos a coger, se ponía a corretear como uno más de nosotros. Cuando echábamos una carrera, siempre llegaba el primero y no había quien le ganara. Y nunca se mosqueaba. Al contrario: si nos veía contentos, se alegraba; y si nos veía triste, se apenaba. Y si nos peleábamos, nos miraba con cara de pocos amigos como reprochándonos: «Pero mira que sois burros».

* * *

Aquel año mi padre me llevó, como otras veces, a la feria san Miguel. Me levanté mu temprano. Mucho antes de que los gallos cantaran llamando al nuevo día. ¡Cuánto había deseado que llegara este momento! Mientras aparejábamos las bestias, el corazón parecía que me se iba a salir por la boca. Por fin emprendimos la marcha. Como Cigüeño ya podía conmigo, yo iba montao en él, en pelo y con los pies descalzo; pero más pincho que un zagal con zapatos nuevos. Mi hermano, como era mayor, iba delante montao en la Princesa, que ya se sabía el camino mejor que Brito, el coche de línea. Mi padre iba detrás dejándose ir con los mulos.

En el pilar Manceñía, nos paramos pa que abrevaran las bestias. Y yo iba grabando en mi memoria hasta el más insignificante de los detalles mientras pasamos por el güerto las Guindas, el Carretero, los Albolagares, la Rivera, la Hesa Zafra y Cantalgallo.

«Vas a ver»; le iba explicando a Cigüeño to entusiasmao: «Iremos a ver los caballitos y nos montaremos en las cunitas… Tú, como nunca saliste del pueblo, no has visto nunca el tren, ni siquiera la luz eléctrica. Hay tantas luces y rebrillan tanto que por la noche apenas se ven las estrellas. Y no los candiles con los que nos alumbramos en casa. Y hay un circo con payasos que dan mucha risa, domadores de leones que dan mucho miedo y unos bicharracos tamaños como el castillo que se llaman elefantes. También hay muchos mercachifles y sacaperras pregonando golosinas, juguetes y archiperres de to las clases: bolindres, repiones, bastones de dulces y hasta turrón. ¡Cómo nos vamos a poner! Y la tómbola: ¡Siempre toca: si no un pito, una pelota!»

«A ti, Cigüeño, te voy a comprar una jáquima: la más bonita que haiga. Aunque tenga que robar pa comprártela. Vas a ser la admiración de la feria, Cigüeñete. Seguro que más de una burranca te se queda mirando mascando más yerba que la burra Alfaro. Pero tú no empieces a roznar como un borrucho cualquiera, garañón; que te conozco. Date importancia. Tú, con la cabeza bien alta, más airoso que la Puerta el Perdón. Porque tú vales mucho y no te vas a ir detrás de la primera pollina caliente que solicite tus servicios. Y allí tendrás donde elegir… Ya verás como impresionas. Y yo, yo me sentiré orgulloso de ser tu amo».

«Y ándate con mucho ojo, no te vayas a perder como me pasó a mí un año cuando era más chiquinino: Pos que me fui detrás de un cíngaro que llevaba un oso que bailaba al compás del pandero. Tuvieron que estar mucho tiempo buscándome porque me encontraron, con más hambre que los pavos de Bote, lambiendo la cristalera de una pastelería».

* * *

Llevaríamos unas tres leguas interminables de camino cuando, a lo lejos, ya se divisaba la torre de la iglesia de Zafra perfilándose en el horizonte sobre la tenue línea de la primera luz del alba.

Cuando llegamos, el rodeo era ya un hervidero de ganao y de gente que se afanaba poniendo el hato donde se terciaba. Así que nosotros pusimos el nuestro donde mejor nos pareció, con la jerga donde pasaríamos la noche. Merchanes, chalanes, arrieros, recueros y otros tratantes… iban acudiendo mientras el sol asomaba la gaita desperezándose como un gato. Entretanto, los más madrugaores echaban un vistazo a la concurrencia de muletos, jamelgos y jumentos que se iban congregando.

De vez en cuando, un potro ligero de cascos se desbocaba y había que domeñar y meter en verea al ganao que se alborotaba. Yo ayudaba a mi padre, como un feriante más, a ponerle el morral a la burra sin perder de vista al Cigüeño que, algo atorrullao, no salía de su asombro ante el ajetreo de traficantes y recuas de animales que iban y venían.

Un gitano que lo vio, se acercó y acariciándole la testuz se lo procuró a mi padre, y que cuánto quería por él. Yo pegué un bote y, abrazándome al pescuezo del borrico, le solté despectivo que no estaba en venta. Y que no tenía dinero pa comprarlo ni aunque tuviera to el oro del mundo. Entonces mi padre hizo un ademán de resignación y el gitano se alejó echando pestes. Y es que to el que pasaba por allí, se quedaba mirándolo mientras pronunciaba algunas palabras entre signos de admiración.

«Ya te lo dije», le susurraba yo al oído, «¿No te das cuenta cómo se le cae la baba a la gente alabando tu instinto y tu talento? Por eso te quieren comprar. Pero no me mires con esos ojos suplicantes que parecen dos pozos llenos de negros presagios en los que me da vértigo asomarme. No te preocupes, que yo no pienso deshacerme de ti ni aunque me den Zafra entera con tos los churretines. Y tú prométeme que nunca vas a separarte de mí. ¿Trato hecho?»

Y el mu zalamero, ya más tranquilo, se arrimaba hasta rozarse conmigo y, haciendo cirigoncias, me daba a entender con la cabeza que sí, que me lo prometía porque no concebía la vida lejos de mí. Y es que aquel animalito tenía más conocimiento que muchas personas que yo conozco.

* * *

Pero, pa ganarse el mendrugo de pan, hay que trabajar antes; y, como el sol ya empezaba a picar, mi padre me mandó con el barril a sacar algunas perras. Conque cogí el de Salvatierra y fui a llenarlo de agua a un pilar mu grande que estaba bastante lejos del rodeo. Entonces me puse a vociferar a pleno pulmón:

«¡A gorda el hartón de agua!»

No tardaron en caer las primeras moneas.

En uno de los viajes al pilar, Me pasé por un puesto en el que vendían arreos y aperos de labranzas: albardillas, anterrollos, biergos, cribas, hocinos, campanillos… y jáquimas. Había una que na más verla me dije: «Esa, pal Cigüeño». Era la jáquima más bonita de toas: En el frontil tenía dos cucardas o escarapelas con cintas de adorno a cada lado, la testera tenía un quitapón de lana de colores con borlas, un rosetón que caía sobre la frente y un mosquero; las quijeras y la hociquera estaban primorosamente bordás y unas vistosas antojeras…, con una ringlera de cascabeles en las barbás.

«¡Es preciosa! Anda que no iba a presumir na el mu papelón». Después, ya le encargaría al albardero una albarda que estuviera a la altura de la jáquima. Pero debía valer una fortuna. Y no iba a vender el burro pa comprársela como aquel que vendió el guarro pa comprar el dornajo. Porque yo era pobre, pero no tonto. Así que, seguí trajinado con el agua.

Al paso que el día avanzaba, el sol se dejaba caer con más fuerza. «Aprieta, Lorenzo», le animaba aunque yo estaba sudando a caños; «No me seas maricón y arremete con cojones. Abrásales hasta el mondongo con tal de que no paren de refrescarse el gañote»

Menos mal que el veranillo de los membrillos se presentó aquel año a su debío tiempo aliándose conmigo. «Al verano no se lo comen los lobos», solía sentenciar mi padre para rubricar a continuación: «y al ivierno, tampoco». Pero eso era el verano y el ivierno, que eran unos caballeros muy cumplidores y cabales. El veranillo de san Miguel, en cambio, era un zascandil informal y algo chirimbaina del que no podía fiarse uno; y a lo mejor le daba por escurrir el bulto en lugar de presentarse y dar el callo cuando era su obligación. Pero esta vez, supo comportarse y estar a la altura de las circunstancias.

«Tiene que ser mu cara, ¿cuánto costará? Lo contento que se iba a poner el mi burranquino cuando me viera llegar con ella. ¡Y cómo luciría en su cabezota! Cuando llegara al pueblo, to la gente se iba a quedar clisao y con la boca abierta al verme pasar con él»

Conté las perras que había cosechao hasta el momento, pero la jáquima debía valer mucho más. Allí estaba. ¡Y que no era bonita ni na! «¿Cuánto cuesta?» Me atreví a preguntarle al tío gordo que las vendía. «Cinco duros», respondió mirándome de arriba a abajo con una sonrisa desdeñosa como diciendo: «¿De dónde vas a sacar tú tanto dinero, so pelagatos?» «Eso mismo me pregunto yo», musité con una cara de pena que al tío le debió llegar al alma (si es que la tenía), «que de dónde voy a sacar tanto dinero». Pero no estaba dispuesto a rendirme así como así y, sacando fuerzas de flaqueza, seguí acarreando hecho un azacán:

«¡A gorda el hartón de agua!»

Ya había perdío la cuenta de los viajes que había dao. Si no me pasé ochenta veces por el pilar y, de paso, por el puesto de los aparejos, no me pasé ninguna. Estaba reventao pero no me derrumbé. Más que na, pensando en el mi Cigüeño. La verdad era que la bolsa iba engordando. «El negocio va viento en popa, pero cinco duros son muchas gordas». Fui a cambiarlas y volví a contar el dinero.

Miré pa arriba y, como el sol ya empezaba a declinar, yo intentaba darme ánimos: «Ya falta menos». Hasta que por fin reuní la cantidad necesaria. Entonces fui a recoger la jáquima y, aunque los pies me dolían y hasta sangraban, salí como una salación hacia donde teníamos el hato. Allí estaría esperándome, impaciente, el Cigüeño. Ya me imaginaba montao a su grupa, sobre las alforjas nuevas y con la jáquima que acababa de comprar; presentándome en el pueblo con más garbo que si cabalgara un purasangre. Es verdad que no me podría montar en los cacharritos, y menos ir al circo; ni llevarle las garrapiñas a mi madre; o los dátiles, que tanto le gustaban, a la agüela; ni comprarme el repión… Pero el Cigüeñino se lo merecía y por él estaba bien dispuesto a lo que fuera.

Iba galgueando y con la lengua fuera. To cefrao y al borde de la extenuación. Pero no me importaba porque por dentro me sentía ligero y radiante como una centella. Y la criatura más satisfecha sobre la faz de la Tierra: La felicidad corriendo con los pies descalzos y maltrechos, con un barril en una mano y una jáquima en la otra, jaleada por el tintineo de unos cascabeles…

* * *

Recuerdo, eso sí, la cara de mi hermano, que me salió al encuentro: «¡Ha vendío al burranco!», dijo con la voz oscura y profunda como saliendo del fondo de una cueva, pues él sabía de sobra la tormenta que se avecinaba. «¿Que qué?». «Que papa ha vendío al Cigüeño. Le ofrecieron tanto dinero que no tuvo más remedio que…»

Pero a partir de aquí, ya no puedo -ni quiero- acordarme de na. Sólo sé que me contaron, algún tiempo después, que salí de estrampía gritando su nombre como un loco. Que unos mulos se espantaron y ábate me matan; que me recogieron del suelo casi sin sentío y me llevaron de vuelta a casa. Y que temieron por mi vida. Y que me pasaba las noches llamándolo hasta que me quedaba rendío sollozando: «¡Cigüeño, Cigüeñino! ¿Pero dónde te habrás metío? Cuando te coja, julandrón, te vas a enterar».

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La primera vuelta al mundo


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La primera vuelta al mundo.

«¿Cuál es el pueblo que está más lejos del mundo?»; pregunté aquella noche, sentao a la camilla al calor del brasero, mientras intentaba recomponer el mapa con un rompecabezas de cubos de cartón conseguío con los vales de la dotrina.

Mi padre dejó de picar las migas pal almuerzo del día siguiente, se arrascó la cabeza y, con los ojos aguzaos enfocando el infinito, trató de rebuscar la solución en algún recoveco de su cerebro. Pero como esta se le resistía, cogió la tapa de la caja y, después de observar a la luz del quinqué el mapa de América allí pintao, acertó a descifrar un nombre que le resultaba familiar: CUBA

«¡Ese es el pueblo más lejano!», respondió con resolución. «Velahí onde está: Cuba. Allí estuvo tu agüelo a pique de dejarse el pellejo cuando se armó la zapatiesta y perdimos los barcos además de la honra. Y según relataba al cabo del tiempo, aquello estaba en el fin del mundo». Y agregó, endosándome un enigma aún más inquietante: «Menos mal que se salvó por los pelos; si no, ni tú ni yo estaríamos aquí». Pues era incapaz de comprender qué demontre tenía yo que ver con la guerra de Cuba.

* * *

Para mí, sin embargo, el mundo estaba confinado en el territorio que se dominaba desde la zotea de mi casa o, a lo sumo, desde el castillo. Sí, allí estaba, tendido a mis pies, en toa su amplitud y a vista de pájaro; jalonado por lejanos poblachones como Solana, Aceuchal, Almendralejo o Villafranca. Y Zafra, donde más lejos había estao. Más allá, el resto del mundo, inexplorao e incierto, apenas imaginao. Y si existía, para el caso, daba lo mismo, porque posiblemente nunca llegaría a descubrirlo. Aunque lo más seguro es que fuera de mentirijina y perteneciera al reino de la fantasía, como podía serlo el País de las Maravillas, la Tierra de Jauja o el Paraíso Terrenal. También la Cuba esa. Es cierto que, muy de tarde en tarde, se divisaba algún vehículo atravesando aquel paraje por la carretera general, como aquellas estrellas fugaces que en verano cruzaban velozmente el cielo, desapareciendo en el inte, sin saber de dónde venían ni a dónde iban. Y si el firmamento era el mismo desde dondequiera que se mirase, ¿por qué no iba a ser toa la Tierra esta parcela de tierra que se extendía ante mis ojos?

Por tanto, aquello era no solo el mundo entero, sino todo el universo: El sol que sale por La Fuente y el sombrero del tío Noriega cuando asoma por La Herrera anunciando el temporal, Sierra Vieja y El Llano, el día y al noche, la torre y el castillo, el nío de cigüeñas y el camino la zorra, el molino de abajo y los portales de arriba, la escuela de siñá Justa y el carro los helaos de siñó José Leva, los tostaos de la tía Juliana y el calostro de las vacas del tío Canelo, Perrunilla con la faca y el doblao de la agüela pa esconderme, cuando pasaba por la callejina con el saco al hombro donde metía a los chiquinos que degollaba…

Con los confines nos comunicaba (o nos aislaba, según se mire) una pista de tierra tan tortuosa y empiná como las gras del campanario y por donde, de vez en cuando, se adentraba algún viandante: Tomás el de la pimienta, el ajero de Aceuchal con las ristres al hombro, el arriero de Salvatierra con los cántaros y barriles, el afilaó con su inconfundible melodía y su rueda chispeante, el tierrablanquero, el costalero…

Y el tío de los hierros viejos. Este era el más esperao por la chiquillería: Llegaba con dos o tres sacos llenos de algarrobas y se marchaba con el serón cargao de «hierros viejos». A cambio de una ambozá de las tersas y sabrosas vainas acastañadas, le entregábamos nuestro tesoro consistente en un cacho de escardillo romo por el uso y unas estrébedes cojitranca, un cerrojo y una fechaúra fuera de servicio, la reja jubilada del arao y un diente mellao de una máquina de maquinar, dos o tres clavos herrumbrosos y algunos callos gastaos que los burros había perdío por esos caminos de herraúra; entre otras alhajas pieza a pieza acumuladas. To se aprovechaba; na se desperdiciaba.

