Cancionero de la Cruz


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  • COPLAS POPULARES QUE SE CANTAN A LA SANTA CRUZ

Cancionero de la Cruz

Cuatro cruces he visto

y con ésta cinco,

la de la Iglesia Santa

se lleva el vito.

Cruz bendita de Mayo,

resplandeciente,

bendita y alabada

seas para siempre.

Cancionero de la Cruz

¿Quién te ha puesto tan linda

blanca paloma?

Excusada pregunta:

mi mayordoma.

.

Por calles y plazas

vamos entrando,

cogiendo clavellinas

y amanojando.

Cancionero de la Cruz

La cruz de la iglesia

es la más bonita

porque lleva en el medio

las esquilitas.

.

Oh árbol fecundo,

árbol más dichoso,

por haber tenido

cuerpo tan hermoso.

Cancionero de la Cruz

Con la cruz me abrazo

solo a la cruz quiero,

ara donde Cristo

murió por su pueblo.

.

Instrumento santo

de la redención,

tú nos has librado

de la perdición.

Cancionero de la Cruz

Salve, dulce leño,

salve, dulces clavos;

ángeles y hombres

todos te adoramos.

.

Cruz bendita de mayo

a veros vengo

con el alma y la vida

que más no tengo.

Cancionero de la Cruz

En el huerto está Cristo

sudando a caños.

¿Quién tendrá una toalla

para limpiarlo?

.

Esos cinco lazos

que lleva la cruz

son las cinco llagas

del niño Jesús.

Cancionero de la Cruz

Trinidad divina

a ti sean las glorias

para que cantemos

de la cruz victoria.

.

Por calles y plazas

andaba Jesús;

tú también andabas,

santísima cruz.

Cancionero de la Cruz

En en Monte Calvario

las golondrinas

le quitaron a Cristo

las mil espinas.

.

Si el diablo en un leño

al hombre mató,

Cristo en otro leño

al diablo venció.

Cancionero de la Cruz

Tú eres la insignia,

la más hermosa;

el día tres de mayo

cubierta de rosas.

.

La cruz se despide

con alegría

y se vuelve al trono

hasta otro día.

Cancionero de la Cruz

Buscándola vamos,

flor de la jara,

buscándola vamos,

quién la encontrara.

.

Cancionero de la Cruz

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Cruz de Mayo

Sinfonía inacabada


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Sinfinía inacabada

Aquel día, como tantos otros, el hombre tras levantarse, miraba el cielo tratando de averiguar las intenciones de las nubes y del viento. Pero no era un día como todos.

Pronto, las campanas y los cohetes sorprendían a los vencejos, que empezaban a revolotear alrededor del campanario, asustados, ante aquel inesperado baile de bronce y de pólvora.

Era el día de la cruz.

A continuación, el hombre fruncía el ceño preocupado ante la presencia de otra cruz de negras alas.

Cruz de la sequía.

Del campo llegaba a ráfagas un olor a jara en flor y a tomillo, también a miel y a colmena; y siempre a sudor y a pobreza.

Con el borde de la mano extendido sobre la frente, el hombre oteaba el horizonte. Más alla, el mar… Y como tantas veces pensó en preparar las maletas.

Cruz de la emigración.

Otros se fueron antes.

Allá, donde las nubes son de anhídrido sulfúrico y los ríos bajan preñados de miasmas mortíferas.

Cruz del silencio.

Cada año, puntualmente llegaba la cruz. Cuando el sol doraba las mezquinas espigas y el encinar se convertía en un arrullo de tórtolas que se amaban bajo un cielo renovado.

Sinfonía inacabada

El hombre desempolvó el traje de las ocasiones y salió al encuentro de aquella cruz adornada con rayos de espejos y flores de papel de plata. Las mujeres disputaban sus canciones por las esquinas a esa cruz que se deslizaba por las calles sobre un río de personas.

Y todo el pueblo estallaba en mil arco iris de colores. Siempre fue así. Como cuando era niño.

Cruz de los recuerdos.

En su vida hubo de todo: Lo visitó la vida y la muerte, conoció el amor y la guerra y aprendió a distinguir las palabras sinceras de las promesas interesadas.

La fiesta seguía. Y en el aire temblaban, mezclándose, las moléculas nauseabundas de una colonia barata y los lamentos horteras del cantante de moda.

Y había alegría.

Una cruz resplandeciente lo presidía todo.

El hombre, amenazado por la presencia de otras cruces, se confundió con el rebaño e intentó olvidar, pero sus carcajadas no eran sino la mueca alcohólica de una mal disimulada desesperanza.

Cruz de la esperanza.