De este modo, íbamos sobreviviendo a la dita «con una economía de subsistencia y autoconsumo», como decía Amadó, que era mu letrao; «con ayuda del trueque como moneda de cambio». Eso debía ser también lo que yo hacía cuando le cambié a Matamoros los bolindres de grea que le gané jugando al gua por un pizarrín de manteca. O cuando, al oír a la tía Juliana pregonando: «¡Cambiooh crúo!», salía con la lata, de esas de conserva a las que Quico el latero les pegaba el asa, y se la entregaba colmá de garbanzos. Ella me la devolvía con los tostaos, pero menos de raída. Cosa que me mosqueaba mucho, porque me quedaba con la impresión de que me timaba.

Aquella carretera propiamente dicha, tan rehollá por el trasiego de bestias y ganao como poco transitá por el tráfico rodao; a no ser por algún carro mula o la carreta con los bueyes de Casquete. Y a la sazón, también por un renqueante coche de línea arrastrando una polvarea; o por un quejumbroso camión, que se desgañitaba en la Romera bregando penosamente por remontar la cuesta. Era el camión de Lirón, acarreando las escasas mercancías importadas por los comercios del pueblo. Esa era la ocasión esperá por los muchachos, agazapaos en la cuneta, para engancharnos en la trasera; aunque alguno lo pagara con una chifarrá o se dejara los dientes y hasta alguna oreja en el intento. A veces, algún intrépido paladín se lanzaba al abordaje y, encaramándose en el cajón, arrojaba a la calzada, cual bandido generoso, una caja de galletas María, a la que nos abalanzábamos los demás, apostados a la espera del botín, para dar buena cuenta de la presa.

El mismo camión y la misma carretera por donde desapareció el Charquín con sus escasas pertenencias camino de esos regueríos. Y fue como si se lo tragara la tierra, porque ya no regresó ni vivo ni muerto. Lo cual confirmaba mis sospechas sobre lo temerario de aventurarse en ese fabuloso más allá:

«Nos vamos a un pueblo nuevo, sin estrenar; cerca de un río veinte veces más ancho que la Corredera (Dice mi padre que a su lao la Rivera es una meá de gato)», comentaba poco antes de alzar el vuelo. «Allí los campos dan tomates y pimientos pa caé malo sin esperar que el agua caiga del cielo. La casa te la dan de balde; también te regalan una vaca lechera, y hasta una yegua; y…» No paraba de contar.

Yo lo escuchaba con algo de envidia pues, tal como lo pintaba, aquello suponía el retorno al paraíso perdido. Y ya lo imaginaba paseando en una jaca a la orilla de un río caudaloso, nadando en la abundancia. En cambio, yo me tendría que aguantar y quedarme aquí. Y es que mi padre estaba más arraigao en el terruño que las argatunas. Y no había quien lo arrancara del Cabezo, porque «más vale lo malo conocío que lo bueno por conocer».

«¿Qué te pasa?», me preguntó mi madre por aquellos días al encontrarme más pensativo y amilanao que de costumbre, mirando el horizonte.

«Que se va…»

«Dios los cría y ellos se juntan», sentenció ella cuando acabé de referirle lo del Charquín. «Pos si se va, que se vaya… ¡y cuánto antes, mejor! No habrá en el pueblo otros muchachos pa juntarse mejores que ese méndigo».

«Pos es bien bueno…»

«Sí, de los Buenos de Villalba. Como tú».

Mendingante o no; a buen seguro era más alfayate que naide cazando pájaros con losas o pescando ranas en las charcas con una caña y una cuerda en la que ataba un grillo o un angosto. Más respeluco daba viéndolo cazar lagartos: Hubo días en que, acorralao por los guardas y empujao por la gazuza, metió el deo en la cueva y, dejando que se lo mordiera, dio un tirón con el bicho recolgando. A continuación, encendíamos una candela pa asarlo y nos los comíamos en menos que canta un gallo. Por eso yo lo apreciaba y hacía buena gavilla con él. Y no quería que se fuera del pueblo porque, aunque era probe, lo poco que tenía era de tos.

No como Juanito Buzo, que era el único que tenía un triciclo pero no se lo emprestaba a nadie; y menos a un arrapiezo como yo, que siempre andaba hecho un farragua. También tenía una peseta: Tolas tardes sacaba la monea del bolsillo y nos proponía una carrera. «El que gane se la lleva», aseguraba mostrándonos la rubia mientras la mirábamos con los ojos haciendo chiribitas. Para nosotros, que nunca tuvimos una peseta ni rubia ni morena en la faldiquera, aquello era un reto que no podíamos dejar escapar. Y echábamos las asaúras pa llegar el primero. Y asín, una tarde tras otra…

«¡No vale, que tú saliste antes de tiempo!», le decía al que llegaba primero. Y, como siempre encontraba una disculpa pa no soltar el trofeo prometido, se la volvía a guardar hasta la próxima ocasión. Por el santo que sea, nunca conseguimos que  pasara del su bolsillo al de alguno de nosotros.

Ni como Juaquinito, el hijo del maestro, que nos cobraba la entrada si queríamos ver la película en un cine de juguete que le cayeron los Reyes, en el que los muñecos corrían palante y patrás según le diera a la manivela.

Eran lo niños ricos. Como eran limpios, guapos y buenos, los reyes magos les caían a ellos los juguetes más caros. También se distinguían porque tenían papá y mamá; pero especialmente por sus nombres: Juanito, Juaquinito, Angelito, Isabelita, Encarnita o Dolorita. Mientras que los demás éramos conocíos como el Mocho, el Chobo, el Cojo, el Sucio, el Pelón, el Pinta… y el Pintao.

Yo también tenía juguetes, pero no costaban na; aunque pa mí valían mucho más que el triciclo o el cinenín ese: güesos, cartones, el aro, la bilarda, el tirador… y un platillo.

Además tenía un pizarrín de manteca, con el cual me entretenía aquella tarde, trazando un circuito en el suelo. Con sus etapas correspondientes de trecho en trecho señaladas: La Parra, Villalba, Almendralejo, Los Santos… Precisamente los siete u ocho pueblos esparcíos por el contorno que me rodeaba. El mundo entero, ya te digo, con el Mirrio descollando como pico culminante y surcao por el bajial de la Rivera, que salvaba la carretera de La Fuente por el puente los Diesojos. Sin faltar detalle: Allí estaban la albuhera, el cortijo don Ángel, el Cubo la Canal, la cuesta la Romera… Los güesos (de albarillos, ciruelas y cerezas) eran los coches y carruajes; una caja de cerillos, un camión… Tos los cacharros rodante que existían por entonces y que se podían contar con los deos de una mano.

Y allí estaba yo, en el ombrigo del mundo: Justo donde se cruzan los caminos que llevan a los cuatro puntales de la Tierra. Dominando el panorama con la amplitud de miras del ser superior que habita en las alturas frente al patán del llano, que apenas ve más allá de sus narices.

Las cigüeñas ya habían acabao de hacer el gazpacho, y el reloj de la torre dio las cinco. Al poco tiempo, el sosiego de la tarde fue quebrado por el retumbante traqueteo de un carro rebotando con las ruedas de hierro en el empedrao de la calle: Se trataba del carro de los helao arrastrao por el propio José Leva, que hacía de mula enganchao a los varales. Y esta era la señal que marcaba el final de la siesta. Como to los domingos, la Corredera se iba convirtiendo en un enjambre bullicioso de zagales, que acudían por las esquinas dispuestos a jugarse las cuatro perras en los guas del atrio, y a gastarse las ganancias en las lambucerías (alvellanas, chochos, papas fritas, estrato, confites, cigarros de chocolate, cohetes…) que ofrecía el puesto de Fefa la Pelona. Algunos nos contentaríamos con devorarlas con ojos golositos mientras nos espantaba como a moscas para abrir paso a Juanito y a Juanita.

* * *

Pero yo, esta tarde de verano, estaba enfrascao en otra ocupación más trascendente. Allí seguía, en la zotea, guiando aquel platillo por los senderos de la vida recién estrenada, con el destino en mis manos y toda la eternidad por delante… Jugando a crear el mundo y manejarlo a mi antojo como un dios caprichoso y prepotente. Por más que mi madre, viéndome en tal trance, dijera con menos imaginación: «Cuando el diablo no tiene na que hacer, mata moscas con el rabo».

Poco a poco, fui desplazando el tapón a través de la pista de bordes blancos con el toque mágico de la uña del corazón impulsada por el pulgar. Sorteando los peligros, mientras avanzaba a capirotazo limpio, bombón tras bombón, a lo largo del trayecto: En el Subibaja, no me estrellé con el coche de Juan el Chofe de milagro; en los Antiscales, enfilando Santa Marta, los civiles me pusieron una multa por correr más de la cuenta y me retuvieron durante cinco interminables minutos. En el Cuarto el Monte atajé al Pajarote, que venía como un amoto y, en el Horno Zapata, al camión de Lirón, que venía a paso de tortuga. Tras algunos percances más (como cuando me salí de la carretera, ya rebasao el pozo de beber, y fui a parar a la Romera, donde estuve esperando que el camión lograra gatear la dichosa cuesta) conseguí por fin completar el recorrío. Y culminar la hazaña: Había dao la vuelta al mundo; la primera vuelta al mundo con un platillo.

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La canica de cristal

El bolindre cristaloso


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El bolindre cristaloso

Ahí sigue, en el cenicero; junto a la llave y la moneda. En el pueblo hay silencio. Un silencio quebrado solamente por un coche o un televisor en marcha. Desde el fondo de la canica, a punto de abandonar la niñez, un muchacho se aferra a ella mirándome con los ojos muy abiertos, asustado por primera vez ante el porvenir que le espera y sin querer reconocerse en el viejo que lo mira desde el otro extremo de la existencia. Es el mismo niño que está ahí, delante de un mapa y con un libro que no parece interesarle mucho entre las manos; en la vieja foto escolar. Y de la que parece que va a saltar de un momento a otro para recuperar su apreciado “bolindre cristaloso”.

Localismos: La troje de las palabras.

El bolindre cristaloso

La canica de cristal

La troje de las palabras


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Localismos empleados:

La troje de las palabras

A

ábate: Por poco, casi. Fascinante pirueta del imperativo del verbo ábarse ‘¡apártate!’ que, pasando por interjeción (equivalente a ‘¡cuidado!’), terminó en adverbio con el valor de  ‘¡por poco!’: ¡Ábate me mato!

acarrarse: Juntarse las ovejas para darse sombra y resguardarse del sol.

aceite de ricino: Aceite extraído de la planta ricino que sirve como purgante. El aceite de hígado de bacalao se emplea como reconstituyente, y también sabe a rayos.

acerón: Acederón, planta silvestre de sabor ácido como la acedera.

acial: Mordaza para opimir el hocico de una bestia mientras la hierran o esquilan.

acinojo: Hinojo, planta de sabor anisado que recogen los muchachos.

acituna: Aceituna. Esta la recogen los acituneros.

adormilar: Adormecer, dar o causar sueño.

aguaeras: Aguaderas, recipientes para llevar cántaros de agua o frutos a lomos de una caballería (solián estar hechas de vástigas o renuevos de olivo entretejidos).

aguanieve: Avefría, ave que acude a hibernar a nuestros campos. Más frío que una aguanieve, se dice que tiene uno que está arrecío).

a-gua-quí: Repetido, sílabas que se aplican a las tres notas del canto del carbonero y el herrerillo (→charquín).

agüelo, la: Abuelo, la.

ahilar: Enfilar, dirigirse. (Ahila p’alante).

airoso: Garboso o gallardo. (Mas airoso que la →Puerta el Perdón)

albardilla: Almohadilla de la collera (→anterrollo) sobre la que se ajusta el yugo o canga.

albarillo: Albaricoque.

Albarracín: Calle del pueblo (El →grifo está en su confluencia con la calle Los Mesones).

albilla: Guisante.

albolaga: Aulaga, planta espinosa usada para chamuscar al cerdo y que abunda en el susodicho paraje.

Albolagares (Los): Paraje del término (topónimo).

albuhera: Embalse, pantano: La albuhera vieja y la albuhera nueva.

aldefas: Adelfa, planta ramosa que crece junto a los riachuelos como la Rivera.

alfayate: Hábil, capaz; muy apañado y competente.

algachofa: Cabezuela de un cardo silvestre con robustas brácteas o pencas espinosas con una base carnosa que comen los muchachos (El tío de las algachofas dejó un triste recuerdo entre los zagales).

algarroba: Fruto del algarrobo que es una vaina de color castaño que se da como alimento al ganado de labor y sirve para el consumo humano en épocas de penuria.

almorrana, (cebolla): Cebolla silvestre o albarrana.

almuerzo: Desayuno, comida que se toma por la mañana.

almude: Celemín, medida para granos y vasija de madera con esta capacidad (cuatro cuartillo). Medio almude: medio celemín.

alreó: Alrededor. Estar alreo de alguna es pretenderla, estar loco por ella

altamuz: Altramuz o chocho. (Altamuces gordos y dulces los pregonaba la Pera).

alvellana: Cacahuete. alvellana americana: Avellana.

ambozá: Almorzada, lo que cabe en el cuenco de las manos juntas.

amoto: Moto. Propio del habla vulgar, con aféresis de la a- y cambio analógico de género (un amoto por una moto).

an ca: en casa de ( Estar como an c’agüelo).

angosto: Langosto, saltamonte (→cañafote).

aniar: Anidar.

anque: Aunque.

anterrollo: Rolla de la collera de la caballería para sujetar el yugo.

antojera: Anteojera, orejera, pieza de la cabezada a los lados de los ojos.

apañarselas: Componérsela, darse maña, desenvolverse bien.

apar: Limpiar, desplumar; ganar a uno todo en el juego (Por rapar ‘pelar al rape’).

aparejo: Albarda, y en general, arreo necesario para montar la caballería.

aposarse: Posarse un ave.

archiperre:  Cachivahe, bártulo, trasto (Recoge esos archiperres que vamos a comer).

argatuna: Gatuña, uña gata, planta leguminosa de púas muy aceradas y punzantes. A sus raíces profundas y recias, difíciles de arrancar, aluden nombres populares como detienebuey y quebrantarados.

aro: Juguete que se hace rodar con un gancho de alambre.

arrapiezo: Desarrapado; persona de corta edad, andrajosa y humilde condición (De arrapo ‘harapo, andrajo’).

arrascar: Rascar (El comer y el arrascar, to es empezar).

arremear: Remedar, imitar a otro por broma o burla.

asaúras: Asaduras, entrañas del animal como el hígado y el bofe.

atajar: Adelantar, aunque sea sin tomar por un atajo.

atollao: Atascado en un barrizal de donde no se puede salir sino con gran dificultad.

atorrullao: Aturullado, aturdido, atolondrado.

atrio: La iglesia tiene en cada una de sus fachadas laterales sendos atrios: el que da a la Corredera (con gradas o peldaños) y el que da a la Plaza cercado de una verja o enrrejado.

aventar(se): Arrojar, abalanzarse sin miramientos. Atizar, asestar.

azacán: Aguador. Que se afana en trabajos humillantes y penosos (Estar hecha una zacana).

B

babaté: Babero, babador. Es el babatel considerado antiguo por el DRAE y definido repulsivamente como ‘cosa desaliñada que cuelga del cuello cerca de la barba’.  (babero es un ‘vestido de señora’).

bago: Grano de cereal, de uva o de otra planta.

bajial: Terreno bajo, parte más baja de un lugar.

balde (de): Gratis.

balleta: Ballesta, trampa para cazar pájaros.

barbá: Ahogadero, correa que ciñe el pescuezo y de la que pueden colgar campanillas.

barreno: Bomba de carburo, artefacto explosivo que por tavesura o gamberrada arman los chiquillos (se introduce carburo con agua en una lata que sale proyectada por la explosión tras prenderle fuego a través de un orificio).

barril: Botijo.

barruntar: Presentir por alguna señal o indicio. (Mal barruntan las ovejas…)

bastón de dulce:  Formidable golosina de caramelo con forma de bastón.

bejino (ponerse como un): ponerse como un bejín (hecho un energúmeno, muy furioso y encolerizado).

berro: Planta silvestre que se come en ensalada. Vulva, chocho.

bicharraco: Animal tremendo y peligroso. Persona malvada y despreciable.

biergo: Bieldo, horca de palo para aventar la mies en la era.

bilarda: Tala o toña, juego en el que se hace saltar un palito golpeándolo con otro en forma de paleta. (El DRAE registra billalda y billarda).

boche: Juego con tejos semejante al gua (Si no había bolindres o canicas, se juagaba a boche con un tejo tratando de golpear sobre el del contrario e introducirlo en un hoyo bastante grande).

bofe: Pulmón. (Hechar los bofes ‘cansarse mucho, esforzarse en exceso’).

bolindre: Canica, bola para jugar al gua. De diferente materia: barro (de grea), crital (cristaloso), china o acero.

bolsina: Bolsita (con sal que al arder crepita).

bombón: Capirotazo que se da en la frente o a un platillo.

boqueá: Boqueada, las que da el moribundo.

borceguil: Borcegí, bota rústica del campesino (pl. borceguiles por ‘borceguíes’).

borcelana: Planagana, jofaina de porcelana u otra materia.

Brito: Coche de línea que hacía el servicio regular (nombre de las empresa) y por ext. autobús. Actualmente, Leda.

Bueno: Apellido de una conocida familia de la vecina población de Villalba de los Barros. Con la expresión “ser de los Buenos de Villalba” se ironiza poniendo en entredicho la supuesta bondad de alguien.

burranco: Pollino; cría del burro, asno joven.

burranquino: Buche, boriquillo recien nacido y mientras mama.

burrica: Quijadas del cerdo sacrificado en la matanza que los críos comen en el campo con bulla y regocijo.

C

ca: casa (en ca siñó Juán), calle (la ca Los Mártires), cada. (A ca uno lo suyo).

caballitos: Tíovivo, recreo o atracción de feria (→cacharritos).

cabezá: Cabezada; en los entierros, inclinación de cabeza como pésame desfilando el cortejo ante los familiares del difunto (Dar la cabezá).

cabezo: Cerro, colina. El Cabezo: El lugar donde nacen los sueños y van a morir las palabras olvidadas por los hombres.

cabrestazo: Golpe con el ronzal o cabestro.

cabresto: Ramal, ronzal asido a la cabezada de la bestia.

Cabrillas: Pléyades, constelación de estrellas.

cacharrito: Atracción de feria (Caballitos, cunitas, voladoras, coches chocantes, escopeta la corcha…)

cacho: Trozo, fragmento.

caer: Como acción transitiva por echar o tirar: Los Reyes me han caído (por la chimenea) un triciclo. Vas a caer el vaso.

caldogallina:  Caldo de Gallina, ciertos cigarrillos de picadura.

calentura: Fiebre (y excitación sexual).

callejina: Calleja (la Cellejina Montero, sin ir más lejos).

callejón: Calleja sin asfaltar  que desembocan en las afueras del pueblo (Los Callejones).

callo: Trozo o extremo desprendido de una herradura.

calostro: Primera leche que da la vaca después de parir.

cambiao: Cambiado de aspecto o condición (f. cambiá). Generalmente se pierde la -d- intervocálica no sólo la de los participio, adjetivos y sustantivos en -ado, -ada, sino en cualquier otro caso: acerón,  aguaeras,  alreó, boqueá, bordao, cabezá, cambiao, cazaor, colmao colorao, comía, deo, lao, monea, nío, pasao, patá…

¡Cambioh crúo!: Pregón que anunciaba al vecindario el intercambio de garbanzos tostados por crudos. La chiquillería llenaba una lata de garbanzos colmada y los cambiaba por los tostaos.

camilla: Mesa camilla (con su falda, su tapete, la alambrera, el brasero y la paleta).

campanillo: Cencerro.

cancamurrio: Murrio, morriñoso (t. cancamurrioso: que tiene murria o cancamurria).

candela: Hoguera, fogata.

cano: Vocativo cariñoso dirigido especialmente a un niño.

cañafote: Saltamontes (Port. gafanhoto).

cañón:  Pluma de ave cuando empieza a nacer.

cañonero: Cría de pájaro al que le apuntan las plumas o cañones.

caños (a): A chorros, copiosamente (sudando la gota gorda).

carburador: Candil de carburo.

carburo: Piedras grisen que en contacto con el agua producía un gas que se utilizaba para iluminar las casas en un candil llamado carburador.

carretera general: La Badajoz-Granada N-432

carro: Carruaje de dos ruedas (carro mulas, carro de los hermanos Torongos, Carro de los helaos…).

cartón: Llamado santo en otras partes, son las caras rectangulares de la tapa de una caja de cerillas que se recortan para jugar.

cascos: Juego invernal, más bien travesura, consistente en arrojar a una casa un cántaro u otro cacharro de barro para asustar a sus moradores con el estruendo que hace al quebrarse.

Casino (El): Círculo La Amistad, bar de los ricos.

catecismo (Preguntar más que un catecismo ‘preguntar demasiado’).

cebá: Cebada.

cefrao: Cansado, acalorado y sudoroso tras un esfuerzo agotador.

cenacho: Esportillo, capazo; cestillo de palma para llevar la compra.

cerillo: Cerilla, fósforo. (Caja de cerillos)

chacinero:  Pieza o sitio de la casa comunicado con la chimenea para ahumar y guardar la chacina de la matanza.

chalán: Que trata en compras y ventas, especialmente de caballos u otras bestias, y tiene para ello maña y persuasiva (DRAE).

charquín: Carbonerito, herrerillo, género de paro (pajarillo). El Charquín, apodo.

chicharra: Cigarra, insecto.

chico: Pequeño.

chicoria: Achicoria, sucedáneo del café.

chifarrá: Herida y cicatriz que daja en la piel.

chiquinino: Muy pequeño, diminuto; pequeñajo, chiquirritín.

chiquino: Chiquitín, niño pequeño.

chirimbaina: Vaina, tarambana, cantamañanas.

chivino: Cabritillo.

chobo: Zurdo.  Choba: mano izquierda.

chocho:  Altramuz (altamuz). Y fig. vulva.

churretín: Zafreño, natural de Zafra.

churumbela: Lavandera, pájaro.

cigarro: Cigarrillo (Los de chocolate eran una golosina con la que los niños imitaban el fumeteo de los mayores).

cinenín: Cine Nic, juguete para proyectar imágenes en movimiento, pionero de otros que llegarían después como el cine Exín, el cine sin fin.

cirigoncia: Mueca, visaje o ademán extraño.

civil: Guardia Civil. Los civiles.

clisao: Absorto, ensimismado, embelesado.

clisarse: Mirar fijamente como abstrído o ensimismado.

cochera: Garaje para guardar el coche o el camión.

cohete: Chisporrete, misto de trueno que al restregarlo contra la pared chisporrotean con repetidos estallidos (Son como gotas de fósforo en una  tira de cartón).

colá:  Estancia o pieza posterior de la casa que da al corral.

Colgaos (Los): Nombre de un paraje poblado de encinas (topónimo).

colmao, á: Colmado, cuando rebasa el contenido de la vasija sobre sus bordes. (Semana Santa mojá, cuartilla de trigo colmá). Si el contenido llega a ras del borde del envase, se dice que está raído.

collera: Pareja de ciertos animales.

conejera: Colleja, planta silvestre que se come en ensalada.

confite: Bolita de anis

conocimiento: Sensatez, discreción, buen juicio, sentido común.

contiempo: Anticipadamente, prematuramente, con antelación.

coro: Juego del corro.

corral: Sitio cerrado y descubierto para los animales domésticos en las traseras de la casa de labranza.

corralón: Corral amplio para recoger el ganado.

Corredera: Cántrico paseo del pueblo: lugar de esparcimiento de grandes y pequeños (La Corre).

cortinal: Tierra de labor en las cercanías del pueblo.

costas: Costos (de un proceso). Quedarse por las costas ‘sin pagar una deuda o compra’.

criba: Harnero.

cristalera: Escaparate de un comercio.

cristaloso: De vidrio o cristal (→bolindre).

Cristo (Día del): Santísmo Cristo de la Agonía (14 de Septiembre).

Cruz (día de la): 3 de Mayo, fiesta de la Santa Cruz.

cuartillo: Recipiente de madera para áridos (cuarta parte de un almude o celemín).

cuartilla: Recipiente de madera para granos (cuarta parte de una fanega).

cuarto: Dinero (los cuartos) y habitación (En el cuarto las ratas, te encerraban si te portabas mal).

cucarda: Escarpela, divisa de cintas.

cucharro: Lavadero, especie de artesa con tabla de lavar.

cunitas: Carrusel, recreo o atracción de feria.

D

dar larga: Soltar, dejar escapar, dejar en libertad algo que se tiene sujeto o encerrado.

debilucho: muy débil o endeble.

dejarse caer: Hacer sentir el sol sus efectos con intensidad.

dejarse ir:  Si forzar la marcha, conteniéndose.

desaniar: Desanidar, sacar del nido o dejarlo.

desenderao:  Inquieto, alterado, dasasosegado.

desentendío: Que disimula o no dar a enteder su implicación.

desparramar: Esparcir, desperdigar.

desque: Cuando, desde que, después que.

disanto: Día festivo (sin ser domingo).

dita: Pago a plazos, generalmente en especie (huevos) a los vendedores callejeros que van de casa en casa.

doblao: Desván, sobrado, planta alta de la casa para guardar el grano y otros enseres.

dornajo: Especie de artesa para comer los cerdos (guarros).

dotrina: Doctrina, catequesis. (Vale de la dotrina ‘cupón de asistencia a la misma’).

duro: Moneda de cinco pesetas.

E

el su: Su (anteposición del artículo ante el posesivo: el su dinero).

Eloy: El del estanco.

embrocar: Volcar un camión o recipiente vaciándose en contenido.

empedrao: Empedrado.

empelote: Desnudo, en cueros.

empeninarse: Empinarse (empeniná: empinada, de mucha pendiente).

empicao: Habituado en exceso por la práctica. (Por lo que fácilmente acierta con la canica en el gua).

emprestar: Prestar.

encebicao: Encandilado, encariñado; que tiene mucha afición o apego.

enliar: Liar

entallar: Pillar, atrapar, pescar, enganchar, sorprender. 

entera: Pídola, juego de salto sobre uno que está encorvado.

escachar:  Hacer cachos, romper.

escaparse: Hacer novillos, faltar a clase.

escardillo: Azada, azadón, instrumento para escardar.

escondiche: escondrijo, escondite.

escondiíllas (a): A escondidas, sin ser visto.

escopetero: Cazador de escopeta.

escuchumizado: Escuchimizado, muy flaco y débil.

espantar: Ahuyentar a personas o animales. Espantarse: sentir espanto, asustarse.

espárrago: Espárrago silvestre que crece en los eriazos.

esportón: Espuerta, capacho de esparto para llevar fruta, paja, tierra u otra cosa.

esportón: Espuerta, capacho.

esquilón: Campana pequeña de la torre.

estrampía (de): De estampía, de repente y precipitadamente.

estrato: Barrita de regaliz (extracto).

estraza: Papel  basto que se utiliza para envolver en tiendas y mercados. (Papel de traza, según pronunciamos).

estrébede: Trébedes (tripede ‘tres pies’).

estrumpío: Explosión, estampido.

F

faldiquera: Faltriquera, cada uno de los dos bolsillos laterales del pantalón.

farragua: Hombre desaliñado y desastrado en el vestir (desatacado y con los faldones de la camisa medio fuera del pantalon).

fechar: Cerrar

fechaúra: Cerradura.

feria de San Miguel: Feria ganadera de Zafra al principio del otoño.

forraje: Herrén, heno o cerreal verde que se da al ganado.

frontil: Frotalera, parte de la cabezada que ciñe la frente.

Fuente (La): Fuente del Maestre, localidad situada al este (oriente o saliente) de Feria.

G

gaita:  Pescuezo. (Asomar la gaita ‘alargar el cuello por encima de algo para ver’).

galantear:  Galopar.

galguear: Jadear, resollar.

galleta María: Las galleta redonda de toda la vida.

gañote: Garguero, gaznate. También gorrón, aprovechado.

garañón: Asno semental.

garrapiña: Almendra garrapiñada.

gatear: Trepar o andar a gatas.

gavilla (hacer buena): Congeniar, avenirse en su trato y amistad, hacer buenas migas.

gayo del campo: Arrendajo, pájaro córvido que puede remedar palabras.

gazpacho (hacer el): Crotorar la cigüeña, producir con su pico el tableteo característico (por machar el ajo).

gazuza: Hambre.

gomitar: Vomitar, devolver.

gorigori: Canto fúnebre de los entierros.

gra: Escalón, peldaño. En plural, escalera (Las gras del doblao ‘la escalera del sobrado o desván’). De grada.

grea: Greda, barro

grifo: Fuente pública de la que sde abastece la población.

gua: Hoyuelo para jugar a las canicas.

güerto: Huerto.

güeso: Hueso, semilla de una fruta. Tito de frutas como el albaricoque, la ciruela y la cereza con que juegan los niños.

güevo: Huevo. Además de frito o cocío, se tomaba batío.

gurupéndola: Oropéndola, ave de vistoso plumaje amarillo y negro.

H

haiga: Haya (La mejor que haiga).

hambre: Hambre (con aspiración de la h: La hambre es mu lista).

harrear: Dar, atizar, propinar un golpe.

hartón: Hartazgo, atracón.

hato: (Con h aspirada) hato; conjunto de aperos, ropas y víveres que llevan los campesinos y sitio donde lo dejan.

helá: Helada (Te mataran las helás… como imprecación o invectiva).

helao: Helado (con caída de la d) como helá.

herraero: Lugar donde se hierran las caballerías.