Al día siguiente, como todos los días, el hombre tras levantarse miraría el cielo tratando de averiguar las intenciones de las nubes y del viento.

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Cruz de Mayo

Un día de la Cruz


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Un día de la Cruz

Por la ventana de la clase se asoma la primavera invitando a los niños a desentenderse de romanos y cartagineses.

«Uf, vaya rollo», bostezó Jaime.

El profesor lo miró amenazadoramente y en su cara se dibujó un gesto de fingido interés. Era insoportable. Todo aquello le resultaba terriblemente muerto. La vida estaba fuera. Por aquella ventana…

El cielo estaba completamente limpio. Apenas una nube que adquiría de vez en cuando las formas más caprichosas. De pronto, una golondrina pasó fulminante por el rectángulo de la ventana y su imaginación voló tras ella.

«¡Atiende, Jaime!»

Y, al oír su nombre, se estremeció ligeramente. De nuevo estaba en la realidad. Los minutos pasaban con agobiante lentitud. En el mapa. En el mapa, Italia chutaba con el balón desinflado de Sicilia. «¿Cuánto faltará ya?»,  pensó con fastidio.

«Bien, para el próximo día estudiaros esta lección, ¿entendido?»

«Entendido», ratificó Jaime con reticencia, saltando de su asiento como impulsado por un resorte invisible.

La clase había terminado: Por fin era libre para corretear por las calles y gritar a su gusto; incluso para soñar sin que nadie le interrumpiera. Los libros descansarían apaciblemente en un rincón hasta otra semana. Mañana no había clase.  Era el día de la Cruz.

Un día de la Cruz

«¿Qué cruz te gusta más?»

«¡Bah, yo qué sé! »

«Di, ¿cuál?»

Y sus ojos se fueron tras esa otra cruz que pasaba, adolescente ella, casi niña aún, de pelo largo y andar de gacela.

El estampido de un cohete sobrecogió a Jaime y luego siguió con la mirada el descenso de la varilla humeante. Maquinalmente salió corriendo tras el trofeo abriéndose paso con precipitación  entre la gente. En seguida se dio cuenta de que aquel juego ya no le atraía demasiado.

Pero siguió corriendo.

Se había alejado demasiado. Atrás quedaba el pueblo con los desgarrones de esa infancia suya que acababa de perder revoloteando en cada esquina. Se había olvidado de la varilla, de su amigo, de las cruces, del bullicio. Pero, ¿a dónde iba? Ni siquiera él lo sabía…

El sol había traspuesto detrás del castillo y la primera estrella apareció en el cielo. De lejos llegaba la música pegadiza de una canción de moda. Se sentó a descansar  y recordó que era el día de la Cruz.

Y esa palabra, que siempre le sugería jolgorio y alegría, le causaba ahora  una penosa sensación de inseguridad y soledad:

«¿Por qué se empeñan en festejar y cantar a una cruz, si en ella torturaron y ajusticiaron al hombre que consideran su Dios?» No lo comprendía.

Empezaba a cuestionarse y a no comprender tantas cosas… La idea de la cruz seguía obsesionándole: «Dos caminos que se cruzan en un punto, una cruz y, aferrado a ella se encontraba él, crucificado y solo, sin saber qué camino seguir, desorientado y con un montón de dudas y preguntas que se agolpaban en su mente» Con su adolescencia recién estrenada.

Para todos, sin embargo, seguía siendo el niño travieso que no se tomaba nada en serio. Pero él se sentía otro Jaime diferente: Los amigos de siempre, los juegos infantiles ya no le atraían. Sentía deseos de gritar, de pedir ayuda. Pero… ¿a quién?

«Si ellos, los mayores, solo se preocupan de que no les ocasione problemas, de que esté callado de que sea bueno » Entonces cogió una piedra y la lanzó con rabia contra algo indefinido, pero como queriendo alcanzar y herir de muerte a alguien.

Se sorprendió llorando y sintió vergüenza. «Pero, ¿qué me pasa? —Se peguntó para sus adentros—. Será mejor que me vaya».  Y emprendió el camino de regreso.

Las voces se iban agrandando a medida que se acercaba. Encendió un cigarrillo y la primera bocanada de humo le hizo toser aparatosamente; a la segunda calada lo estrelló decepcionado contra el suelo. Luego lanzó un escupitajo.

Un día de la Cruz

Pasó inadvertido entre la gente, se fue derecho a casa y se encerró en su habitación. Vació el tabaco de un cigarrillo en el hueco de su mano y lo mezcló con la sustancia aquella que, como todo lo prohibido, tanta curiosidad despertaba en él.

Poco a poco se fue alejando de la vulgaridad que lo rodeaba. Más eufórico cada vez, hacia un mundo soñado a su medida.