Herrera (La): Sierra situada al poniente (topónimo).

hesa: Dehesa de encinas.

higo chumbo: Fruto del nopal o chumbera.

higo pasao: Higo seco.

hocino: Hoz.

hociquera: Muserola, correa de la cabezada que va por encima del hocico.

hulandrón: Bribón, granuja, bellaco, desconsiderado, desagradecido.

I

inte (en el): Enseguida, al instante.

istanco: Estanco.

ivierno: Invierno (lat. hibernum).

J

jalear: Animar, alentar, estimular.

jáquima: Cabezada, correaje que se pone en la cabeza de la caballería.

jerga:  Costal o saco grande de lona para transportar la paja de la era al pajar. Tambien servía para dormir en la era.

jeringo: Churro, tejeringo.

jícara: Onza, pastilla o porción de una tableta de chocote.

juncia:

L

la mi: Mi (anteposición del artículo ante el posesivo: La mi Rula).

lamber: Lamer (lat. lambere)

lambucería: Golosina, gollería.

lanchueja:

latero: hojalatero

leche en polvo: Reconstituyente para los niños en los años cincuenta y sesenta.

legua: Medida itineraria definida por el camino que regularmente se anda en una hora (5572,7 m).

librito: Librillo de papel de fumar (Babú, Jeán y otros).

Llano (el): En la toponimia…

lucero miguero: Lucero del alba (planeta Venus).

lumbral: Umbral (En la puerta está y no quiere entrar).

M

madero de los aparejos:  En las casas de labranza, madero colocado a poca altura para colocar las albardas y otros aparaejos de las bestias de carga.

madre del agua:

maná: Manada, manojo de hierba, trigo, etc.

mandao: Recado, encargo.

manea: Cadena o soga para trabar o maniatar las caballerías.

mangante: Sinverguenza, gandul; persona sin oficio ni beneficio.

máquina: Grada. Maquinar: gradear.

marro: Juego de persecución (Si la cadena se rompia los que permanecían libre perseguían a los apresados propinándoles puñetazos).

Mártires (Los): Ermita de San Fabián y San Sebastián (También aloja las imágenes de la Virgen de Consolación y otros santos) y calle del pueblo.

mascar: Masticar.

mataperros: Según el diccionario es un muchacho callejero y travieso.

Matías López: Marca de chocolate.

media libra: Tableta de chocolate (ocho onzas).

méndigo:  Vagabundo, perdulario. (Con desplazamiento acentual).

mendingante: Perdulario, mangante,

mentirijina (de): de mentirijillas, de mentirillas. También, de broma.

merchán: Tratante de ganados.

merendilla: Merienda.

merendillar: Merendar.

miaja: Migaja del pan. (→mijina ‘un poquito’: Dame una miaja).

mierra: Mirlo, pájaro cantor.

migas: Pan picado, humedecido con agua y sal y rehogado en aceite muy frito, con algo de ajo y pimentón.

mijina: Migaja, porción pequeña y menuda de algo. (Una mijina ‘muy poco, casi nada’).

Mirrio: Cumbre de Sierra Vieja, pico culminante del término.

miste que…: Mire usted que… (mostrando enfado y disgusto).

mocho:  Que no tiene cuernos, dicho de un animal cornudo.

mondongo:  Tripas del animal y, por ext., intestinos del hombre

morral: Talego con el pienso que cuelga de la cabeza de las bestias para que coman.

mosquero:  Borlón de flecos que cuelga del frontil para espantar las moscas.

mozangón:  Mozancón, muchachote alto y fornido.

mu: Muy.

muchachino: niños, chiquillos.

muleto: Mulo pequeño, de poca edad o cerril.

N

na: Nada.

nadie: Nadie (metátesis).

nublao: nube, nublado, nubarrón.

O

ocho: Cuarta parte de un cuartillo.

ombrigo: Ombligo. Centro o centro de algo.

P

pa: Para (pal ‘para el’ contracción, pa na ‘para nada’). Pa caé malo: en abundancia, en gran cantidad, a punta pala.

pajarino: Pajarito, pajarillo (diminutivo en –ino).

palante: Para o hacia adelante (tirar palante ‘sobrevivir, medrar’).

pamplina: Tontería, simpleza; asunto sin interés ni importancia.

pan de ángel: Recprtes de las obleas muy aprecidos por los niños.

papa: Patata (papas fritas, a gallo…). También, papá y engrudo de harina para pegar.

papelón: Zalamero.

paquete verde: Cierto paquete de picadura de tabaco.

parvá: Parva grande de paja y, por ext., cantidad grande de algo.

peba: Pepita, simiente de algunas frutas.

pechirrojo: Petirrojo.

pelo (en): A pelo, sobre el animal sin manta in albarda.

Peralera (La): Paraje del término (topónimo).

perdulario:

Perenales: El de la taberna (hoy Salón Cordero).

perra: Moneda (chica y gorda ‘de cinco y diez céntimos de peseta respectivamente).

perrunilla: (mote)

petril: Pretil, atepecho (lat. pectorile).

piara: Manada de cerdos y, por ext., de personas, niños, etc.

picón: Cisco, carbón vegetal menudo para el brasero.

piedra lipe:  Sulfato de cobre que se mezcla con semillas de trigo para sembrar y  también para sulfatar la vid.

pilar: Fuente con caño y abrevadero para el ganado (Pilar de Arriba, de la Fuente la Casa, Los Mellizos, Nuevo…)

pincho: Presumido, garboso, con donaire y gallardía.

pinta: Sinverguenza, bribón, pillastre (el pinta y el pintao con motes o apodos).

pirulín: Pirulí, caramelo con un palito que sirve de mango y que el vendedor llevaba insertos en una larga caña.

pita:  Zampoña, flautilla de la caña del cereal verde.

pitillera: cajetilla de cigarrillos (Ideales, Celtas…)

pizarra:

pizarrín: Barrita cilindrica para escribir en las pizarras personales. El pizarrín de manteca es más blando y claro.

plao (a): A prado, pastando en el campo.

platillo: Chapa, corcholata, tapón metálico de una botella.

polarma: Granuja, bribón.

poquino a poco: Poquito a poco, muy despacio.

por bajo: Más abajo, casa contigua al lado de abajo: Por bajo de Carmelo está la taberna de Perenales.

por cima: Más arriba, casa contigua al lado de arriba: El estanco está por cima de Carmelo.

porro (ajo): Ajo silvestre.

portal: Soportal, pórtico (Los portales de abajo y los portales de arriba).

pos: Pues

pozo de beber: Fuente y abrevadero, antiguo pozo para el abastecimiento de agua potable. La calle del pozo hace referencia a esta fuente.

probe: Pobre (metátesis).

proseción: Procesión (metátesis).

púazo:

pucheros: Piñata consistente en vasijas de barro (pucheros) y contenido sorprendente que colgados de una cuerda alguien con los ojos vendados trata de romper con un palo).

pueblucho: Poblacho, pueblo ruin y destartalado.

puente los diesojos: Puente con diez ojos como su nombre indica (con seseo fontanés) por donde la carretera de La Fuente salva la Rivera.

Puerta el Perdón: Fachada oeste de la iglesia donde el viento suele soplar con gran fuerza.

puntal:  Punta, extremo o confín del territorio.

puñao: Puñado

pupitre: Mesa de los escolares.

purgón: Pulgón, parásito de las plantas muy dañino (Más malo que el purgón).

Q

quedar: Dejar (Quedarlo en el sitio ‘dejarle muerto en el acto’).

querencia: Cariño o apego al entorno donde se ha criado uno.

quijera: Carrillera, corres laterales de la cabezada.

quinqué:  Lámpara de mesa provista de un tubo de cristal para proteger la llama.

quitapón: Adorno de lana de colores y con borlas en la testera de la cabezada.

R

rabisco: Arisco, esquivo.

rasqueta: Almohaza, chapa dentada para limpiar el pelo de las caballería.

rayuela:

real: Moneda (25 cent. de peseta).

rebrillar: Brillar mucho, relucir.

rebusco: Fruto (aceituna, garbanzo, etc.) que queda en el campo después de la recogida.

recolgar: Pender, colgar.

redondel: Juego del trompo, en el que se hace un círculo en el suelo.

refregar: Frotar, restregar.  Echar en cara algo insistiendo en ello.

rehollar: Pisotear dejando las huellas. Bregar, retozar, travesear los muchachos ensuciándose y maltratando la ropa.

Reina de los Ángeles: Chocolate, marca comercial.

regueríos: Tierras de regadíos de las Vegas del Guadiana.

relatar: Reñir, regañar, refunfuñar.

remear: Remedar, imitar.

rendío: Rendido,  desfallecido.

repión: Trompo, peonza que sa lanza con una cuerda para hacerlo bailar.

resoplío: Soplo, soplido.

respeluco: Repelús, escalofrío, grima.

retuerto: Retorcido o muy sinuoso (desus. en Drae).

revuelto: Mezcla de cereales para pienso. Inestable, borrascoso (tiempo).

rezar: Decír, poner algo un escrito.

ringlera: Hilera de cosas puestas en orden.

ristre: Ristra (de ajos, por ejemplo).

rivera: Riachuelo, afluente de un río. La Rivera (topónimo): Río Guadajira, afluente del Guadiana cuyo curso alto discurre por el término municipal.

Romera (La): Paraje del término. Es famosa la cuesta de la Romera en la cerretera que sube al pueblo.

rompecabezas: Juegos de piezas con las que se recompone una figura. Modernamente se dice puzle.

roznar: Rebuznar.

rruu-rruu-rruu:  Onomatopeya del arrullo de la tórtola.

ruar: Arrullar la paloma o la tórtola.

Rula: Nombre propio aplicado a la tórtola del relato.

S

salación: Exhalación, rayo, chispa eléctrica.

sambartó: San Bartolomé (Por correlación con →sanmartín).

San Bartolomé: Santo patrono del pueblo (24 de Agosto).

sanmartín: Matanza del cerdo o época de la misma (a partir del 11 de noviembre).

se me / te se: Se me /se te (inversión pronominal).

sentío (sin): Desmayado, con el sentido perdido.

señorito: Hombre acomodado con criados que trabajan a su servicio: Persona comodona y presumida que requiere los servicios los demás.

serón: Sera o espuerta más larga que ancha, que sirve regularmente para carga de una caballería. Serón caminero: El que sirve para llevar carga por los caminos.

Sierra Vieja:

siñó: Señor (antepuesto al nombre) Siñó José Leva.

sombrero del tío Noriega: Nube aislada que asoma tras la sierra de poniente (La Herrera) y que se interpreta como anuncio de tiempo revuelto y aguaceros..

sonajera: Instrmento rústico, tranca de palo con sonajas que hacen sonar los quintos en sus juergas.

subibaja: Altibajos, terreno o camino con elevaciónes y declives sucesivos.

T

tabacoso: Petirrojo, pájarillo con el pecho de color rojo.

taba:

tagarnina: Cardillo, planta silvestre comestible.

tamaño: Tan grande como (Tamaño como el castillo).

temporá: Temporada (Caída de la d).

testera: Parte de la cabezada que va detrás de las orejas.

tierra blanca:  Tierra que se emplea para encalar (blanquear).

tierrablanquero: Arriero que trajina con tierra blanca para enjalbegar o blanquear.

tirador: Tirachinas.

to, toa, tos, toas: Todo, toda, todos, todas.

torcía: Torcida, mecha del candil de aceite.

tordal: Zorzal, pájaro cantor (charlo, común y alirrojo).

tortolino: Pichón de la tórtola.

tosantos: Festividad de Todos los Santos (1 de Noviembre). Ofrenda que los niños recogen por las casas consistentes en frutas del tiempo (nueces, castañas, membrillos, granadas…) que después comen en el campo.

tostao: Torrado, garbanzo tostado. Tostá: Tostada (rebanada tostada de pan).

trajinar:  Ajetrear, bregar con algun trajo u ocupación yendo y viniendo o mudando cacharros.

troje: Compartimento limitado por tabiques para guardar cereales en el doblao.

turra: Agricultor autónomo que cultiva su propia hacienda.

U

untavía: Todavía. (Ni unta ‘todavía no’).

V

vaca desollá: Nubarrón arrebolado (herido y enrojecida por los rayos del sol naciente). Vaca desollá, a los tres días mojá; y si es castiza, desde el primer día atiza.

vaciabolsillos:

varilla: Varita a la que va adherida el canuto del cohete.

velahí: Velo ahí, ahí lo tienes.

veranillo: Tiempo caluroso que suele presentarse en el otoño: veranillo de San Miguel o de los membrillos).

verdolaga: Planta silvestre de semillas menudas y negras de la que se alimentan algunas aves.

verea: Vereda, senda. (Meter en verea ‘someter, dominar’).

voladora:  Atracción de feria.

volandá: Vuelo del ave, trecho que recorre sin posarse.

volandero: Volantón, pájaro que empieza a volar.

vos: Os (lat. vos), pron. person.

Y

yamba: Batería de instrumentos de percusión (jazz band).

yerba: Hierba.

yesca: Pelusa verdosa de un ave o de una planta.

yesquero: Mechero de yesca y pedernal, y, por ext. el de mecha o pescozón.

Z

zacatúa: Travesura, trastada, fechoría.

zagal: Niño, muchacho.

zambarcazo: Batacazo, caída aparatosa.

zanca: En ciertos juegos, trampa que consiste en sobrepasar con la mano o el pie la marca fijada para hacer la tirada (No metas zanca, tramposo).

zancajo: Talón, parte del pie y del zapato.

zapatiesta: Zaragata, gresca, alboroto, tumulto.

zotea: Azotea (por aféresis), terraza.

La troje de las palabras

La canica de cristal

abajote-acitunero


Inicio


ABAJOTE [abahóte] adv.  muy abajo


ABANGAR [abangá] vbo.  alabear, combarse

Torcerse o arquearse una cosa, inclinarse las ramas de un árbol.

La perala está tan cargá que se abagó con el peso de las peras.

FAM. abangao

SIN. achozar


ABANZARSE [abanzáse] vbo.   abalanzarse

Lanzarse, arrojarse bruscamente hacia algo o alguien.

Se abanzó sobre él y lo cayó al suelo.

SIN. aventarse


ÁBATE [ábate] adv.  casi, por poco

Que apenas faltó nada para que sucediera una cosa.

Unos mulos se espantaron y ábate me matan.


ÁBALLA [ábaya] loc.   quita, aparta

Quítate de ahí que estorbas, deja paso.


ABEJARUCO [abeharúko] nom.  botarate, palurdo, zopenco

Sujeto de toscos modales y sin muchas luces.

Te advertí que no te juntaras con ese abejaruco.

SIN. alcaraván, beduño, bodoque, cafre, cárabo.


ABONAR [aboná] vbo.  abonanzar

Serenarse el tiempo que andaba revuelto.

Mañana si Dios quiere y el tiempo abona,

comeremos higos de La Corona.


ABOMBAO [abombáo] adj.  atontado, bobalicón

Que da muestra de poco entendimiento o escasa viveza.

Estás abombao, ya has vuelto a meter la pata.

SIN. ahilao, atontecío, bollao, chalao, changao, chirichi, espasmao, pajiluso, repiao, tirulato.


ABOTONAO [abotonáo] adj.  incapaz, atado, negado

Apocado, inútil y de escaso valor; poco resuelto y diligente en el obrar.

Estás abotonao, no vales ni pa estar escondío.

SIN. entumío, esparavanao, helao.


ABREPUÑO [abrepúño] nom.  abremanos (planta)


ABRIERO [abriero] nom.  apertura

• abriero de boca: serie de bostezos

Qué abriero de boca ¡Vaya un aburrimiento!


ABUJA [abúha] nom. aguja

FAM. abujero, abujón.


ABUJÓN [abuhón] nom.  aguja de pastor, pico de cigüeña

Alfilerillo, planta geraniácea de hojas recortadas menudamente con el fruto largo y delgado.

VAR. abujonera.


ABURRIRSE [aburrí] vbo.  marchitarse

Perder la lozanía una planta y acabar secándose.


ACANÁ [akaná] adv.  a menudo

Con frecuencia, a cada instante.


ACARREAR [akarreá] vbo. transportar los haces

Llevar la mies desde la tierra hasta la era.


ACEITAO [azeitáo] nom.  aceitada

Dulce casero de forma ovalada y masa de harina, aceite y otros ingredientes.

El día de los bollos salimos al campo a comer aceitaos.

SIN. bollo.


ACEITE [azéite] nom.

Suele considerase de género femenino:

Esta aceite es buena pero mu cara.

FAM. aceitao, aceitera, aceitero, aceituna.


ACEITERA [azeitéra] nom. juego infantil

El que se queda apoya la cabeza sobre las rodillas de la madre que permanece sentada mientras los demás recitan:

Aceitera, vinagrera,

ras con ras,

amagar pero no dar,

dar sin temer,

dar sin reir,

dar sin hablar,

un pellizconcino el culo

y echar a volar.


ACEITEROS [acéiteroh] nom.  cuerna del aceite

Cuernos vaciados para llevar al campo el aceite y el vinagre del gazpacho.

• Poner los aceiteros: Poner los cuernos (Ser infiel a la pareja).


ACELERARSE [azeleráse] vbo.  azorarse, agitarse

Ponerase nervioso, perder la serenidad y actuar con precipitación.

No te aceleres, y anda con un ojo al gato y otro al garabato.


ACELGA DE MONTE [azélga] nom.  acelga silvestre


ACEO [azéo] adj.  ácido; desabrido, antipático

1. De sabor parecido al vinagre o al limón.

2. De carácter agrio, desapacible en el trato y falto de afabilidad.

Eres más aceo que las naranjas del tío Capón.

FAM. acear

SIN. rancio, recio, revenío, ridículo, saborío, sieso.


ACERÓN [azerón] nom.  acederón

Planta poligonácea de sabor ácido.

En aquellos entonces nos comíamos los acerones de las pareles.


ACEÚCHE [azéuche] nom.  acebuche

Olivo silvestre, planta oleácea.

Qué va a ser del campo, si no distingue un chaparro de un aceúche.

VAR. azaúche.


ACHOZAO [achozáo] adj.  combado, cargado

Aplicado especialmente al árbol con las ramas arqueadas por exceso de fruto.

Hogaño los olivos están achozaos de tantas acitunas que tienen.


ACHUCHAO [achucháo] nom.  apurado, enfermizo

Con pocos recursos económicos o falto de salud.

FAM. achuchón: arrechucho.


ACIBARRAO [azibarráo] adj.  desfallecido, desmadejado

Decaído y postrado, sin ánimos ni fuerzas por enfermedad o abatimiento.

Llegó reventao y se quedó acibarrao en el sillón.

FAM. acibarrar.


ACINOJO [azinóho] nom.  hinojo

Planta umbelífera de sabor anisado.

Échale acinojos a las castañas cuando las cuezas.

FAM. acinojal.


ACITUNA [azitúna] nom.  aceituna

Fruto del olivo y época de su recolección.

Acituna, pan caliente, deciocho, decinueve y vente (Contando los dedos de la mano).

• a. alberquina: arbequín.

• a. alperchinera: acebuchina, fruto del acebuche

• a. basta:

• a. carrasqueña:

• a. cornicabra: variedad de aceituna larga y puntiaguda.

• a. hojiblanca:

• a. limonera:

• a. machá: la que se golpea y machaca para el aliño

• a. manzanilla: especie de pequeño tamaño, es muy fina y se consume verde

• a. de pero:

• a. rayá: la que se raja y aliña para el consumo

• a. verdial:

• a. zapatera: la que se ha pasado y perdido la sazón para el consumo

FAM. acitunero, acitunao.


ACITUNERO [azitunéro] nom.  aceitunero; curruca cabecinegra

1. Persona que varea y recoge las aceitunas en su época.

2. Pájaro con la cabeza de color negro que destaca sobre el gris oscuro del resto del cuerpo.

abajote-acitunero

Vocabulario

aclarón-agüelito


Inicio



ACLARÓN [aklarón] clara; aclarado

1. Pausa de la lluvia en que se despeja el cielo.

2. Enjuagado ligero al lavar la ropa.


ACONTRILLAR [akontriyá] vbo.  oprimir, aprisionar

Coger, aprisionar oprimiendo

VAR. entrillar.


ACORDE [akórde] adj.  sobrio, sereno

Que no está bajo los efectos del alcohol.

Acorde no hay quien lo aguante, contimás borracho.

• O tos borrachos o tos acordes: Todos por igual sin distinción ni diferencia.

(O todos moros o todos cristianos).


ADOBO [adóbo] nom.  chicha, picadillo

1. Carne de cerdo picada y adobada para embuchar.

2. Probadura que se hace en la matanza antes de embutir.

En la matanza se pueba el adobo antes de hacer los chorizos.


ADRÉ [adré] adv.  adrede, aposta


AFILA [afíla] nom.  afilalápices,  sacapuntas

FAM. afilaera, afilón.


AFILAERA [afilaéra] nom.  amoladera,

Asperón, piedra afiladera o de amolar.


AFISIA [asfisia] nom.  asfixia

FAM. afisiar, afisiante

Abre la ventana que te vas a afisiar con tanto humo.


AFOTO [afóto] nom.  foto, fotografía

SIN. retrato


AGACHAERA [agachaéra] nom.  agachadiza

Avecilla de pico largo y patas cortas que habita los marjales.


AGACHAPARSE [agachapáse] vbo.  agazaparse, agacharse

La agachaera se agachapó entre los juncos de la rivera.

SIN. agalbarse.


AGALBARSE [agalbáse] vbo.  agarbarse, agacharse

FAM. agalbao.


AGALBAO [agalbáo] nom./adj.  agazapado, camastrón, zorrastrón

Persona disimulada que oculta con malicia sus intenciones.

No te fíes de ese agalbao que te queda sin un duro.

SIN. asolapao, escondío, licurdo.


AGALIGARSE [agaligáse] vbo.  ataviarse, arreglarse

Vestir con esmero, ordenar el atuendo, adornarse.


AGARRAERA [agarraéra] nom.  asa, agarre

E influencia o favor con que se cuenta para determinados fines.

También cuerda para sujetar la canga o yugo de mulas al horcate.


AGARRAÍLLA [agarraíya] adv.  forma de trueque

Soltando a la vez los objetos que se intercambian por desconfianza mutua.

Te cambio el cromo por el caramelo, pero agarraílla, agarraílla…


AGARRAR [agarrá] vbo. arraigar; apostillarse

1. Prender una planta en la tierra.

2. Reaccionar la vacuna formándo una costra o pústula.

FAM. agarraera, agarrailla.


AGONÍA [agonía] nom.  quejumbroso; toque a muerto

1. Persona apocada, pesimista y lastimera.

2. Toque de campana que anuncia la muerte de una persona del pueblo.

¿Quién se ha muerto? Preguntó alguien en la calle al oir el toque de agonía.


AGUÁ [aguá] nom.  agacero abundante

Lluvia copiosa y duradera.

Con estas aguás te atollas en el campo.

VAR. aguaje

FAM. aguaeras, aguachirri, aguanieve.


AGUACHIRRI [aguachírri] nom.  aguachirle

Caldo o licor muy aguado y de poco sustancia o graduación.

Eso que bebes es aguachirri. Prueba este vino.

SIN. aguate, calduberio.


AGUACIL [aguací] nom.  alguacil


AGUAERAS [aguaérah] nom.  aguaderas

Recipientes que se ponen sobre la caballería para llevar cántaros o frutos.

Las aguaeras suelen estar hechas con las vástigas de los olivos.


AGUANIEVE [aguaniébe] nom.  avefría

Ave invernante de color blanco y negro con un largo penacho en la cabeza.

Tengo más frío que una aguanieve.


AGUARDO [aguárdo] nom.  espera

Acción de esperar o aguardar a alguien, además de sitio para cazar al acecho.

Estuve una hora de aguardo y tú sin asomar.


AGÜELO [aguélo] nom.  abuelo

FAM. bisagüelo, tataragüelo.


AGÜELITO [aguélito] nom.  vilano

Pelusa o apéndice filamentoso de algunas plantas que lleva el viento.

aclarón-agüelito

Vocabulario

ahecho-albuhera


Inicio

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AHECHO [ahécho] adv.  de seguida, a reo

Todo seguido; sucesivamente, sin interrupción y sin dejar nada atrás.

Cómetelo to ahecho, sin escrucar.


AHILAR [ahilá] vbo.  caminar, marchar

Ahila p’alante que vamos enrabaos.


AHILAO [ahiláo] adj.  ido, atontado, mentecato

SIN. abombao, repiao


AHOGAÍLLA [ahogaíya] nom.  ahogadilla, aguadilla

Zambullida por broma que se da a alguien sumergiéndole la cabeza.

Como me hagas una ahogailla, me las pagas.

FAM. ahoguina, ahogar (con asperación de la h: ahorcar, ahondar, ahorrar, ahumar…)


AHOGUINA [ahogína] nom.  ahoguío, congoja

Sofoco o fatiga en el pecho que entorpece la respiración.

Sintió una ahoguina por dentro, como si le faltara el aire.


AHUTAR [ahutá] vbo.  azuzar

Incitar al perro para que ataque.

Nos ahutó el perro y ábate nos muerde.

VAR. hutar.


AIGA [áiga] vbo.  haya

Presente de subjuntivo del verbo haber.


AIJÓN [aihón] nom.  quijón o guijón

Variedad de anís, planta umbelífera de sabor anisado.

SIN. ainojo.


AIRAZO [airázo] nom.  ventarrón, ventolera

Viento que sopla con fuerza.


AIRE [áire] nom.  viento; orgullo, presunción

Más aire que la Puerta el Perdón (Se dice que tiene aquel que se da mucha importancia).

• a. de abajo o bajero: solano, viento de levante.

• a. del charco o derecho: poniente, viento del oeste

• a. gallego: cierzo, viento del norte, o noroeste

• a. sevillano: ábrego, viento del sur o suroeste

FAM. airazo, airecino (brisa fría), airoso.


AIROSO [airóso] adj.  altivo, engreído, vanidoso

Que se da mucho postín o que se muestra excesivamente orgulloso de sí mismo.

Se ha vuelto un airoso y no quiere cuentas con los probes.


AJOPORRO [ahopórro] nom.  ajo silvestre

Planta liliácea de tallo largo que remata en un pompón de florecillas blancas.

Más tieso que un ajoporro (Muy estirado, engreído y arrogante).


ALABANCIOSO [alabanzióso] adj.  jactancioso, petulante

Que se elogia inmodestamente, propenso a echarse flores.

Tú eres mu alabancioso, no necesitas agüela.


ALAGAR [alagá] nom.  inundar, anegar

Cubrir el agua un terreno.

Las agüitas de ábril caben toas en un barril;

pero si el barril se quiebra, se alaga la tierra.


ALANTE [alánte] adv.  adelante

Más alante hay más. Mira p’alante.


ALBAL [albá] adj.  blanco (higo)

Variedad de higo de pulpa blanca muy apropiados para pasar.

FAM. albala (higuera que da higos albales).


ALBARDILLA [albardíya] nom.  almohadilla

Pieza de la collera de la caballería sobre la que se ajusta el horcate.

Sobre la albardilla se coloca el anterrollo.


ALBARILLO [albaríyo] nom.  albaricoque

Variedad de albaricoque, damasco.

Te cambio un hueso de albarillo por dos de ciruela.


ALBEACA [albeáka] nom.  albahaca

Planta aromática que se usa como condimento.

En la ventana hay una maceta de albeaca.


ALBENDERA [albendéra] nom.  pindonga, callejera

Mujer bulliciosa y corretera que abandona sus labores para meterse en todos los cotarros.

Se enteró esa albendera y al rato ya lo sabía to el pueblo.

FAM. albendear, albenderear (callejear, pindonguear), albendeo.


ALBENTISTATE [albentistáte] nom.  a la interperie

Al descubierto, sin orden ni protección; a la buena de Dios.

Después de la caldereta, quedaron to al ventistate y se fueron de juerga.

VAR. al ventistate.


ALBÉRCHIGA [albérchiga] nom.  pérsico, durazno

Melocotón propio del país de carne recia y sabrosa.

FAM.  alberchiguero.


ALBERCHIGUERO [alberchigéro] nom.  melocotonero,

Árbol que da las albérchigas.

He sembrado tres alberchigueros en el huerto.


ALBELLANA [albeyána] nom.  cacahuete

• albellana americana: avellana (fruto del avellano).


ALBILLA [albíya] nom.  guisante

Planta leguminosa y su semilla que se consume verde.

A mi me gustan mucho las albillas con jamón.

VAR. arbilla

FAM. albillar (guisantal, tierra sembrada de guisantes)

Querer o tener ganas de albillas: Desear una relación sexual.


ALBOLAGA [albolága] nom.  aulaga

Planta muy espinosa de flores amarillas que se emplea para chamuscar el cerdo.

Amor de ramera y fuego de albolaga, pronto se enciende y pronto se apaga.

VAR. arbolaga

FAM. albolagar (sitio poblado de aulagas)


ALBUHERA [albuéra] nom.  embalse, pantano

Si quieres tencas ve a la albuhera y las pescas.

• albuhera vieja:

• albuhera nueva:

• albuhera de Zafra:

ahecho-albuhera

Vocabulario

alcabuón-alvedrío


Inicio

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ALCABUÓN [alkabuón] nom.  alcaudón

Pájaro estival de cabeza gruesa y pico fuerte

Más cabeza que un alcabuón, se dice que tiene el que es testarudo y cabezón.

• alcabuón real: es sedentario.


ALCAGÜETE [alkaguéte] nom.  fisgón, chismoso, chivato, soplón

Persona entrometida que se quiere enterar de todo para ir con el cuento.

Ni calleja sin revuelta, ni vieja que no sea alcagüeta.

FAM. alcagüetear (fisgar, cotillear, acusar), alcagüeteo.


ALCANCIL [alkáncil] nom.  alcachofa

Planta hortense y su cabezuela cubierta de brácteas carnosas.


ALCANDORA [alkandóra] nom.  entrometida, meticona

Mujer desocupada que acude donde no la llaman para enterarse de todo.

No seas  alcandora y deja de meter las narices en to los caldos.

FAM. alcandorear (meterse en asuntos ajenos), alcandoreo.


ALCARAVÁN [alkarabán] nom.  mastuerzo, cernícalo

Hombre sin modales, grosero, ignorante y maleducado.