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Cruz de Mayo

Improvisación para cuatro voces


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Apuntes de un ingenuo: El año 1975 había muerto y estaba enterrado con aquel general que había acaudillado con mano ferrea los destinos de la Patria “UNA, GRANDE Y LIBRE”. Una renovada primavera apuntaba en el horizonte con promesas de libertad y de sueños aplazados, que ahora parecía que iban a convertirse en realidad. Desgraciadamete todo resultó ser un espejismo. Todo cambió para quedar como estaba. La imaginación siguió maniatada. Y los mediocres, lenguaraces, insolentes, egoístas, ladrones, corruptos, fanático y matones continuaron campando sus anchas dirigiendo el incierto destino del mundo.

Improvisación

He hojeado el periódico y he leído noticias de muerte, he conectado la radio y he oído violentas palabras. Quizás ahora en un lugar secreto varios hombres juegan a preparar la paz vendiéndose armas de guerra.

¿Pero quién nos prohibe añorar la, primavera? ¿Acaso es imposible recuperar nuestros sueños infantiles?

Al salir a la calle me he encontrado con una cruz niña vestida de fiesta, dejándose llevar entre otras cuatro niñas, y he pensado que aún no he perdido la fe en mi mundo: Tal vez no sea todo rencor y violencia.

Esa niña que canta –he pensado en voz baja- no entiende de secuestros o asaltos, de guerrillas ni asesinatos.

NIÑA 1ª: Pero vosotros, los hombres mayores, os encargaréis de enseñármelo; y cuando lo aprenda, me diréis: “Ahora ya eres una persona educada”.

NIÑA 2ª: Si, por lo menos, reconociérais que vuestros consejos no nos sirven, nos hariáis un ran favor.

NIÑA 1ª: (Ahuecando el gesto y la voz) ¡Niño, no seas grosero! ¡Niño, no te muevas! No escupas en el suelo ni te rasques la cabeza. Niño, no, no, no…

NIÑA 2ª: ¡Basta!!!

Yo aparentaba no escuchar, pero me sentía ridículamente humillado. Y por primera vez sentí vergüenza de ser un hombre sensato.

* * *

La tarde estaba preñada de hirientes amapolas y he mirado la cruz de colores con agridulce nostalgia.

Y fantaseo con la cruz, que cada primavera se hace niña y se viene a jugar con los niños de mi pueblo a salir de la escuela. Y al escuchar sus canciones, el mundo se me antoja un imenso festival de sorisas amigas.

NIÑA 3ª: Hoy jugaremos a ser mayores.  ¡Jugaremos a la guerra!

NIÑA 4ª: Tú eres el malo, yo soy el bueno. ¡Pum, pum, ya estás muerta!

NIÑA 1ª: La guerra es una vieja señora, vuestro mundo es un caduco señor cascarrabias. Nuestro mundo está amaneciendo: es el mañana.

NIÑA 2ª: Dejadnos vivir nuestra vida con leyes de paz acordadas entre todos nosotros. No queremos vuestras leyes impuestas por soldados armados de pies a cabeza.

NIÑA 3ª: No matéis la ilusión de sentirnos dueño del futuro. Demostrad que sabéis hacer algo más que matar: Matáis el aire, los sueños…  os empeñasteis  en matar la libertad. Y como no tenéis bastante,  os matais entre vosotros mismos.

NIÑA 4ª: No intentéis fosilizar el porvenir, él nos pertenece. A cambio, prometemos sacaros en los libros muertos que se estudian en la escuela.

NIÑA 3ª: (Recitando irónicamente) En tiempos de Maricastaña estaba prohibido pensar en… Albania.

* * *

La cruz ya se aleja: Una estrella madrugadora se asoman al cristal roto que adorna en el centro. Las canciones surgen vacilantes y tímidamente una niña sonríe. Sonríe también la cruz haciendo sonar su inquieta campanilla en un gesto de alborozado tintineo.

Improvisación

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Cruz de Mayo

Nuevas canciones a la Cruz


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Ya está pasando abril,

ya viene mayo:

En el aire una copla

lo está anunciando.


La cruz viene de novia

toda de blanco,

llamando al corazón

de sus hermanos.


¿Quién tiene un corazón

para adornarlo?

Para alojar en él

la cruz de mayo.


Nuevas canciones a la cruz


Deja to odio, hermano,

olvida agravios,

que la cruz te sonríe,

te está mirando.


Cruz bendita de mayo,

danos trabajo,

que no falte en casa

el pan diario.


Cruz bendita de mayo,

danos la paz:

Que las guerras terminen,

que haya hermandad.

Nuevas canciones a la Cruz

Cruz de Mayo

Poemario