Tu cuñao es un alcaraván por mu temprano que se levante.


ALCOL [alkó] nom.  alcohol

Alcol, cuanto menos mejor.

FAM. alcólico, alcolizao.


ALDEFA [aldéfa] nom.  adelfa, baladre

Arbusto muy ramoso de vistosas flores rosadas y hojas venenosas.

De repente apareció un jabalín entre las aldefas.

FAM. aldefera (adelfa, la misma planta).


ALEGRÍA de la casa [alegría] nom.  balsamina, miramelindos

Planta de maceta o jardín con flores permanentes de colores variados.


ALELUYA [alelúya] nom. domingo de quasimodo

También cuento, enredo, disculpas frívolas sin interés ni oportunidad.

Déjate de tantas aleluyas y vamos al grano.

Cuando no es pascua es aleluya: Siempre con excusas para no trabajar y darse al jolgorio.


ALFAYATE [alfayáte] nom.  hábil, diestro, capaz

Persona muy apañada, desenvuelta y competente para un trabajo o menester determinado.

Anque sea artista, es un alfayate pa la vendimia.

SIN. apañao, aparente.


ALFILER [alfilé] nom.  pinza

Que se utiliza para sujetar la ropa tendida.


ALGACHOFA [algachófa] nom.  alcachofa

Cabezuela del cardo comestible.

• algachofa borriquera: la del cardo borriquero

FAM. algachofera (cardo de las alcachofas).


ALICANTE [alikánte] nom.  culebra de herradura

Reptil ofidio supuestamente muy peligroso y agresivo.

Si te pica el alicante, llama al cura que te cante.


ALICÓSTERO [alikóhtero] nom. caballito del diablo

Nombre de diversas especies de insectos odonatos o libélulas.

Se ha aposao un alicoptero en aquella boya.


ALILAYA [aliláya] nom.  escusa, pretexto

Alegato descarado, exposición frívola que se alega como justificante.

No me vengas con alilayas y ponte a trabajar.

VAR. lilaya.


ALMA [álma] nom.  cuajo, calma, cachaza

Parsimonia, lentitud y sosiego en el modo de proceder.

Tienes más alma que un cántaro bombo.

FAM. almadiós, polalma.


ALMADIÓS [almadió] nom.  buenazo, bonachón

Persona muy bondadosa, sencilla e ingenua.

Él es un almadiós pero ella es una sopílfora de cuidao.


ALMEJA [alméha] nom.  vulva, coño


ALMERGA [almérga] nom.  amelga

Faja en que se divide la senara para sembrarla con uniformidad.

FAM. almergar (amelgar).


ALMIDÓN [almidón] nom.  amargón, almirón

Achicoria silvestre, planta compuesta de sabor amargo.


ALMOHADÓN [almoadón] nom.  forro de la almohada

Funda de tela en que se mete la almohada de la cama.

Retira las sábanas y el almohadón para lavarlos.


ALMOHARÍN [almoarín] nom.  cuello de dama

Variedad de higos muy apreciada originaria de este pueblo de Cáceres e higuera de esta casta.


ALMÓNDIGA [almóndiga] nom.  albóndiga

1. Bola de carne que se come cocinada.

2. Bola de moco que se saca de la nariz.


ALMUDE [almúde] nom.  almud, celemín

Medida de capacidad para granos (cereales, semillas) o superficie de sembradura.

• medio-almude (recipiente de madera con esta cabida: dos cuartillos).

Cogí el medio-almude y fui a echarle de comer a las bestias.


ALMUERZO [almuérzo] nom. desayuno

Primera comida de la mañana.

FAM. almorzar.


ALPACA [alpáka] nom.  paca

Fardo de paja o heno.

VAR. alparca

FAM. alpacaora ‘máquina para empacar la paja’.


ALPERCHÍN [alperchín] nom.  alpechín

Líquido oscuro y fétido que escurre de las aceitunas.

FAM. alperchinera.


ALPERCHINERA [alperchinéra] nom.  acebuchina

Fruto del acebuche, más pequeño y menos carnoso que la aceituna del olivo.


ALREÓ [alrreó] adv.  alrededor

1. En torno a, cerca de, poco más o menos.

De aquí a La Parra hay alreó de una legua.

2. Al cuidado, en busca, a la zaga.

Tu hijo anda alreó de una parreña.

FAM. alreores.


ALREORES [alrreóres] nom.  alrededores, aledaños

Contornos o inmediaciones de un lugar.

Debe estar en algún bar de la Corredera o por los alreores.


ALTA [álta] adj.  salida, caliente

Dicho de la hembra: en celo.


ALTAMUZ [altamú] nom.  altramuz

¡Altamuces gordos y dulces! Se pregonaban antaño.

SIN. chocho.


ALUEGO [aluégo] adv.  luego


ALVEDRÍO [albedrío] nom.  vidriado

Barniz vítreo que recubre y bruñe las piezas de alfarería.

FAM. alvedríar (vidriar, bruñir), alvedriao.

alcabuón-alvedrío 

Vocabulario

amargujear-añujarse


Inicio

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AMARGUJEAR [amarguheá] vbo.  amargar levemente

Especialmente la fruta que debiera saber dulce.

Las almendras que me vendiste amargujean una mijina.

FAM. amargoso ‘amargo’


AMARRÓN [amarrón] adj.  marrón

De color castaño.


AMBOZÁ [ambozá] nom.  ambuesta, almorzada

Lo que cabe en el cuenco que forman las dos manos juntas.

Échale una amboza de vena al borrego.

VAR. embozá

• a embozás: a manos llenas.


AMIGORRO [amigórro] nom.  amigote, amigacho


AMOGONAO [amogonáo] adj.  agalbanado, amodorrado

Dominado por el sopor, somnoliento y emperezado por falta de actividad.

Espabílate, que estás amogonao y nos va a coger el toro.

FAM. amogonarse, desamogonar, moganga.

SIN. agalbanao, aperreao, apotronao.


AMOGONARSE [amogonáse] vbo.  amodorrarseemperezarse

Caer en la modorra, dejarse dominar por el sopor y la pereza.


AMOTO [amóto] nom.  moto, motocicleta

El hortera de tu novio dice que tiene un amoto amarrón.


AMORILLAR [amoriyá] vbo.  acollar, recalzar

Arrimar y cobijar con tierra el pie de una planta o árbol.


ANCÁ [anká] ctr.  en casa de, a casa de

Aquí se está como ancá agüelo. Voy ancá el cura.

VAR. encá.


ANDACAPADRE [andakapádre] nom.  harapo; enredo

1. Ropaje desaliñado, prenda de vestir vieja y rota.

No salgas a la calle con esos andacapadres.

2. Habladuria, monserga, embrollo.

No me vengas con andacapadres que tengo mucho que hacer.


ANDANCIA [andánzia] nom.  peste, contagio, andancio

Enfermedad epidémica pasajera y de poca importancia.

Hay mucha gente con cagalera, parece que hay andancia.


ÁNDE [ánde] ad.  a dónde

¿Ánde rayo vas a estas horas?


ANDÓ [andó] vbo.  anduvo

Pretérito indefinido de andar: andé, andaste, andó…


ANGOSTO [angóhto] nom.  saltamontes

Insecto ortóptero saltador.

Chicharrean los angostos en el rastrojo.

VAR. langosto.


ANGÓSTOLA [angóhtola] nom.  escusa, tregua

Palaba que se pronuncia para ponerse a salvo o fuera de juego sin perder.

Angóstola, ahora vengo que me llama mi madre.


ANGÜEJO [angueho] nom.  ombligo de Venus

Planta crasulácea de hoja carnosa en forma de sombrilla.

El la pared del corral de mi casa hay muchos angüejos.


ANILLO [aníyo] nom.  vinco, arganel, narigón

Arete de alambre que se pone en el hocico a los cerdos para que no hocen.

FAM. anillar.


ANILLAR [aniyá] vbo.  alambrar

Colocar un alambre en el hocico de los cerdos para que no hocen.


ANQUE [aunque] conj.  aunque


ANSIA [ansia] nom.  nausea

Además de la avidez inmoderada del ansioso.

FAM. ansioso


ANSIOSO [ansióso] adj.  ambicioso, avaricioso

Que lo quiere todo para él con desmedida codicia.

Dale un güevo al ansioso y te pedirá la gallina.


ANTEPECHO [antepécho] nom.  mandilillo de cuero

Que se ponen los segadores para protegerse el pecho.


ANTERROLLO [anterróyo] nom.  rolla o rollo, collera

Collar de bálago forrado de lona que se pone en el cuello de las bestias para enganchar el ubio.


ANTISCO [antíhko] nom.  lentisco

Arbusto también conocido como charneca, que da nombre al topónimo los Antiscales.

FAM. antiscal

VAR. lantisco.


ANTIER [antié] adv.  anteayer

Antes de ayer (en el día anterior al de ayer).

FAM. tresantier.


AÑEDÍO [añedío] nom.  añadido, añadidura


AÑOGAL [añogá] adj.  doñegal

Variedad de higo de buen tamaño y color.


AÑUJARSE [añuháse] vbo.  añusgarse, atragantarse

Estrecharse el tragadero como si le hubieran hecho un nudo.

No te metas esos zorullos de pan que te vas añujar.

SIN. atorarse

abajote-acitunero

Vocabulario

aparejo-árnica


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aparejo-árnica

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APAREJO [aparého] nom. albarda

• aparejo reondo: albarda del arriero.

• ir aparejando: disponerse para regrasar a casa.

FAM. aparejar


APAR [apá] vbo.  pelar, desplumar

Limpiar a uno en el juego, ganarle todo lo que tenía.

FAM. apón, apao

SIN. arruchar.


APARTAOR [apartaó] nom.  cacillo

Para apartar o servirse la comida de una sopera o recipiente hondo.

Paño para coger el mago de un recipiente y apartarlo del fuego.


APÉ [apé] adv.  in albis, estar pez

No enterado o al corriente de algo, desconocerlo todo.

Me quedé apé, no me enteré de na.


APERCATARSE [apercatáse] vbo.  percatarse


APERREAO [aperreáo] adj.  emperezado, galbanoso

Dominado por la pereza y la vagancia, sin ganas de trabajar ni de hacer nada.

Se pasa to el día aperreao en casa sin dar un palo al agua.

FAM. (de perro): aperrearse ‘abandonarse a la pereza’, perritraco.


APERREARSE [aperreáse] vbo.  emperezarse

Dejarse dominar por la pereza, aplatanerse.

SIN. amogonarse


APITÍO [apitío] nom.  grito, voz

Llamada de atención que se da a alguien a voz en grito.


APÓN [apón] nom.  limpio, desplumado

Entre niños se aplica al que ha perdido todo en el juego.

Tú ya no juegas a los bolindres porque estás apón.

VAR. apao


APOPAR [apopá] vbo.  mimar, popar

Amparar y acariciar con mimo y halago, mecer y acurrucar en el regazo.

A este niño le gusta mucho que lo apope su madre.

FAM. apopao, apopo ‘popamiento’.


APOTRONAO [apotronáo] adj.  apoltronado

Emperezarse por falta de actividad, hecho un poltrón.

No te quedes apotronao en el sillón y friega los cacharros.

FAM. apotronarse.


APREVENIRSE [aprebeníse] vbo.  prevenirse,  precaverse

Prepararse de antemano para algo adverso, atenerse a las consecuencias.

Aprevente, higo chumbo; te cortro cabeza y culo,

te hago una raja en la panza y te mando al otro mundo.

FAM. aprevenío.


APUNTAR [apuntá] vbo.  alcanzar

Arrojar hasta cierto punto o distancia una piedra u otro proyectil.

A ver quién apunta más de los dos. Yo apunto más que tú.


ARAGÓN [aragón] nom.  variedad de trigo

Resiste bien el frío y la sequía.


ARANGUTÁN [arangután] nom.  orangután


ARAÑÓN [arañón] nom.  arañazo, rasguño

Se cayó en un zarzal y salío lleno de arañones.


ARAO [aráo] nom.  arado

Este muchacho es más bruto que un arao.

• arao palo: arado romano (de madera con reja).


ARAOR [araó] nom.  especie de escorpión


ARBOLARIO [arbolário] nom./adj.  alborotador, barullero, alocado

Persona alborotada y bulliciosa que publica todo exagerando las cosas.

No seas arbolario que vas a alborotar a to el pueblo.


ARCHIPERRE [archipérre] nom.  trebejo; trasto, cachivache

1. Utensilio o instrumento empleado para alguna actividad.

2. Chisme o caharro viejo e inservible.

Recoge tos esos archiperres que vamos a comer.

SIN. →arreate, traste


ARCO del Señor [árko] nom.  arco iris

Cuando llueve y hace sol, sale el arco del Señor.


ARDEVIEJA [ardebiéha] nom.  jara estepa, jara blanca

Planta labiada de hojas gruesas y felpudas con flores de color rosa-púrpura.


ARDICA [ardíhka] nom.  variedad de trigo

Casta de trigo blanco para pienso.


ARGAMULA [argamúla] nom.  vivorera

Planta borraginácea de hojas vellosas y flores de color azul-violeta.


ARGATUNA [argatúna] nom.  uña de gato, gatuña

Arbusto con tallo leñoso en la base muy ramificado y espinoso.


ARGALLA [argáya] nom.  agalla, cecidia

Excrecencia redonda que se forma en el roble y otros árboles como la coscoja y el quejigo.

VAR. argolla

FAM.  argallero.


ARGALLERO [argayéro] nom.  quejigo

Árbol semejante a la encina en que se forman agallas.

VAR. argollero.


ARGUERO [argéro] nom. arista, pajilla

Brizna, raspilla o semilla seca que se pega a la ropa o al pelo de los animales.


ÁRNICA [árnika] nom.  hipérico, corazoncillo

Planta conocida también com hierba de San Juan.

Al árnica se le atribuyen virtudes curativas.

aparejo-árnica

Vocabulario

El culto al árbol y la cruz de mayo


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Las antiguas fiestas paganas anteriores a la civilización cristiana giraban frecuentemente en torno a acontecimientos de la naturaleza y de los cambios estacionales. Fiestas que, con la expansión del cristianismo, fueron asimiladas y despaganizadas por la doctrina dominante. Así el ritual del fuego y del agua de ascendencia prehistórica y la recogida de hierbas: trébol, verbena, albahaca, mejorana, valeriana, madreselva, romero, tomillo, hierbabuena, hierbaluisa… con fines mágicos, afrodisíacos o medicinales, coincidiendo con el solsticio de verano, fueron cristianizadas, al superponerse sobre estos ritos arcaicos la celebración de la festividad de san Juan Bautista. Ritos que sobreviven y conviven en las hogueras de la noche de san Juan, alrededor de las cuales hombres y mujeres bailan y cantan (”A coger el trébole la noche de san Juan”).

La Virgen de Agosto es otro claro ejemplo de aclimatación de primitivas fiestas paganas a la nueva situación. Deméter, personificación de la tierra, madre nutricia y dispensadora de los frutos del suelo, es el antecedente griego de la romana Ceres, diosa de la vegetación y los cultivos (en honor de la cual se celebraban fiestas en Agosto). A su vez, estas deidades se relacionan con la ancestral Diosa madre o Madre tierra, protectiora de las cosechas, y a las que los campesinos manifestaban su agradecimiento, tras la recolección, con ofrendas florales y de frutos.

Primavera

La Primavera, Sandro Botticelli

En el solsticio de invierno, el ritual giraba en torno a la conservación de la luz mortecina del astro rey. Los días empiezan a alargarse, la luz del dios Sol, sin prisa pero sin pausa, va venciendo a la oscuridad. Este es el remoto origen del culto a Mitra, dios indoirano del sol, la luz y el calor. De origen antiquísimo, fue adorado antes por las tribus arias y los romanos extendieron su culto por todos los rincones del imperio, celebrando su fiesta el 25 de diciembre (Dies Natalis Solis Invicti: Nacimiento del sol invencible). Mitra, dios solar, que creó el cielo y la tierra, nació en una gruta y fue adorado por unos pastores, que derrotó al Demonio y a su aliada las tinieblas, y que, después de realizar numerosos milagros ascendió a su morada celeste. Su doctrina, el mitraísmo, al igual que su vida, guarda un más que sospechoso paralelismo con la doctrina de Cristo. Proclamaba la inmortalidad prometiendo la dicha eterna a los buenos y el castigo perdurable a los malos, se bautizaba al neófito y se consumía pan y vino en un ágape, se rezaba y se consumaban sacrificios. Además el día sagrado del mitraísmo era el domingo (dies solis). El mitraísmo fue un poderoso adversario del cristianismo, pese a sus concomitancias; pero su fiesta fue hábilmente sustituida por la Navidad: Conmemoración del nacimiento de Cristo en una cueva o establo, que con la luz de su gracia viene a salvar a la humanidad de las tinieblas del pecado. De ahí que las fiestas navideñas hayan sido calificadas como de «olla podrida en la que se cocieron los partos de todos los héroes solares».

Los ejemplos podrían multiplicarse pero, como introducción, creo que los citados son lo suficiente explícitos.

En cuanto a la fiesta de la cruz de mayo, su más claro antecedente hay que buscarlo en el culto al árbol y en general a las formas vegetales. Culto muy extendido entre los antiguos pobladores celtíberos y que todavía persisten en algunas zonas de nuestra pateada piel de toro con los llamados mayos y con las enramadas.

Mayo es el mes primaveral por excelencia, la naturaleza se cubre de sus mejores galas, la vegetación renace y los campos rejuvenecen. Los rituales de las fiestas mayas actuales o recientes están presididas por un árbol que los solteros talan en el monte o bosque cercano para alzarlo en la plaza del pueblo, adornado con cintas, banderines, guirnaldas y diferentes obsequios como galardón al mozo que se atreva a trepar por él y encaramarse en la cima. En torno a este árbol o mayo (elemento fálico que simboliza la fertilidad de la tierra y del hombre) concurren los jóvenes a divertirse con bailes y otros festejos, al mismo tiempo que las chicas cantan al son del pandero:

El culto al árbol

Pingada del Mayo, Vinuesa (Soria)

Todas las mozas
a ti te alaban
por lo derecha,
por lo empinada.

Todas presentes
damos las gracias
a nuestros mozos
por esta maya.

¡Vivan los mozos!
!Viva la maya!

Vítores a Mayo
que te empinaron
pero fue con ayuda
de los casado.

Dando ocasión a fiestas, que siempre acusan algo de orgiástico y de incitación a escarceos amorosos iniciáticos. Con la exuberancia vegetal de mayo se prodigan, asimismo, las enramadas: ramos o guirnaldas vegetales con flores y frutos con las que los mozos decoraban por la noche las puertas y ventanas de sus enamoradas.

Posteriormente el mayo se antropomorfiza, esto es, adquiere figura humana, y en algunas partes el mayo es un mozo cubierto con toda clase de vegetación que recorre las casas del pueblo como presagio de fertilidad y anunciando la felicidad con su presencia; o bien, acompañando a la maya personificada en una muchacha, que se elegía entre las más potables o hermosas mocitas del pueblo, con motivo de las fiestas de mayo.

Pero el cristianismo convertirá poco a poco al mayo en cruz (el día 3 de mayo se conmemora, como sabemos, en el santoral cristiano la Invención de la Santa Cruz), al mes de mayo en mes de María (recordemos el «venid y vamos todos con flores a María…»), y a la Madre de Dios en improvisada Maya cristiana. De esta forma, el culto al árbol sensual e iniciático es sofocado y asimilado por el cristianismo triunfante de consignas más intolerantes al respecto, sustituyéndolo por el árbol de la cruz, santo madero donde murió Cristo, víctima a su vez, de la intolerancia de sus conciudanos.

¡Oh árbol fecundo,
árbol más dichoso
por haber tenido
cuerpo tan hermoso!

Ya tenemos, pues, al mayo florido y lujurioso, pretexto de jolgorios e incitador de precoces ayuntamientos carnales pues es sabido que la primavera la sangre altera; helo aquí y ahora bautizado, bendecido y santificado.

Cruz bendita de mayo,
resplandeciente,
bendita y alabada
seáis por siempre.

Árbol orgiástico y cruz bendita amalgamados en un maridaje contranatura de difícil digestión. Y al pueblo llano, confundido y alejado de sutiles disquisiciones teólogicas, superponiendo y mezclando, consciente o incoscientemente, sus ancestrales ritos paganos de carácter mágico con los religiosos de confesión cristiana. Confusión harto más que disculpable en un pueblo que, a lo largo de su dilatada historia, se ha visto obligado a punta de hacha, espada o misil a dar culto a dioses «verdaderos» de tan variopinta procedencia y catadura: iberos o celtas, romanos o cartagineses, moros o judios, rusos o americanos; a adorarlos bajo formas tan dispares como la de sol, oro, árbol, agua y toro bravo o manso cordero; y a dirigirse a divinidades con nombres tan distintos y distantes como Melkar, Herakles, Mitra, Júpiter, Allah, Cristo… por no alargar demasiado la lista.

El culto al árbol

El despertar de Adonis, J.W. Waterhouse

Pero volvamos al asunto que nos ocupa, no sin antes recordar el mito de Afrodita y Adonis, adaptación clásica de otros que se pierden en la noche de los tiempos: Afrodita, diosa de la bellerza, el amor y la fertilidad, tras llorar la muerte en invierno de su joven, y apuesto amante Adonis de sobrenatural belleza, espíritu de la vegetación, celebra su resurrección en primavera despues de pasar el invierno en el Hades o inframundo. Mitos que siempre están relacionados con el renacer de la naturaleza. Es la consagración de la primavera, aquí y ahora representada por una cruz resplandeciente, ligera y risueña, revestida con un alarde de papel brillante y con la cara lavada y «recien pintá» de purpurina (Nada de becerros de oro, ni de lujosas vírgenes sevillanas, porque por estos pagos no es del vil metal precisamente de lo que andamos muy sobrados).

Esa cruz de tan escaso valor material, pero que representa y significa tanto para nosotros. Tanto, digo, porque ella es cielo y tierra, madre e hija, novia y hermana, oscuro dios y dios solar, tótem y tabú, becerro de oro e ídolo mitraico, Afrodita y Adonis, virgen cristiana y mocita galana y, en fin, cruz bendita y maya pagana. Esa cruz, crisol y rompeolas de tantos ritos y creencias, es la que cada primavera se pasea por nuestras calles.

El culto al árbol

Procesión de la Cruz, Feria (Badajoz)

La Corredera

Cruz de Mayo

Cinco hojas de higuera


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Cinco hojas de higuera

Los que traen estas hojas: por sus gentes son caballeros claros y excelentes.

* * *

Trae por armas, en campo de oro cinco hojas de higuera de sinople, puestas en sotuer. (Sobre fondo amarillo, cinco hojas de higuera verdes colocadas en aspa).

Se trata del escudo de armas del linaje de los Figueroas, que tras campar a sus anchas por estos parajes, fue adoptado de hecho, y así se viene considerando tradicionalmente, como emblema heráldico de la Villa de Feria. Y como tal aparece en el diccionario de Madoz: «Esta villa hace por armas, en escudo dorado, 5 hojas verdes de higuera».

Tras su origen, el rastro nos conduce hasta una época tan remota y oscura como la Alta Edad Media, por lo que ya la hiedra de la leyenda ha cubierto las ruinas de la historia; allá entre la niebla misteriosa de una tierra, la gallega, donde los límites entre lo real y lo mágico son tan imprecisos. Y adonde vamos a trasladarnos a renglón seguido.

Cinco hojas de higuera

Concretamente a una aldea del concejo de Abegondo, a tiro de piedra de Betanzos. Asiento de las posesiones de una familia de rancio abolengo, cuya presencia se halla atestiguada por la torre blasonada que se levanta entre las suaves y verdes colinas de este lugar cuyo nombre nos sonará al menos: Figueroa.

El Maestre de Santiago Don Lorenzo Suárez de Figueroa
El Maestre de Santiago Don Lorenzo Suárez de Figueroa (foto jjferia)

Solar y cuna de este antiquísimo linaje, que los viejos genealogistas hacen remontar a la monarquía visigoda. Con el avance de la Reconquista pasarán a León y a Castilla hasta que ya, en el ocaso de la Edad Media, Lorenzo Suárez de Figueroa (Señor de la Torre de Montuerque, y de la Casa de Figueroa , Comendador mayor de León de la Orden de Santiago, para la que se vio elegido Maestre en 1387; y uno de los gobernantes del reino, como miembro del Consejo de Regencia durante la minoridad del Trastámara Enrique III) Consigue de este monarca, y para su primogénito, el Señorío, después Condado y, a partir de 1576 Ducado de Feria, etc. etc.

Pero esto sucedió ayer mismo, como quien dice, y a partir de aquí el camino se allana y despeja, siendo de sobra conocido y transitado.

Regresemos, por tanto, al Pazo de los Figueroas, en cuyo portalón de entrada nos topamos de golpe y porrazo con el blasón de las cinco hojas de higuera. Y desde aquí viajar, a través del tiempo, hasta los albores del Medievo, retrocediendo la friolera de 1212 años.

Preparados, listos…, ya.

Cinco hojas de higuera

Nos hallamos en el año 784. La brava España ha doblado la cerviz bajo el yugo del Islam: Los musulmanes son ahora los dueños y señores de toda la Península. Apenas un puñado de cristianos ha logrado refugiarse entre las escabrosas montañas del norte donde habitan los indómitos cántabros y astures. Con ayuda de éstos, y luego de varias escaramuzas, han conseguido ahuyentar a los invasores, resistiendo ferozmente en la cornisa, una estrecha faja de tierra de alocada orografía, que ya se desparrama por la marina gallega.

El reyezuelo de este embrión de reino es a la sazón un tal Mauregato (El hijo de la mora cautiva o maurae capto). «Un bastardo —según oímos comentar en voz baja— concebido noramala en el vientre de una sierva, que ha usurpado el trono con ayuda de los sarracenos, tras rivalizar con los partidarios del legítimo sucesor».

En consecuencia, no sólo suspende las hostilidades contra los invasores, sino que se declara su vasallo obligándose al pago de un tributo anual en señal de sumisión y dependencia. Tributo que consiste, entre otras gabelas, en la entrega de cien doncellas cristianas —cincuenta nobles y cincuenta de la plebe— para engrosar y renovar los harenes de los caudillos y gerifaltes árabes.

Cinco hojas de higuera

Desde nuestra privilegiada atalaya, asistimos estupefactos e impotentes a un lamentable espectáculo: Las gentes del rey, después de arrancarlas por la fuerza de sus hogares, conducen a las doncellas a una fortaleza que hay cerca del desembarcadero de Betanzos, donde serán recogidas por los moros para trasladarlas en sus galeras hasta al-Andalus. Deshechas en llanto las jovencísimas criaturas van mesándose los cabellos y arañándose sus bellos rostros, desfigurándose para aparecer feas a los ojos de los enemigos de su tierra.

Entre ellas se encuentran las hijas de un hidalgo de estirpe goda, caído en desgracia por apoyar al depuesto Alfonso, legítimo heredero de la corona. Pero este noble caballero no se resigna a perder a sus hijas; sino que, de acuerdo con sus hijos varones y con el apoyo de sus leales, está dispuesto a vender cara su honra encabezando la sublevación contra tan afrentoso e infame tributo.

La emboscada ha sido tramada sin dejar un cabo suelto: Varios hermanos envueltos en velos femeninos se mezclan con las doncellas, otros se apostan al acecho para alertar a los demás, que aguardan expectantes el momento oportuno al amparo de unas higueras que hay allí cerca.

Y ante el primer desembarco, caen como halcones sobre los desconcertados musulmanes. En vano intervienen los guerreros de la escolta; más y más hidalgos, infanzones y villanos blandiendo armas, aperos o estacas salen de entre las higueras y acometen con furia a los enemigos hasta que consiguen derrotarlos y liberar a las doncellas.

La lucha ha sido tan encarnizada que, a la postre, podemos presenciar cómo el padre y los hermanos de las jóvenes que desencadenaron esta hazaña, habiéndoseles roto las

espadas, arrancan ramas de las higueras y empuñándolas como armas siguen arremetiendo con ellas: Ramajes que después colgarían orgullosamente en el dintel de sus puertas y ventanas.

Hasta aquí nuestra incursión en el pasado.

Se cuenta que, en recuerdo de estos hechos, los hijos de este bravo hidalgo pusieron en su escudo unas hojas de higuera y sus descendientes fueron conocidos con el sobrenombre de Figueroa. Acontecimiento que todavía sigue en boca de la gente de aquellos lugares y que algunos quieren atisbar en la toponimia: Así, Peito Bordelo, o pacto del oprobio; Las Traviesas, donde los moros fueron atravesados; Ardemil, porque allí ardieron mil; Valdoncel o valle de las doncellas, amén de Figueroa, derivado de figuera «higuera».

Cinco hojas de higuera

La literatura también se encargaría de recoger esta tradición; como botón de muestra valga este fragmento del Carlo Famoso (1566) de Luis de Zapata:

Las cinco verdes hojas de la higuera
En el escudo de oro bien pintado.
Que así a los suyos de la Edad primera
Los Condes de Trastámara han dejado:
Son las armas de los que en tal manera
De Figueroa, como ellos, se han llamado.
Los que traen estas hojas: por sus gentes
Son caballeros claros y excelentes.*

O este romance de Herbella del Puga, que data ya de 1814:
Presentados los Figueroas,
que heroicos recuperaron
de los moros las doncellas
del feudo de Mauregato:
Cuando al ver que las llevaban
cautivas, perros malvados,
para su Peito Burdelo,
valiente se abalanzaron
a unos ramos de higueras
con los cuales batallaron;
vencido el enemigo,
quedaron dueños del campo,
restituidas las doncellas
a sus casas y palacios,
y CINCO HOJAS DE HIGUERA
en su escudo colocaron.

Cinco hojas de higueras

EN LA MUERTE DE TRES HIJAS DEL DUQUE DE FERIA

Luis de Góngora

Entre las hojas cinco generosa,
Si verde pompa no de un campo de oro,
Prendas sin pluma a ruiseñor canoro
Degolló muda sierpe venenosa;

Al culto padre no con voz piadosa,
Mas con gemido alterno y dulce lloro,
Armonïosas lágrimas al coro
De las aves oyó la selva umbrosa.

Lloró el Tajo cristal, a cuya espuma
Dio poca sangre el mal logrado terno,
Terno de aladas cítaras suaves.

Que rayos hoy sus cuerdas, y su pluma
Brillante siempre luz de un Sol eterno,
Dulcemente dejaron de ser aves.

Cinco hojas de higuera

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La Corredera

Porque semos asinas


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PORQUE SEMOS ASINA

“Porque semos asina, semos pardos, del coló de la tierra…”

Se recogen en el apartado que se inicia a continuación las palabras relacionadas con el carácter y el temperamento de la persona; es decir, con la manera de ser e índole natural propia de cada uno con referencia a su actitud frente a la vida y a su trato con los demás.

Y si palabra y pensamiento son sinónimos, según dijo alguien con el que estoy de acuerdo, lo que pensamos de nuestros convecinos, o lo que opinan ellos de nosotros, a tenor de la recolección llevada a cabo, no puede arrojar un saldo más desfavorable, pues la inmensa mayoría de las palabras de las que disponemos en este terreno son para poner de manifiesto y denostar los rasgos más negativos, denigrantes y ofensivos de nuestra personalidad.

¿Cuáles son estos vicios o defectos que nos achacan, o mejor, que reprochamos a los demás? Principalmente no podemos soportar a los que se encuentra dentro de una de estas categorías:

Entrometido y chismoso: para el que disponemos de un buen manojo de dardos como alcagüete, escusao, alcandora, candilón, candiletero, mandiletero, saquilindón, sopilandón, hablaó, lenguarón, bocarachón, lilayero, liante, enraó, albendera, espaventero, chigüeta, chilraera, chinchorrero

Bruto, grosero e insolente: con perlas tales como abejaruco, alcaraván, burranco, bicharraco, bodoque, cafre, cárabo, pelillero, alcornoque, castillejo, artillera, desacotao, perigalla, pingona, rabalero, revivo, sátira, sopílfora, chinche, libertoso, raspao, vasija, traste…

Tontaina y alocado: calajanso, abombao, ahilao, bollao, chalao, changao, pajiluso, espasmao, repiao, tirulato, atontecío, tontallo, chirichi, cabezaloca, desenderao, arbolario, vocinero…

Antipático e insociable: aceo, rancio, recio, revenío, ridículo, saborío, beduño, bruño, búhano, buharrón, escuro, escondío, rabisco, vergonzúo

Informal e irresponsable: calandario, chafandique, chipitón, chirimbaina, tarambaina, cucufate, mojicón, mozangón, cajatruco, cascabel, desinquieto, polarma, méndigo, mendingante, perdulario…

Perezoso y cachazudo: perro, perritraco, aperreao, apotronao, amogonao, camandulón, mostrenco, motril, motrilón, penco, pencato, güevón, pisagüevos, cachorrera, higona, hongo, panguangua, zangandungo…

Tacaño y avaricioso: agarrao, mísero, gañote, mordigoso, ansioso, rafero, lambuzo, hurón, hulandrón…

Tozudo y contumaz: calabazón, calaverón, cabezadura, melón, morrón, morrúo, morrongo, morral, porfioso, cérrimo, téntigo…

Pesado y pelmazo: cansino, pelmoso, pelfa, prejiguera, infastioso, cataplasma…

Cansado o desganado: acibarrao, arrutao, descangallao, desmanganillao, dejuadramillao, esparavanao, cefrao…

Astuto y taimado: agalbao, asolapao, cuco, coscujero, rescualdero, licurdo, hulandrón, camaíta, mansomea…

Impertinente y consentido: descorregible, desmincionao, indicutible, hediondo, puhiede, impúrrido, pujón, quejura, senagüero, semidulce…

Triste o enfadado: cancamurrioso, mantúo, mantamojá, moquicaído, mustio, mangrioso, acibarrao, emburciao, enchis-mao, renegao, relatón, hecho un behino…

Desaliñado y sucio: farragua, sococho, trochón, pitañoso, arrestinoso, cascarria, espeso, guarrindongo…

Inútil e incapaz: abotonao, entumío, esparavanao, helao…

Y otros como: atentón, encebicao, embuchetao, empicao, hundilón, pelavástigas, manflorita, papelón, disparatoso, clisao, relatón, leyista, dominantón, etc.

Queda claro que el vocabulario laudatorio propio (quizá alfayate, espurecha ‘pulcra, esmerada’) es muy escaso al contrario del inmenso caudal que disponemos para ofender y denigrar (también se critica al creído que se alaba o se presta de sí mismo: airoso, alabancioso). En consecuencia, cabría destacar que el rasgo que mejor nos caracteriza quizá sea éste de la maledicencia o hablar con mordacidad en perjuicio del prójimo (próximo, cercano), denigrándolo. No puede extrañarnos entonces, ni preocuparnos demasiado lo que los demás piensen y hablen de nosotros; sino que debemos ser tolerantes y saber disculparlo.

Aunque me resisto a aceptar esta conclusión tan negativa: Y como una cosa es lo que pensamos y decimos de los demás y otra muy distinta lo que son en realidad (Del dicho y al hecho hay mucho trecho), estoy completamente seguro de que no podemos ser tan malos como nos pintan pues a nada que reflexionemos con un poco de benevolencia o buena voluntad, sabremos descubrir el perfil más favorable de nuestros paisanos o alguna de sus cualidades -que son muchas, aunque nos cueste trabajo reconocerlas- y así nos daremos cuentas de que en el fondo son y somos bastante mejores de lo que reflejamos en nuestro vocabulario.

J.J. B.L.

Palabras con raíces

La proseción


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LA PROSECIÓN


Ponte ya, María,

el babero nuevo

que vamos a dir

p’arriba pal pueblo.


Repican campanas,

estrumpen cohetes

y toa la plaza

s’enllena de gente.


Los hombres se ponen

en carrefilera

pos ya va saliendo

la cruz de la iglesia.

Las mujeres cantan

coplinas mu tiernas,

coplas qu’aprendieron

de las sus agüelas.


Pola ca la Plaza

ya van ahilando

una detrás d’otra

las cruces de mayo.

La proseción

Que no es pa contalo,

qu’esto ties que velo;

asín qu’hora mesmo

cogemos el pendingue

y no vamos pal pueblo.


Van a lo primero

las chiquinininas,

aluego las grandes;

y al final de to

la cruz más bonita

y más presumía,

pos tengo pa mí

que los forasteros

le tienen envidia.


Y no es para menos

qu’hasta el mesmo sol

se quea clisao

al vela pasar

entre los hermanos.

La proseción

En dispués le siguen

las hartoriades

y los señoritos,

tos mu abotonaos

y «todosss» mu pinchos

con sus trajes nuevos

y sus crucifijos.


Asín qu’espabila,

que ya te lo he dicho:

Que más que pa velo

esto es pa vivilo.


Y endilga’l zagal

qu’hoy nos vamos tos

p’arriba pal pueblo,

a la proseción.


Y va se mester

que l’hagas hermano,

hermano la cruz,

a este muchacho,

qu’el que no lo es

o no es buen corito,

o no es buen cristiano.


Qu’anque tú de Feria

no tengas ni un bago,

yo a m’hijo lo quiero,

queátelo grabao:

CORITO y HERMANO.


J.J. B.L.

La proseción

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Poemario

Cruz de Mayo

Pola ca los Mártires


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A Cipriana, mi madre

Pola ca los Mártires

La veían pasar tolas tardes

pola ca los Mártires,

camino la ermita

onde vive la su «Virgencita»,

una vigen que llaman de Consolación,

buscando el consuelo del su corazón.

La veían pasar pola calle

arrengá baj’un peso tan grande,

que pahe que lleva la probecina

la torre y el castillo encima.

Y al pasar, tolas puertas se cierran:

“¡Las penas, del lumbrá pa fuera;

que si en casa se meten,

ya no hay quien las eche!”.

Eso dice la gente

desque ve pasar

a la viva imagen de la Soledá.

* * *

Namás q’una puerta

permanece abierta,

la d’aquella ermita

onde vive la su «Virgencita»,

una vigen que llaman de Consolación

porqu’es el consuelo y es Madre d’Amor.

Una madre que siempre la espera

paque vaya y le cuente las penas:

“El hombre sigue en el paro

que no es quien pa encontrar trabajo,

y hora el mi niño

sa puesto malino,

que las desgracias nunca vienen solas

pos pahen llamase unas a otras.

Y yo, anque no doy abado,

pa dijustos no gano.

Que ni me fían ya en el comercio

porque dicen qu’es mucho lo que les debo…”

Y asina va repasando

las cuentas del su rosario.

Hasta qu’al final va y le dice

la vigen al despedise:

“Vaite tranquila, mujer, y ten pacencia,

vas a vé como to s’arregla;

y no te s’orvíe besar al tu hijo

que ese beso lleva tol cariño mío”.

Pola ca los Mártires

* * *

Hoy viene la vigen a ver al su pueblo

y tolos vecinos  salen  al encuentro.

Tamié acude a vela

la mujer aquella,

que veían pasar tolas tardes

pola ca los Mártires…

Anque ya no pahe la mesma,

pos de la su casa huyeron las penas

y es la cara un espejo

de la dicha qu’alaga el su pecho.

Flotando en el aire com’una pavesa

—asina se siente, asín de ligera—

va con el marío, qu’encontró trabajo,

y un niño en los brazos,

más sano q’un pero

y tan guapo que da gusto velo.

Y al ver a la vigen, el chiquino le manda

un beso que vuela y s’aposa en la su mesma cara.

Un besino qu’a ella la gustao

más que tolos abalorios que rebrillan tanto.

Como brillan dos lágrimas de gozo

de aquella mujer en los ojos,

mientras dice con el corazón:

“Gracias, Gloriosa Siñora de Consolación”..

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Poemario

Nana del pastorcino


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Duerme, sentrañas mías,

cachino pan,

que si no viene el bo-bo

y te va a llevá.

Nana del pastorcino

A este chiquirrinino

le espantó el sueño

la pantaruja

y el tío del sebo.


Si te duermes, tu papa

te va a traé

un repión de la feria

de San Migué.

Nana del pastorcino

Desenderó al mi niño

la pantaruja.

¡Cómo te coja mi papa…,

so vieja bruja!


El búho lastimero

ulula en la tueca

y el lobo hambriento

ronda la hesa.


Los borreguinos sueñan

en la majá

con la miel de los besos

de este zagá.


Ya se durmió el mi niño.

¡Qué guapo está!

Si pahe un angelino

de mazapán.

Nana del pastorcino

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Poemario

Mi pueblo tiene


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Mi pueblo tiene


El mi pueblo…

como los otros pueblos

de la mi tierra.


Tiene la vigen

más milagrera

y un personaje famoso

que estuvo en América.


Tiene un castillo

con su fantasma:

Es la sombra del duque

que nos aplasta.


Tiene gente que juega

a levantar su tierra

cruzaos de brazos

en la Corredera.


Tiene un pasao glorioso

que recordar

y un porvenir escuro

para olvidar.


Tiene la espalda hería

por mil rejones

y el tiempo parao

en el reló de la torre.


Tiene su historia

y su leyenda,

su tonto del pueblo

y su “poeta”.


El mi pueblo…

como los otros pueblos

de la mi tierra.


Mi pueblo tiene

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Poemario


No semos naide


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No semos naide

Un regato es la linde que separa

la tierra los vivos del campo los muertos.


Y al atravesar el cauce sediento,

la corriente arrambló con los sueños.


Se escabulló con la infancia,

se tragó los mi juegos.


Un zagal dende la otra orilla

grita perdío en el tiempo.


Aluego deambula solitario

apedreando las ventanas y los perros.


Com’un alma en pena

de la que naide se percata.


Porque los vivos están tos muertos

y los muertos campan a sus anchas.


Malvivo en un pueblo fantasma

enlleno de bisalmas y de espectros.


El entusiasmo de la mocedad,

las ilusiones, las promesas y los besos…


Son restos de papeles que revolotean

en la Corredera desque pasó el festejo.


El río del orvío farató

d’un plumazo los mis recuerdos.


Y ora no sé si pertenezo

al bando de los vivos o al de los muertos.


¿Qué más da?

Pal caso es lo mesmo.


No semos naide. Si acaso

un espejismo en el desierto.


La cirigoncia de un loco,

el defarío d’un cuerdo.


La llama mortecina d’un fuego fatuo

consumiéndose en el cementerio.

No semos naide

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Poemario

Cancionero de la Cruz


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  • COPLAS POPULARES QUE SE CANTAN A LA SANTA CRUZ

Cancionero de la Cruz

Cuatro cruces he visto

y con ésta cinco,

la de la Iglesia Santa

se lleva el vito.

Cruz bendita de Mayo,

resplandeciente,

bendita y alabada

seas para siempre.

Cancionero de la Cruz

¿Quién te ha puesto tan linda

blanca paloma?

Excusada pregunta:

mi mayordoma.

.

Por calles y plazas

vamos entrando,

cogiendo clavellinas

y amanojando.

Cancionero de la Cruz

La cruz de la iglesia

es la más bonita

porque lleva en el medio

las esquilitas.

.

Oh árbol fecundo,

árbol más dichoso,

por haber tenido

cuerpo tan hermoso.

Cancionero de la Cruz

Con la cruz me abrazo

solo a la cruz quiero,

ara donde Cristo

murió por su pueblo.

.

Instrumento santo

de la redención,

tú nos has librado

de la perdición.

Cancionero de la Cruz

Salve, dulce leño,

salve, dulces clavos;

ángeles y hombres

todos te adoramos.

.

Cruz bendita de mayo

a veros vengo

con el alma y la vida

que más no tengo.

Cancionero de la Cruz

En el huerto está Cristo

sudando a caños.

¿Quién tendrá una toalla

para limpiarlo?

.

Esos cinco lazos

que lleva la cruz

son las cinco llagas

del niño Jesús.

Cancionero de la Cruz

Trinidad divina

a ti sean las glorias

para que cantemos

de la cruz victoria.

.

Por calles y plazas

andaba Jesús;

tú también andabas,

santísima cruz.

Cancionero de la Cruz

En en Monte Calvario

las golondrinas

le quitaron a Cristo

las mil espinas.

.

Si el diablo en un leño

al hombre mató,

Cristo en otro leño

al diablo venció.

Cancionero de la Cruz

Tú eres la insignia,

la más hermosa;

el día tres de mayo

cubierta de rosas.

.

La cruz se despide

con alegría

y se vuelve al trono

hasta otro día.

Cancionero de la Cruz

Buscándola vamos,

flor de la jara,

buscándola vamos,

quién la encontrara.

.

Cancionero de la Cruz

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Cita con la Cruz


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Cita núm. 5

* * *

Cita núm 4

* * *

Cita núm. 3

* * *

Cita núm. 2

* * *

Cita núm. 1

La Cruz es  la  bandera de  los elegidos.

No nos separemos de ella y cantaremos victoria en toda batalla.

San Pío de Pieltrecina (Padre Pío)

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Selección y presentación: jjferia.wordpress.com

Fotografías: www.santacruzdeferia.es

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